Era 10 de agosto de 2020 y en Phoenix Suns tenían programado su antepenúltimo partido de temporada regular donde debían enfrentarse a Oklahoma City Thunder. Los de Monty Williams venían completando un reinicio en la burbuja de escándalo con 5 victorias en 5 partidos, todo ello en su intento de regresar a los Playoffs justo 10 años después. Aquella tarde en Disney todo parecía seguir la rutina habitual en el recinto de Florida. Test matutino, desayuno, activación física y preparación para el partido programado a las 14:30.
Los jugadores de los Suns lanzaban sus últimos tiros a canasta mientras recibían los detalles finales antes de que sonara la bocina indicando el momento del salto inicial. Pero faltaba alguien. De los 15 integrantes del plantel presentes en la burbuja faltaba alguien: Deandre Ayton.
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Las informaciones apuntaban a que no iba a tomar parte del partido, sin haber una razón de peso que lo justificase. En esas circunstancias todo podía ser posible, lo cual no auguraba nada bueno. Mientras Phoenix iniciaba el encuentro, Shams Charania revelaba el porqué de la ausencia del pivote. Al parecer, el bahameño se había dormido y, en consecuencia, se había perdido el test PCR que debía realizarse como cada mañana. Tan pronto como fue posible, Ayton fue testeado y a la carrera emprendió el viaje rumbo al HP Field House, esperando entrar en juego casi sin haberse preparado física ni mentalmente para el duelo.
Sobre el parquet, los Suns sufrían para mantenerse a flote. 12 puntos de Darius Bazley y el desacierto generalizado desde la larga distancia hicieron que OKC pusiera el 37-23 en el marcador al término del primer cuarto. Fue entonces cuando apareció Ayton. En los 9 minutos que estuvo en pista en el segundo cuarto el equipo logró un +11 con él en pista, anotando 3 de sus primeros 6 tiros de campo para ser clave en un parcial de 42-27 que puso a Phoenix arriba al descanso. Los de Monty Williams no dejarían escapar su oportunidad, anulando a unos reducidos Thunder y manteniendo vivas sus aspiraciones de Playoffs.
Aquel partido y aquel olvido por parte de Ayton eran un resumen perfecto de lo que venía siendo su carrera hasta ese momento. La inconsciencia, los altibajos y los problemas fuera de las canchas habían caracterizado sus primeros pasos en la liga. Un primer curso un tanto tibio, una suspensión temporal por uso de sustancias no permitidas y un rendimiento defensivo insuficiente, todo eso pesaba, y mucho, sobre el jugador llamado a ser la pieza angular del proyecto, después de haber sido elegido con el pick 1 en 2018 por delante de Luka Doncic y Trae Young. Había habido flashes de lo que podía llegar a ser, con exhibiciones taponadoras y noches de muchos puntos, pero al final todo se reducía a la regularidad y al impacto real de sus números.
Prácticamente un año después de aquel suceso Deandre Ayton parece un jugador completamente diferente. Su propia maduración como jugador y persona y un mayor aclimatamiento a la NBA han hecho de él alguien insustituible en los Phoenix Suns, dejando en el olvido todas aquellas jornadas donde parecía perdido en defensa y su rol ofensivo no terminaba de estar claro. Todo el mundo esperaba mucho de Ayton. Su trayectoria previa al profesionalismo le auguraban un futuro brillante, lo que unido a su privilegiado físico eran garantía de éxito. En ese sentido, daba la impresión de que más que un toque de atención lo que precisaba era de un mentor, de alguien que le diera sentido a su juego para que él mismo entendiera todo aquello que le rodeaba. Y en esas apareció Chris Paul.
