La NBA celebrará en la temporada 2021-2022 su 75º aniversario, un momento de recuerdo, de memoria y para mirar atrás hacia la rica historia que posee la liga norteamericana. Una competición surgida al calor de los cambios que se produjeron en la sociedad americana tras la II Guerra Mundial y que favorecieron el auge del deporte como un reclamo más dentro de la gran oferta de ocio de aquel momento.
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Para cuando se creó la BAA en 1946, organización que acabaría resultando años más tarde en la NBA tras su fusión con la NBL, el básquet profesional había crecido enormemente, siendo uno de los principales reclamos para los aficionados, así como el juego que ya contaba con nombres reconocibles y que dejarían su huella en el tiempo.
Es por ello que desde el staff de NBA.com en español hemos decidido elegir a los 10 mejores de cada década en la liga, los jugadores que marcaron un antes y un después, por su talento y éxito. Es importante matizar que esto no es un Top ni los protagonistas están ordenados de mejor a peor, sino que todos ellos tienen el mismo valor. Tras las dos primeras décadas llegamos a la primera edad de oro de la NBA, la década de 1960, era de dominio de Boston Celtics pero también de auge del deporte y crecimiento en el juego.
Elgin Baylor
Tristemente fallecido en este 2021, Elgin Baylor fue un revolucionario en su posición, elevando el puesto de alero a un nivel por entonces desconocido. Su mayor éxito no vino de la mano de campeonatos, sino más bien por la durabilidad de su punto alto de rendimiento, el cual abarcó toda la década de los 60 hasta su declive físico por culpa de las lesiones. El nativo de Washington DC tuvo la "mala" fortuna de coincidir en tiempo con algunas de las leyendas de mayor renombre de todos los tiempos, tanto en palmarés como en registros individuales, algo que le privó de poder haber optado a llevarse algún que otro MVP, como en 1961 y 1963.
Mirar su registro en las Finales es quedarse corto a la hora de entender a Baylor. La importancia del perfil técnico del alero se encuentra en cómo era capaz de balancear su cuerpo rumbo hacia el aro, oscilando desde sus hombros hasta la punta de sus pies y consiguiendo encontrar líneas diagonales en sus dos pasos de finalización cuando la inmensa mayoría de la población de la liga solo podía aspirar al impacto frontal. Su privilegiado tren inferior le permitía parar y arrancar sobre drible dejando sentados a sus perseguidores, especialmente en las anárquicas transiciones de aquella época, a lo que se une un especial mimo por el gesto final que define una anotación relacionando para siempre el reverso a una mano con su propia persona.
Incluido en el Salón de la Fama en 1977 tras haber disputado ocho Finales de la NBA, ser once veces All-Star, diez veces All-NBA y Rookie del año en 1959, Baylor es uno de los ejemplos más ricos de excelencia en su contexto cuya figura no ha de ser entendida por sus conquistas colectivas o individuales sino por el hueco que dejó en sus contemporáneos y generaciones sucesivas.
Wilt Chamberlain
La superioridad física y técnica hecha hombre. Nunca nadie dominó una cancha de básquet como lo hizo Wilt Chamberlain y muy probablemente nadie lo vuelva a hacer. Inalcanzable en todos los sentidos, como lo son buena parte de los registros estadísticos que fue atesorando a lo largo de su carrera, obscenas exhibiciones anotadoras, reboteadoras e incluso como asistente que revelan lo sencillo que le resultaba al pivote controlar un encuentro a placer.
Lejos de la narrativa que lo definió como un grandísimo jugador pero incapaz de hacer ganar a sus equipos, la realidad fue bien distinta, pues en toda su carrera solo se perdió una edición de Playoffs, llegando a tres Finales en la década y ganando un anillo.
Sobran palabras, adjetivos y registros para defender la posición de Chamberlain en la historia como uno de los más grandes que haya conocido el básquet. Una figura que dotó a la NBA de relevancia a escala nacional y que fue uno de los responsables de que en los 60 viviesen su primera edad dorada.
