Pronunciar el nombre de los Chicago Bulls trae consigo invocar a una de las franquicias más laureadas de todos los tiempo además de una de las más exitosas. No obstante, los periodos precedentes y sucesivos al éxito conseguido entre 1991 y 1998 han estado protagonizados por una constante alternancia entre posiciones de relevancia en la liga con proyectos insatisfactorios y donde las derrotas han sido la tónica dominante. Antes de la llegada de Michael Jordan a las orillas del lago Michigan la franquicia de Illinois se encontraba en tierra de nadie y carentes de identidad.
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El primer episodio de la esperada serie documental The Last Dance ha puesto encima de la mesa la realidad que vivían los Bulls a inicios de los años 80. Encuadrados en un gran mercado como el de Chicago que contaba con casi 8 millones de personas, baseball, hockey y football competían por la hegemonía deportiva del área metropolitana mientras el baloncesto se veía superado por el incipiente equipo de fútbol indoor.
Origen y años de oro
Para encontrar el comienzo de la NBA en la ciudad de Chicago hay que remontarse a los Chicago Stags procedentes de la BAA y que compitieron en la liga entre 1946 y 1950 de la mano de su estrella Max Zaslofsky. Tiempo más adelante la franquicia que posteriormente se convertiría en los Washington Wizards inició su historia bajo el nombre de Chicago Packers (1962) siendo renombrada al año siguiente como Chicago Zephyrs (1963). El deporte de la naranja no arraigaría en estas primeras décadas de existencia de la NBA pese a encontrarse en una de las zonas con mayor tradición del país y lugar del que saldrían jugadores de la talla de Cazzie Russell, Tom Hawkins o Jerry Sloan.
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No sería hasta 1966 cuando la franquicia de los Bulls entró en la NBA bajo la dirección de Dick Klein, que ya había estado detrás de las tres franquicias que compitieron en la liga anteriormente, con la diferencia que entregó las llaves del equipo a Red Kerr, nativo de la ciudad, y un ávido técnico que les llevaría a los Playoffs en sus dos primeras temporadas. "Teníamos buenos jugadores liderados por buenos hombres, por lo que nos volvimos competitivos", dijo al respecto de ese año Klein.
Tras la salida de Kerr llegaría a los banquillos un joven Dick Motta con el que se iniciarían los primeros años dorados de la franquicia consiguiendo 356 victorias en 656 partidos y llegando en dos ocasiones a las Finales de Conferencia. Una época marcada por la presencia de Chet Walker, un alero físico y completo que junto a la leyenda Bob Love que lideraría a los Bulls en todos los sentidos como un ala pivote anotador y con una suspensión con un ángulo de salida inalcanzable para sus rivales que le hizo uno de los mejores en su posición en aquel momento.
El tridente formado por Motta, Love y Walker llegaría a su fin en la temporada 1975-76 con el adiós de este último al retirarse tras caer eliminados a manos de los Golden State Warriors en las Finales de Conferencia. Un decepcionante balance de 24-58 hizo que el técnico abandonase el barco dejando a su suerte a un veteranísimo Love que a sus 34 años empezaba a sentir el peso de la edad sobre sus rodillas.
Travesía por el desierto
Con Ed Badger como nuevo técnico en 1976 se creyó vivir un momento de renacimiento gracias a la potencia física de un Artis Gilmore que entraba en sus mejores años tras haberse curtido en la ABA y junto al joven Mickey Johnson, nativo de la ciudad de Chicago y que alcanzaría su pico de carrera en los Bulls. Sin embargo, la ferocidad en la parte baja de la Conferencia Oeste en aquella época con Warriors, Bucks y Pistons hicieron del renovado proyecto de los Bulls un espejismo.
Así entraría en escena Jerry Sloan que ya como entrenador obtendría en su ciudad su primera oportunidad al frente de un banco en la NBA en 1979 tras retirarse y ejercer como asistente de Larry Costello. De la mano de Sloan el proyecto siguió su rumbo sin destino, vibrando con cada exhibición de Gilmore que llegó a promediar 24 puntos y 13 rebotes antes de sufrir una lesión de rodilla en 1979 que lo condicionaría desde el estilo de juego en el resto de su carrera.
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Seis técnicos se sucederían entre 1978 y 1983 y tan solo seis encuentros disputados en Playoffs en una media de 33 victorias por temporada. Una situación que ponía contra las cuerdas a la franquicia antes de que la misma pasase a manos de Jerry Reinsdorf en 1984.
Como último apunte de esta época, en el Draft de 1979 los Bulls perdieron el tradicional cara o cruz contra Los Angeles Lakers. De haber ganado ese sorteo se habrían hecho con la primera elección y eso habría significado ni más ni menos que Magic Johnson.
El último equipo antes de Jordan
La temporada 1983-84 vio a un nuevo entrenador, Kevin Loughery, tomar las riendas de un conjunto formado por un elenco de jóvenes de todo tipo y condición que no les llevaría en absoluto a hacer historia en la NBA. Orlando Woolridge, Quintin Dailey, Reggie Theus o Dave Greenwood fueron los nombres propios de la temporada que hizo posible que Chicago acogiese a Jordan en el siguiente Draft.
Hasta en seis ocasiones los Bulls encadenaron más de cinco derrotas consecutivas, incluyendo dos rachas de más de ocho encuentros sin conocer la victoria y que definitivamente les lastró a ocupar las últimas posiciones de la Conferencia Este. Un año terrible que finalizaría con un balance de 27-55 pero gracias al renovado sistema de Draft de lotería que beneficiaba a los equipos con más derrotas, la franquicia dispondría de la tercera elección en la ceremonia de 1984. El equipo finalizaría con el segundo peor récord de toda la liga, solo superados por Indiana Pacers (26-56).
Chicago Bulls 1983-84
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.