Recibió, elevó la mirada y vio un lienzo en blanco ante sí. El resto es la historia de todas las noches. Decía Ranko Zeravica que "los entrenadores anteponen la táctica a los jugadores y tanto el resultado como la táctica dependen de los segundos". En un momento en el cual cada movimiento que acontece sobre el parqué está medido, cada minúsculo detalle lleva por nombre una estadística, Nikola Jokic aparece como un elemento discordante, un error en la matriz. Como si se tratase de una línea evolutiva distinta a la imperante en la actualidad, con interiores móviles de baja estatura o a los aleros que pueden realizar las funciones de cinco, el gigante de Sombor significa una ruptura con el presente. Él es el mejor regalo de la escuela balcánica, el resultado de años y años de trabajo. Herencia de una filosofía integral, donde el aprendizaje en su totalidad es la mejor garantía de éxito.
Sucede una cosa muy curiosa en la mayoría de banquillos de la NBA. Mientras se pone en valor la brillantez de talentos alternativos como el del propio Jokic, aquello verdaderamente anhelado es un ejército de especialistas en campos muy concretos. Así hasta contar con todas las piezas necesarias para completar ese policromático puzzle. Figuras llamadas a seguir al pie de la letra las directrices ordenadas desde la banda. Romper ese cascarón está al alcance de un puñado de elegidos, entre los cuales se encuentra el serbio.
Michael Malone provee a sus jugadores de unas órdenes básicas, sienta las bases y el plan de juego, pero luego es Jokic quien escribe la historia de los Nuggets en ataque.
"Es un jugador único. Nunca sabes realmente qué esperar cuando tiene la bola", explicaba recientemente Nikola Vucevic sobre el serbio. "Mirará a un lado y a otro y luego lanzará un pase increíble en la otra punta de la cancha".
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En Jokic la imprevisibilidad es una virtud pues es síntoma de su gran inteligencia. Observa, detecta grietas en el rival y actúa en consecuencia. Y si no consigue ver realmente dónde está la ventaja, ventaja que él mismo la hace posible.
Su genialidad reside en que comprende el juego en cinco dimensiones. Es decir, no solo controla el espacio y el tiempo, claves para entender lo que ocurre en este deporte y define a la cúspide de liga, sino también percibe otros elementos de la realidad. La mirada del Joker proyecta más allá de lo tangible, crea en el sentido más estricto del verbo: "producir algo de la nada".
Hay algo romántico en esos jugadores cuya esencia descansa en el pase, más en la época actual. Mientras el anotador puede brillar por sí mismo, a base de acciones individuales y con independencia del contexto a su alrededor, con el pasador sucede al revés. Pocos son los elegidos capaces de destacar en esta parcela del juego sin unos compañeros que hagan buen uso de sus pases. Para que una asistencia alcance tal grado es precisa la conexión entre dos, ambos deben cumplir su rol y papel sin dudar o el trabajo de cualquiera no habrá servido de nada. A veces es una mirada, otras una seña con un dedo, una palabra en clave... Jokic (y quienes le acompañan) dominan el lenguaje gestual, aquello que viene a decir que un equipo "juega de memoria", síntesis de una compenetración total. Las relaciones se forjan a base de error y acierto, con el transcurso del tiempo y los partidos en ese caso y en la NBA de hoy no hay mejor impulsor en ese sentido que un pasador del calibre del interior de los Nuggets.
Exponían Gonzalo Vázquez y Andrés Monje en enero de 2022 que la siguiente barrera que el juego iba a cruzar tenía que ver con el pase. Una visión muy acertada, la cual tenía que ver con el despegue definitivo de un Jokic el cual delinea un horizonte donde la creatividad, la reactividad y la clarividencia son los factores determinantes del ataque. El ejemplo del serbio traza una línea a seguir, o más bien, a imitar por el resto de la liga. Una fuente de inspiración que permita superar este periodo histórico como lo fueron Stephen Curry y los Warriors de 2015 con anterioridad. Aunque el Joker no pueda ser clonado ni su perfil sea fácil de replicar en otros lugares, sí sienta un precedente, una referencia.
"Realmente hay momentos en los que lanzo un pase sin saber dónde está mi compañero de equipo", dijo nuestro protagonista a Arena Sport TV hace unos meses. "Hay algo que los entrenadores NBA siempre quieren y es que haya un jugador en una esquina, y eso me gusta. A veces, cuando no sé qué hacer con la bola la lanzo a una esquina y, normalmente, siempre hay alguno de mis compañeros ahí. Puedo leer esas situaciones en las que sé que alguien estará allí y, a veces, se trata solo leer el juego".
Más allá de las palabras, en la NBA los 30 equipos se rigen por los resultados, es decir, por las estadísticas y los números. Y sobre los Nuggets de Jokic hay unos cuantos muy interesantes.
Antes, un vistazo a las conexiones de Jokic con sus compañeros en forma de asistencia:
En la presente temporada, tres de las cuatro mejores parejas ofensivas tienen a Jokic como integrante y los cinco primeros lugares en términos de eficiencia ofensiva cuentan con miembros de la franquicia de Denver. De entre todas ellas, la mejor, con un 125,5 de offensive rating en casi 1.500 minutos, es la formada por el serbio y Aaron Gordon. ¿Por qué?
Respuesta corta: ambos se complementan.