“Diría que empezó en el training camp. Lo primero que me dijo fue que si quería seguir en esta liga por mucho tiempo tenía que centrarme en los ángulos”, recordó Ayton en la rueda de prensa posterior al cuarto partido ante los LA Clippers. “Yo me quedé pensando, ¿ángulos? Se trata de ángulos en los bloqueos, ángulos para conseguir un rebote, estar bien ubicado para un rebote ofensivo… Se trata de usar todo aquello que me dijo y mantenerlo en mi cabeza. Para mi la clave es jugar el pick and roll con él. No diría que es fácil, pero lo hace sencillo y si uno de los dos está solo vamos a sacar algo positivo de la jugada. Eso es en lo que he estado aprendido a través de las repeticiones con él”, añadió.
En 2021 Deandre Ayton no ha dado un paso adelante, sino que ha avanzado la distancia de una maratón. Se trata casi de un jugador completamente nuevo, extremadamente maduro y consciente de lo que es necesario para conseguir la victoria, sacrificando lanzamientos y presencia en el juego de ataque por el bien común. Una victoria del cuerpo técnico que no habría sido posible sin el apadrinamiento de Paul.
Las lagunas defensivas han desaparecido dando paso a un rendimiento en ese costado del campo que ha sentado las bases de un equipo llamado a dejar huella. A sus 22 años, el bahameño fue la clave para anular al vigente MVP, Nikola Jokic, dejándole en un 40,7% de acierto en tiros de campo cuando se emparejó con él en Playoffs, y en un 37,9% a Anthony Davis en la serie ante los Lakers. Su timing en el salto a la hora de ayudar, cómo modula su cuerpo y aguanta los impactos rivales en el uno contra uno hacen de él uno de los más destacados de toda la postemporada en defensa.
El hecho de que no tuviera experiencia previa en la lucha por el título y la narrativa que arrastraba no han sido en absoluto un condicionante para Ayton, más bien lo opuesto, sirviendo como combustible para probar a sus críticos que no le habían juzgado correctamente. “El mundo me tenía como un signo de interrogación en los Playoffs. Eso me afectó un poco. Y voy a cambiar eso. Solo un signo de interrogación sobre mí. Y solo quería cambiar eso y demostrar que todos estaban equivocados”, dijo el pivote. “La clave es la consistencia. Simplemente abordar el juego de la manera correcta para comenzar y hacer las cosas bien. Preparándome para el próximo partido y asegurándome de estar listo, viendo el scouting en profundidad, sabiendo qué nos va a lanzar el rival. Haciendo preguntas al entrenador, diciéndole lo que veo también y asegurándome de estar cómodo al entrar en el partido”.
Así se explica que, sin hacer mucho ruido, el pivote de los Suns fuese uno de los artífices de una de las victorias más importantes del curso cuando los de Monty Williams se impusieron por 84 a 80 ante los LA Clippers en el cuarto partido de la serie. En ese triunfo, que puso el 3-1 en el global, Ayton fue el único jugador en toda la noche que superó el 50% de efectividad lanzando más de 10 tiros a canasta, finalizando con 19 puntos, 22 rebotes, 4 tapones y una serie de 8 de 14 intentos (57,1%). Una precisión fruto de la calidad de los pases que recibe de Paul y Booker, pero también de su propia evolución y crecimiento en Playoffs. Tal es el caso que el bahameño está promediando un 70,9% de acierto en sus lanzamientos a canasta, el mejor de toda la historia con un mínimo de 100 intentos, superando a Clint Capela en 2018 (66%) y James Donaldson en 1988 (65,5%).
“Creo que alcancé el siguiente nivel en el que realmente necesito estar, en este nivel cuando se trata de competir. Voy a hacer mi mejor esfuerzo. Cuando tienes una oportunidad como esta, no puedes darla por sentada”.
Puede que Ayton no acabe siendo la fuerza dominadora y el pivote generacional que se preveía en su etapa previa a la NBA, pero puede convertirse en un jugador fundamental en un equipo contender. Y eso, en la mayoría de los casos, es más importante que cualquier galardón individual o reconocimiento público.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.