Hal Greer
El perenne y siempre regular Greer desarrolló toda su carrera en la misma franquicia, comenzando en los Syracuse Nationals hasta su traslado a Philadelphia como los 76ers. Un escolta muy versátil que supo adaptarse a la perfección al cambio de los tiempos en la liga y a los diferentes planteles que tuvo el equipo, desde los últimos Nationals de Schayes donde Greer era la voz cantante, a ser un actor secundario perfecto para que Chamberlain brillase.
Un buen ejemplo de su larga y dilatada trayectoria es que prácticamente 50 años después de su retiro, Greer sigue siendo el jugador que más partidos ha disputado, más minutos ha jugado, más tiros ha intentado y más puntos ha anotado de toda la historia de los Sixers. Una auténtica leyenda, en ocasiones ignorada, y sin la cual no pueden entenderse los 60.
John Havlicek
Los 60 es la época de los Celtics y Havlicek ocupa un lugar destacado en la imagen general de la década. Un anotador de un enorme talento y gran versatilidad que tuvo que trabajar duramente para hacerse con un hueco en un plantel repleto de estrellas como el de Boston en aquella época, pasando de sexto hombre a titular indiscutible con el tiempo.
La historia de la franquicia verde podría haber sido muy diferente de no haber sido por la intervención de Hondo en no pocas ocasiones, especialmente en los Playoffs, donde acostumbraba a dar siempre un paso al frente. Es imposible hablar de Havlicek sin hacer referencia a lo ocurrido en las Finales de División en 1965 cuando, con el encuentro ante los 76ers en el cierre, el alero logró interceptar un pase que significó el pase a las Finales. Tiempo después acabaría por asentarse como la principal referencia ofensiva del equipo, llevándolos al triunfo en concreto en 1968, primero contra Philadelphia en el Juego 7 donde rozó el triple-doble y más tarde frente a Lakers en el sexto encuentro para llevarse el campeonato con 40 puntos.
Havlicek seguiría su carrera cuando todas las leyendas de los Celtics colgaron las botas, siendo el líder indiscutible de la franquicia y comandando la segunda era de éxitos para los verdes en la década posterior.
Sam Jones
No nos movemos de Boston, pues con Sam Jones tenemos el ejemplo perfecto de lo que supone ser ignorado a pesar de ser uno de los deportistas más exitosos de la NBA. Entre 1959 y 1966, junto a KC Jones y Bill Russell, el escolta fue el único jugador capaz de llevarse 8 campeonatos consecutivos, una marca que probablemente nadie consiga igualar nunca más. Con una suspensión majestuosa y de largo recorrido, el nativo de North Carolina fue pasando de ser un revulsivo del banco a tomar el testigo de Bill Sharman como el escolta de referencia de los Celtics con el paso de los años.
Así, su periodo de mayor rendimiento sucedería en la segunda parte de la década, donde atesoró tres nominaciones consecutivas para el All-NBA (todas en el segundo quinteto) que incluyeron explosiones anotadoras brillantes, siendo la más célebre la ocurrida en 1967 ante los Knicks en Playoffs, donde anotó 51 puntos. Jones se ganó la fama de tener un as bajo la manga en los momentos cruciales de los partidos, con tiros ganadores como en el Juego 7 de las Finales de División de 1962 contra los Warriors.
Bob Pettit
Alguien que repite desde el ránking de la década anterior y que logró extender su fantástico nivel en los 60 hasta su retiro en 1965. Pettit fue madurando como jugador y uniendo fuerzas en el tridente junto a Hagan y Lovellette, pero que se vio privado de éxito por la existencia de unos Celtics demasiado dominantes en aquella época. No obstante, el ala pivote siguió formando parte de la elite de la competición, logrando entrar entre 1960 y 1965 en los quintetos All-NBA, siendo todos en el primero salvo el año de su retiro.
Willis Reed
Rocoso, sólido y fiable, Reed formó parte de la generación de jugadores que aprendió primero a perder para después ganar. Desde su llegada a la liga en 1965 tuvo que lidiar con dos grandes potencias en el Este como eran Sixers y Celtics, quienes contaban con los dos mejores pivotes de la categoría, los cuales ayudaron de manera indirecta al desarrollo de Reed, pues aprendió a cómo competir contra estos gigantes y cuáles podrían ser sus debilidades.
