Una de las principales historias que han protagonizado la previa de las Finales de la NBA en este 2021 ha sido la insólita casualidad de que entre los dos equipos no haya ningún campeón de la competición. Un hecho más que notorio dado el cíclico proceso de dominación que se da en la liga desde prácticamente sus orígenes, pasando de un conjunto intratable a otro que le sucede rápidamente en el tiempo.
Estas series por el título serán recordadas en adelante por su condición de irrepetibles. Dos mercados pequeños sin unos planteles particularmente repletos de estrellas que han sido capaces de estar a tan solo 4 victorias del anillo. Más allá de toda esta narrativa, a ojos de la mayoría ha pasado de inadvertido uno de los jugadores sin los que los Phoenix Suns no habrían conseguido llegar a estas instancias, precisamente alguien que sabe muy bien lo que es ganar, pues saboreó esas mieles antes incluso de desembarcar en la NBA.
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Mikal Bridges se ha destapado en esta temporada 2020-2021 como una figura imprescindible para Monty Williams. Uno de esos jugadores que parecen representar a la perfección la identidad de un equipo y que, fuera de ese contexto, carecería de sentido. Intenso, inteligente, resolutivo y certero en la toma de decisiones en defensa, el nativo de Philadelphia ha dado más que un paso adelante en este curso, convirtiéndose en el nuevo 3&D por excelencia de la liga. Con Bridges esa etiqueta se queda hasta corta porque no es simplemente alguien que defienda y tire de tres sin mayor impacto en el juego. No, el alero es capaz de moverse sin la pelota, encontrar sus espacios cerca del aro y tomar el balón y ejecutar a la perfección.
La historia del jugador de 24 años es una marcada por el éxito al más alto nivel amateur como es la NCAA. Reclutado en 2014 y debutando en 2015 en Villanova, Bridges se unió en el mejor momento posible a su universidad local, pues desde su llegada hasta su marcha este conseguiría 2 campeonatos nacionales de 3 posibles, algo al alcance de muy pocos en toda la historia. La participación de la figura de los Suns en el equipo no fue testimonial, ni mucho menos, Mikal fue ganando peso poco a poco en la rotación de Jay Wright, comenzando desde el banco hasta convertirse en la segunda opción ofensiva solo por detrás de Jalen Brunson, actual integrante de Dallas Mavericks.
En Villanova aprendió a dejar a un lado su ego, sus demandas como jugador y las ganas de protagonismo en favor del colectivo, del éxito de todos, de la victoria. A nadie le importa cuántos puntos metió o dejó de meter alguien en concreto si al final consiguió la victoria. Y Bridges es el ejemplo perfecto de ello.
"Mi principal papel es salir y tratar de liderar a este equipo... Siempre ser agresivo”, dijo el jugador en la previa de la Final Four de 2018. “No necesito tantos tiros porque simplemente jugamos el uno para el otro, vemos cómo reacciona la defensa y tratamos de crear para el compañero. A ninguno de nosotros le importa cuántos lanzamientos hacemos".
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Esa mentalidad altruista y concepción colectiva de lo que debe ser el básquet no encajó del mejor modo en su desembarco en la NBA, recalando tras una frenética noche del Draft en unos desestructurados Phoenix Suns que pasaron sin pena ni gloria por la temporada 2018-2019, cerrando la clasificación por abajo. Ese primer curso no fue en absoluto fácil para Bridges, quien se encontró descolocado, sin un rol claro y teniendo que acostumbrarse a algo que solo había sucedido en 12 ocasiones a lo largo de 3 temporadas: la derrota. Durante demasiado tiempo, Suns y perder fueron prácticamente sinónimos. El interminable tramo de reconstrucción iniciado en 2010 tuvo como resultado una larga travesía por el desierto, pero también sirvió para acumular los jugadores necesarios para dar el siguiente paso.
