Es llamativo cómo las cosas pueden cambiar de un año a otro. Cómo gracias a ciertas modificaciones o una decisión un equipo puede encontrar un nuevo destino. El objetivo de Atlanta Hawks al inicio de la temporada 2020-2021 no era otro que alcanzar los Playoffs. Un reto ambicioso pero realizable teniendo en cuenta lo agresiva que había sido la gerencia durante la offseason, rodeando a los jóvenes de veteranos que dentro de un rol concreto podrían ayudar a maximizar el potencial del grupo. La decisión de los de Georgia de poner todo encima de la mesa venía motivada por los negativos resultados que habían ido consiguiendo desde el momento que iniciaron su reconstrucción en 2018.
No era para menos, pues después de hacerse con Trae Young en el Draft y de que este explotase hasta convertirse en All-Star en su segunda campaña, la proyección del base no era otra que acabar formando parte de la élite de la competición. Sin embargo, los Hawks parecían no poder romper su particular techo de cristal, quedándose en esa peligrosa zona de la clasificación ubicada lo suficientemente lejos de los Playoffs y de la parte que más probabilidades da de tener un pick alto.
Últimos, duodécimos y penúltimos. Ese fue el palmarés de los Hawks entre 2018 y 2020. Una cuestión que trajo de cabeza a Travis Schlenk, General Manager de la franquicia, que ya en marzo de 2020 inició su particular plan para colocar al equipo en la posición que merecía. Hacía falta una transformación, una modificación que tuviera un efecto positivo sin afectar a la base que se había ido construyendo en las temporadas previas. Es decir, que sin afectar a los cimientos del edificio todo el interior fuera diferente.
Para ello se hicieron con un interior cuyo valor de mercado había caído considerablemente pese al rendimiento que podía ofrecer como era Clint Capela a cambio únicamente de Evan Turner y una Primera Ronda de Draft. De este modo, Atlanta se hacía con los servicios del mejor aliado posible para Trae Young, formando una dupla de altísima calidad en el bloqueo directo, base del juego de la franquicia, así como desplazar a John Collins a su puesto natural de ala pivote. Todo esto se fue rápidamente al traste con la suspensión de la temporada regular en marzo de 2020, quedando además fuera del reinicio en la burbuja, asestando el último golpe al orgullo del joven plantel.
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La principal ilusión a la que los Hawks podían aferrarse era la Agencia Libre, tradicionalmente un tramo del curso que puede convertirse en un caramelo envenenado. Especialmente por los altos salarios a los que se ven llevados a ofrecer a los jugadores en aquellos mercados que no son tan atractivos como otras grandes ciudades. Un movimiento siempre arriesgado ya que una decisión errónea puede significar hipotecar el futuro a largo plazo de la franquicia. Así pues, Schlenk logró convencer a veteranos llamados a aportar en apartados que habían echado en falta en el pasado, realizando una labor en el mercado que les convirtió en un equipo más que preparado para el siguiente nivel:
- Bogdan Bogdanovic: contrato de 4 años por 72 millones.
- Danilo Gallinari: traspaso vía Oklahoma City Thunder por una 2ª Ronda de 2025
- Rajon Rondo: contrato de 2 años y 15 millones. Traspasado en marzo por Lou Williams.
- Tony Snell: traspaso vía Detroit Pistons a cambio de Dewayne Dedmon.
- Kris Dunn: contrato de 2 años y 10 millones.
La NBA se basa en aprovechar tu oportunidad y desde los despachos de los Hawks han sabido jugar sus cartas a la perfección para llegar a las Finales de Conferencia (y empezar ganándolas) en un tiempo récord. Pero la clave de su éxito no ha estado solamente en los despachos.
De Budenholzer a McMillan pasando por Pierce
La etapa más reciente en la que los Hawks alcanzaron cimas altas en los Playoffs fue la inmediatamente previa a la actual. Liderados por un vanguardista Mike Budenholzer, aquel equipo representó una vía alternativa a los contenders repletos de superestrellas que dominaban la NBA a mediados de la década pasada. Fundamentados sobre un juego coral que encontraba en la distribución del balón la mejor manera de sumar victorias, el conjunto de Georgia se ganó el cariño del público con jugadores como Kyle Korver, Al Horford, Jeff Teague, Paul Millsap o DeMarre Carroll.
El punto más alto de aquel proyecto sucedería en 2015 cuando, igual que ahora, llegaron hasta las Finales de Conferencia, siendo barridos por los Cleveland Cavaliers sin apenas inconvenientes (4-0). El recorrido de aquel proyecto fue más corto del esperado en un primer momento, pues piezas clave fueron abandonando el barco progresivamente conforme las carreras en Playoffs se fueron reduciendo, dando al traste con un conjunto llamado a ser los San Antonio Spurs del Este.
