Reunir a 94 mil personas en Wembley es tarea de privilegiados. Y Tyson Fury es uno de ellos. El sábado, en el nocaut frente a Dillian Whyte, el boxeador británico dio cátedra y show (antes y después de la pelea) para reafirmar que es uno de los púgiles más importantes del mercado. A los 33 años anunció su retiro, pero será muy díficil que no sea seducido por los millones de dólares que le ofrecerán en su próximo combate.
El Rey Gitano no es un campeón cualquiera. Es el gran campeón. Su potencia es acompañada por una estridencia única: canta sobre el ring, sube a ellos en un trono y utiliza ropa muy llamativa, como el traje de Batman que mostró en su primera conferencia de prensa grande. También tuvo su lado oscuro que refuerza la teoría: dejó la escuela a los 10 años y sufrió de adicción a la cocaína y el alcohol.
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Todo este combo lo hace único. El público no sólo quiere ver a las estrellas ganar en el ring, también desea que se acerquen lo más posible a los escándalos. Basta con repasar las historias de los máximos referentes. Fury es eso y mucho más. Porque a sus polémicas ya mencionadas hay que agregar su condición de gitano (es conocida su fama mundial), homofóbico, misógino y el intento de suicidio con su Ferrari.
Hasta 2015, sus primeros siete años de profesional habían pasado desapercibido para el mundo del boxeo. Pero cuando le ganó por decisión unánime a Wladimir Klitschko los cinturones AMB, FIB y OMB entró en escena. Y no por llamarse Tyson ni parecerse al gran Iron Mike. El blanco grandote de 2,06 metros, quien asegura ser sobrino del más grande boxeador de boxeo sin guantes (Bartley Gorman), mostró una potencia que hacía tiempo no se veía. Que incluso pudo haber tirado al ex campeón estadounidense.
¿Qué opina Mike sobre quien lleva su nombre? "Es extraño tomarlo en serio porque es muy divertido. No se toma las peleas en serio. Se ríe de la gente, como cuando le lamió la sangre a Wilder. Tienes que estar loco. Habría sido un profeta en los tiempos bíblicos. ¿Cómo explicas lo bueno que es? No se puede explicar eso", aseguró el dominador de los pesos pesado a finales de los 80 y los 90.
Completada la hazaña vs. Klitschko, Fury tardó tres años en volver a los rings cuando todos creían que su vida profesional había terminado, más teniendo en cuenta sus antecedentes. Pero regresó. Y a lo grande. Ese año desafió a Deontay Wilder en un empate que será recordado para la posteridad. Su renacer en el último round, tras haber caído, pinta de cuerpo entero toda su valentía.
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Aunque también su generosidad, ya que donó unos cuantos millones de dólares a su comunidad después eso: "No podré llevarme el dinero cuando muera así que puedo hacer algo por ayudar a las personas que no pueden ayudarse a sí mismas". ¿Y la herencia de sus seis hijos? "Creo que deberían ganar su propio dinero porque si no lo hacen, no lo apreciarán; es fácil gastar el dinero de otra persona", agregó.
En 2020 tuvo su revancha frente al estadounidense y esta vez nadie lo detuvo: Wilder cayó en el tercer round, también en el quinto para finalmente perder en el séptimo. En 2021 hubo Fury-Wilder III y es otra pelea para poner en una cuadro: el británico salvó su orgullo en el cuarto asalto al levantarse de dos caídas y terminó con la acción en el 11º. El moreno se rindió luego de ir a la lona en el tercero, décimo y undécimo.
El KO frente a Whyte demostró que Fury es grande en cualquier escenario, incluso el mítico Wembley. Por eso una batalla contra el ucraniano Oleksandr Usyk, el otro dominador de la categoría, no puede esperar. El mundo de los puños no sólo la necesita, la exige. Antes, Usyk, que se había puesto a disposición del ejército de su país en la guerra con Rusia, se volverá a enfrentar a otro inglés: Anthony Joshua.
Fury no se va a ir aunque se vaya. Su huella ya está firme en la historia del boxeo en una época en la que no sobran referentes. Él, con todo lo que carga, se ha vuelto uno.