Respuesta larga: mientras Jokic habla a través del pase, Gordon tiene un instinto especial para moverse sin la bola. Esto último puede resultar fácil desde fuera, al final se trata de reaccionar en función del balón, pero es tremendamente complicado en esta liga. Para hacerlo de un modo correcto hay que atender a las variables básicas (tiempo y espacio) y además al posicionamiento de la defensa y sus ayudas, así como la dinámica del propio flow ofensivo.
Jokic y Gordon se entienden fantásticamente porque hablan el mismo idioma sobre la cancha.
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Una de las razones por las cuales el balcánico resulta tan especial se debe a su condición de jugador aposicional.
En efecto, se trata a grandes rasgos de un interior. Se mueve mejor en los aledaños del aro y en la punta de la bombilla al igual que otros tantos. Pero el modo de desempeñar esas funciones encajarían mejor en los parámetros tradicionales usados para referirse a un base.
Nikola Jokic es el jugador que más veces toca la bola por partido, con una media de 99,2 touches. La diferencia entre él y el segundo clasificado, Tyrese Haliburton (94,5), es prácticamente la misma que entre el joven de los Pacers y el sexto en el ranking, Damian Lillard (87,8). Si se tiene en cuenta el ritmo ofensivo de Denver con el serbio sobre el parqué (100,6), eso se traduce en que el Joker toca el balón en casi la totalidad de los ataques de su equipo. En un momento donde el juego en transición y en llegada supone casi un 20% de la composición de los equipos, este dato es significativo.
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Todo nace de su olfato por el rebote. Ahí es donde empieza a construir su juego. Jokic crea a partir del error del oponente, se nutre de él y su primer instinto tras atrapar el rechace es mirar en largo, casi como un central en fútbol. De esa intención surgen secuencias como estas:
No lo haría mal Nikola Jokic en la NFL como quarterback, ¿no? 😂#NFL #NBA #MileHighBasketball pic.twitter.com/4f0yFfeXYL
— 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐩𝐨𝐫𝐭𝐢𝐧𝐠 𝐍𝐞𝐰𝐬 España 🇪🇸 (@sportingnewses) March 11, 2023
Su condición aposicional va más allá.
Reside en una manera de afrontar el ataque. Jokic no espera su momento, lo aborda con decisión. Él es el origen y la fuente.
Así se puede entender mejor cuando, en el transcurso de un encuentro, el serbio agarra la bola y recibe un bloqueo directo por parte de un jugador exterior. En concreto, Jamal Murray:
¿Cómo se supone que debe reaccionar el emparejamiento de Jokic? Un interior de gran tamaño está acostumbrado a ser la parte no directamente involucrada en un pick&roll, de ahí la extrañeza del mismo al quedar expuesto en ese dos por dos. Los jugadores de este tipo no se han formado para reaccionar y responder positivamente en este tipo de situaciones.
Inusual y atípico a partes iguales, esto resulta una muestra más del jugador tan polifacético que es Nikola.
"Los equipos pueden hacer dobles marcas contra él en el poste, pero cuando tiene el balón ahí, no se le puede defender", decía Michael Malone a ESPN en 2019 al respecto de esta dupla. "Porque si le lanzas dos vas a dejar a Jamal solo, una amenaza en el pick-and-pop, quien también puede ir hacia la canasta. No he visto nada como esto en muchos, muchos años, si es que alguna vez lo he hecho".
Incluso cuando serbio y canadiense invierten sus roles, volviendo a estructuras más tradicionales, sus resultados no dejan de ser igual de letales. Ambos se combinan para una media de 11,4 pantallas por encuentro, con una efectividad de la que Denver produce 1,23 puntos por posesión. Datos similares a Draymond Green y Stephen Curry (1,23), Joel Embiid y James Harden (1,21) o Deandre Ayton y Devin Booker (1,19).
Si Karl Malone y John Stockton enriquecieron el arte del bloqueo directo en una época donde el juego sobrevivía en una trinchera, la combinación de Jamal Murray y Nikola Jokic ha llegado para conducirla hacia un horizonte todavía por descubrir.
Lo fácil a la hora de alabar las habilidades y conocimiento de la estrella de los Nuggets para el pase sería destacar sus números. Al fin y al cabo se trata del jugador que más veces pasa por noche y en el global de esta temporada, además con bastante diferencia.
Pero eso sería perderse la mitad del Joker.
En Nikola Jokic conviven diferentes caras. La tradición queda representada por su brillante técnica al poste bajo, tan clásica como resolutiva, especialmente en sus apoyos, recepciones en giro y lectura del posicionamiento de su rival. La vanguardia emerge cuando se hace con un rebote defensivo, echa a correr y es el receptor de una pantalla o él mismo la busca por medio de un mano a mano. La escuela balcánica dio sentido a un base encerrado en el cuerpo de un centro del único modo que ellos conocían, pero su explosión como uno de los pasadores más ricos y variados de todos los tiempos solo podía haber sido posible en un contexto como Denver Nuggets.
Hubo que esperar 88 años para que el mundo del básquet viese a un base del tamaño de Magic Johnson romper todos los esquemas y casi cinco décadas después de aquello, Nikola Jokic está escribiendo un nuevo capítulo en la historia del pase en este deporte. Uno que no conoce de posiciones, de sistemas cerrados... Sólo de libertad para los protagonistas del juego: los jugadores.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.