Después de 5 campañas completas, Budenholzer emprendió su camino a Bucks, llevando a la gerencia a una reconstrucción que arrancaría sobre dos pilares: Trae Young y Lloyd Pierce. Mientras el primero no necesita presentación, el segundo era en aquel verano uno de los asistentes más cotizados de la NBA por su pericia defensiva y del que se destacaba su liderazgo.
La relación entre las dos patas del proyecto no empezó de la mejor manera y nunca llegó a alcanzar el grado de cohesión suficiente para sacar lo mejor de los dos. A una plantilla poco competitiva hubo que sumar un clima no muy positivo que fue minando el rendimiento colectivo hasta alcanzar un punto de no retorno que se materializó en el despido de Pierce en marzo de 2021.
En cuestión de 4 meses su sustituto ha logrado lo que se le había pedido a Lloyd Pierce a su llegada a la organización: consistencia, defensa y un ambiente ganador. La experiencia de más de media vida en la NBA que atesora Nate McMillan ha sido el mejor acelerador del talento que tenían los Hawks en plantilla. Curiosamente, el técnico ha necesitado 17 campañas como primer entrenador para finalmente llegar a Finales de Conferencia, mientras que Young tan solo 3.
Territorio Playoffs
En postemporada hay tres tipos de equipos. Están aquellos llamados a ganarlo todo y que cumplen con los objetivos, aquellos que pese al talento del que disponen no logran ser consistentes en el juego y en lo mental y luego los que maximizan sus recursos y se convierten en la sorpresa de la fase final. Los Atlanta Hawks han demostrado tener una marcha más que sus competidores pese a la aparente inexperiencia que su plantel tenía en comparación a otros rivales. Desde el inicio de los Playoffs quedó claro que para Trae Young el simple hecho de haber llegado no era suficiente para estar satisfecho. Quería más. Y más tuvo.
Los primeros en sufrir ese extra que se tenía guardado el base fueron los New York Knicks, que encontraron en la figura del oriundo de Texas a un villano perfecto sobre el que vertir su pasión por este deporte. Young devolvió al Madison Square Garden a su hábitat natural, prendiendo la mecha y dejando momentos para el recuerdo.
A lo largo de esa Primera Ronda, los de McMillan no dieron muestras de tener grieta alguna, ofreciendo alternativas según avanzaba la serie y con una madurez impropia de unos debutantes. La sobriedad de la que hicieron gala sirvió como trampolín al interno del vestuario, generando en la plantilla al completo un efecto sumamente positivo que ayudó a figuras secundarias a dar su mejor versión en su rol y a otros como Capela, Collins y Williams a ofrecer un extra más que necesario. Una experiencia enriquecedora fruto de la defensa planteada por los Knicks que sirvió de momento fundacional de lo que podrían ser los Hawks: un grupo con las ideas claras en ataque, un espaciado ofensivo excelente y una defensa correcta fundamentada sobre el esfuerzo grupal. Una labor que tras la llegada del nuevo técnico ha alcanzado un rendimiento altísimo que les está llevando a ser la cuarta mejor defensa de lo que llevamos de Playoffs, encajando 107,9 puntos por 100 posesiones.
Más adelante esperaba uno de los principales gallos del Este como eran los Philadelphia 76ers, quienes dieron la sensación de confiarse en exceso en el inicio de la serie y lo acabaron pagando a posteriori. A excepción del primer duelo, los de Rivers dieron la sensación no solo de ser mejores sino de ser más dominantes, capaces de exprimir las deficiencias de Atlanta de un modo que no habían conseguido otros en el pasado. Pero la clave para los Hawks estuvo en la consistencia que demostraron tener y en una constante habilidad para reorganizarse después de un mal arranque. Los Sixers desperdiciaron amplias ventajas al descanso en los partidos 4 y 5 que dieron alas a sus rivales y les llevaron a poder hacerse con el control de la eliminatoria sin apenas complicaciones.
Lo más importante de la serie que han tenido los Hawks está en que, pese a las limitaciones que tiene su equipo, han logrado exprimir al máximo a cada jugador, elevando a lo más alto a una franquicia que regresa a Finales de Conferencia por primera vez desde 2015. La última vez que esta organización consiguió llevarse al menos una victoria en la serie eliminatoria previa a las Finales el equipo acababa de mudarse de St. Louis a Atlanta (1969), cuando Nate McMillan tenía 5 años. ¿Hasta dónde llegarán este año?
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