Dentro de las diferentes tendencias que van cambiando durante cada era de la NBA, una de las que más vaivenes ha tenido es la de ritmo de juego. Y es que a diferencia de lo que puede suceder con los tiros exteriores o el caso recientemente analizado del rebote ofensivo, donde las líneas van en ascenso o descenso de manera sotenida, en lo que refiere a la velocidad con la que deserrolla un encuentro hemos tenido picos para todos los gustos.
Antes que nada vale aclarar que cuando hablamos de ritmo de juego, hablamos de la cantidad promedio de posesiones de un equipo en un partido de 48 minutos. Algo que por las diferentes estadísticas que se necesitan para llegar a ese número, recién se comenzó a medir a partir de la temporada 1973-1974.
Lo curioso del caso es que aquella primera campaña representa hasta hoy (y se mantendrá así por un buen tiempo) el promedio más alto de posesiones: en la mencionada 1973-1974 se jugó con un ritmo de 107,8. Muy por encima de cualquier otro que se haya visto desde entonces. De hecho, solamente en la 1977-1978 (106,7) y en la 1976-1977 (106,5) se pasó del ritmo de 105 posesiones.
A medida que avanzaron los años 70 y entramos en la década del 80, la NBA se fue desacelerando de manera sostenida. Para la 1979-1980 el ritmo había bajado a 103,1 posesiones (aún muy alto), para la 1984-1985 ya estaba en 102,1, mientras que en la 1987-1988 cayó por primera vez de la centena: ritmo de 99,6.
Sin embargo, hasta entonces hablábamos de una leve desaceleración, lo que vendría en la década del 90 sería directamente un freno en seco. Con las ofensivas jugando cada vez más aclarados y acciones de poste bajo en la media-cancha, se fue perdiendo aquel ritmo acelerado de transiciones rápidas que se veían en las décadas anteriores. Para la 1993-1994 el rimto ya había bajado a 95,1 posesiones. Y el declive no se detuvo, pasando sucesivamente a 92,9 (94-95), 91,8 (95-96), 90,1 (96-97), 90,3 (97-98) y al punto más bajo histórico: un pace de 88,9 posesiones en la campaña 1998-1999. Año en el que no casualmente, los equipos promediaron apenas 91,6 puntos por partido... la marca más baja desde 1954.
Ya prácticamente sin margen para seguir cayendo, aquella campaña que coronó a los San Antonio Spurs podía hacernos pensar en un antes y un después para la competencia y su ritmo de juego. Pero lejos de ese rebote esperado, se entró en una meseta que duraría una década y media. Y es que entre el año 2000 y el 2015, tuvimos todas campañas de ritmo de juego bajo, siempre entre las 90 y las 93 posesiones por cada 48 minutos.
Fue recién en la 2015-2016 cuando el campeón Golden State Warriors le demostró a la liga las ventajas que tenía volver a apretar el acelerador a fondo. Los de Steve Kerr no solo encabezan cada certamen en cuanto a victorias y derrotas, sino que también solían estar en los valores más altos en lo que respecta a ritmo. Y teniendo en cuenta el éxito que los californianos tuvieron durante esos años, no sorprende que el resto de la NBA haya querido copiar esa nueva tendencia.
Comenzó así un período de aceleración marcada: de las 93,9 posesiones de la 2014-2015 a las 95,8 de la 2015-2016. Luego pasamos a 96,4 (16-17), de allí a 97,3 (17-18), luego a 100 (18-19) y más tarde a 100,3 (19-20), la marca más alta desde 1989.
¿Qué pasó en la 2020-2021? Un pequeño pasito atrás con respecto al certamen anterior: ritmo de 99,2. Veremos si esto marca el comienzo de una nueva meseta rondando el promedio de 100 posesiones o si pronto comienza alguna nueva etapa de suba o baja. Pero si consideramos que los campeones Bucks terminaron con el segundo ritmo más alto de la 2020-2021 (102,2), no sorprendería que el resto de la competencia vuelva a querer imitar ese estilo tal como lo hicieron algunos años atrás con Golden State.
¿Veremos otro incremento en el ritmo ofensivo?, ¿volveremos alguna vez a los tiempos de velocidad furiosa de los años 70?, ¿qué nos depararán las próximas temporadas al respecto? En solo algunas semanas empezaremos a descubrir qué tiene para decir la 2021-2022 sobre el tema.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.