La llegada de Monty Williams fue el inicio del cambio en el Valle, pero este no se aplicó instantáneamente en Bridges, que hasta la suspensión de la campaña en marzo de 2020 estaba viviendo la continuación de su año rookie. Fue ese tiempo de inactividad lo que le ayudó a reflexionar, a poner orden en su vida, madurando como jugador y persona lo suficiente para poder dar ese extra que tanto necesitaba el grupo en las alas. Así, en la burbuja, el jugador de Philadelphia dio el salto que tanto se esperaba de él, convirtiéndose en uno de los nombres propios de los imbatibles Suns, pasando de promediar 8,7 puntos con un 35% en triples a 12,8 tantos y un 40% desde la larga distancia. Más que notable fue el triunfo ante los Sixers, equipo que le seleccionó originalmente, a quienes les endosó 24 puntos en una serie de 8 de 10 lanzamientos.
La burbuja fue el primer paso, pero pese a ello la confianza de Bridges y su papel en el equipo no estaban del todo claros para él. Ahí fue donde Monty Williams supo ayudarle y entenderle para darle la seguridad suficiente que hiciese de él el jugador que es hoy.
“No estaba muy seguro de cómo iba a encajar aquí, y no estábamos muy seguros de cómo ayudarlo", reconoció el técnico recientemente. "No fue tan consistente como queríamos a principios de año, y él y yo tuvimos una conversación bastante importante sobre lo que esperaba, pero también sobre cómo podría ayudarlo. Y para su propio éxito, aceptó todo lo que le pedí".
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La burbuja sirvió como trampolín pero también como una inyección de seguridad en Mikal Bridges, que finalmente recordó lo que significaba la palabra equipo y todo lo que ello requería. En adelante, rumbo a la campaña 2020-2021, el alero volvió a ser él mismo, alguien altruista, desinteresado y capaz de todo sobre una cancha, siempre al servicio de la masa.
"Ha sido todo un viaje. Ha sido una locura desde la noche del Draft, y es genial. Estoy feliz de estar aquí. La burbuja también, sin saber lo que iba a pasar. Ir allí sin saber lo que iba a suceder parecía una especie de torneo AAU nuevo, pero eres mayor y profesional. Fue diferente pero divertido al mismo tiempo", recordó en la previa de las Finales sobre sus vivencias en Orlando. "Conseguir el 8-0 lo hizo todo un poco más divertido, nos fortaleció a medida que nos acercábamos porque nos veíamos todos los días y nos llevó a donde estamos ahora. Obviamente, agregar jugadores clave también ayudó, pero creo que facilitó construir conexiones como equipo y acercarme a los chicos que ya estaban aquí dejó una especie de sello de que somos una familia".
El éxito ha sido una constante en la carrera de Bridges, algo que también podría haberse dicho de Donte DiVincenzo de no haberse lesionado, con quien compartió equipo en college. Aprender a convivir con el error, atreverse a dar el paso y saber que uno se encuentra en la más pura élite no es sencillo y el jugador de los Suns ha conocido los dos dos extremos en su corta carrera en la NBA, lo más alto y también lo más bajo.
Es por ello que esa experiencia previa en NCAA, disputando encuentros donde solo se concibe la victoria y no hay margen para el fallo son un plus en una figura que a sus cortos 24 años le está ayudando a saber gestionar la montaña rusa de emociones que puede suponer unos Playoffs.
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"Esto es diferente, esto son unas Finales de la NBA, todo es distinto", respondió el jugador de los Suns al ser preguntado por las similitudes con la universidad. "Pero hablando de esto el otro día, creo que lo único para lo que me preparó fue para los medios de comunicación. Estar en una Final Four, con la prensa volviéndose loca, es más difícil que estar en la cancha. El entrenador Wright nos ayudó mucho en ese sentido".
Porque cuanto más lejos llega uno en una competición más atención despierta, más ojos están pendientes de este y más sensible se es a las críticas. Lidiar con ello ha llevado de cabeza a no pocos jugadores, algunos obsesionados con lo que escriben o dicen de ellos, algo que para Bridges no reviste la mayor importancia, como si de un veterano curtido en mil batallas se tratase.
Su redención y explosión en 2021 es un ejemplo de que el básquet NBA es siempre colectivo y que más allá de habilidades individuales y carga táctica, el juego lo hacen los grupos y lo define el nivel de cohesión que estos tengan. Los Phoenix Suns son un equipo con todas las letras, una encomiable labor liderada por Monty Williams y secundada por un vestuario unido que gracias a lo vivido en Disney ha logrado dar ese paso adelante con un plantel sin experiencia alguna en lo más alto.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.