Sus mayores éxitos en lo colectivo vendrían en la siguiente década, pero en el segundo lustro de los 60 empezó a dar detalles del jugador que podía llegar a ser, colocándose como un defensor excelente en el cara a cara contra los pivotes así como un hueso duro de roer. De haber registros de robos y tapones (ya ni hablemos de estadísticas avanzadas), la figura de los Knicks habría liderado en buena parte de estos apartados.
Oscar Robertson
Los 60 fueron una época de renacimiento para la NBA y de revolución en el puesto de base, pues comenzaron a llegar una serie de jugadores que poseían habilidades que los hacían únicos en la creación de juego. Pero lo destacable del cambio no vino únicamente por la sustancial mejora en el pase o en la distribución, sino también como anotadores y, en definitiva, como jugadores más completos. Quizás el mejor representante de esta tendencia fuese Oscar Robertson, que delineó en lo que acabaría por convertirse la posición de base años más tarde, asumiendo un alto volumen de uso ofensivo y siendo el alma del equipo.
Innovador en muchos sentidos desde lo técnico, Big O se convirtió en un auténtico fenómeno en los Royals, dando exhibiciones desde la media distancia, con lanzamientos tras giro, que se convirtieron en su seña de identidad. Máximo asistente de la competición en 7 temporadas a lo largo de la década, Robertson se llevaría en 1964 uno de los MVPs más reñidos de todos los tiempos, con Chamberlain promediando 36,9 puntos o Bill Russell siendo el más determinante de la liga.
La figura de Robertson va incluso más allá del deporte, acostumbrando a no ser una estrella ajena a la problemática social y que estuvo muy implicado en las cuestiones relativas al sindicato de jugadores, liderando las protestas que se dieron en la década posterior.
Bill Russell
El otro jugador que definió los 60 y cuya huella de su éxito todavía perdura. El deportista más laureado de todos los tiempos, poseedor de dos títulos universitarios, una medalla olímpica y 11 campeonatos de la NBA. Esto debería ser suficiente carta de presentación para Bill Russell, ¿no? Incorrecto. Con el pivote verde se ha tendido a olvidar su perfil, figura y personalidad, alguien que desde el primer momento se mostró tal y como era, a pesar de cómo pudiese afectarlo aquello en los primeros pasos de su carrera, ganándose el respeto de sus compañeros, técnicos y rivales prácticamente al instante.
Un líder en el estricto sentido de la palabra, que logró mantener unido a un conjunto que dependía enormemente de él tanto en ataque como en defensa, donde dominó como pocos en la liga. Russell fue el ancla de los Celtics campeones en las diferentes fases que atravesaron, siendo incluso su técnico entre 1966 y 1969, siendo el primer afroamericano en lograr tener éxito como entrenador. Pero también fue alguien decisivo fuera de las canchas, convirtiéndose en uno de los primeros deportistas comprometidos con los derechos civiles a escala nacional y que nunca tuvo miedo a decir lo que pensaba.
La historia de la NBA no puede entenderse sin Bill Russell, y menos la de los 60.
Jerry West
De estilo depurado y elegancia máxima, Jerry West fue la gran estrella de los primeros Lakers asentados en Los Ángeles, lugar donde acabaría por convertirse en todo un mito con el paso de los años. Mr. Clutch siguió los pasos de Robertson y condujo la posición de base al siguiente nivel, exprimiendo todavía más la condición de anotador del puesto. Su conjunción junto a Baylor les permitió formar un tándem irrepetible que se complementaba a la perfección, llegando a alcanzar cimas en lo colectivo que por puro talento del roster habría sido imposible hasta la llegada de Chamberlain años después.
Gracias a su imponente envergadura en relación a su estatura (1,90), West logró establecerse como un fantástico finalizador en contacto, así como brillar en el uno contra uno cuando las normas con respecto al dribbling eran mucho más limitadas que en la actualidad. Al igual que con Chamberlain, su registro en las Finales no hace justicia en absoluto a lo que fue su carrera, alguien único y que pudo alcanzar un nivel individual tan alto por la negativa a rendirse ante las derrotas frente a los Celtics.
- Menciones de honor: Jerry Lucas y Tom Heinsohn
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.