Llegados a 2019 la carrera de Carmelo Anthony parecía haber entrado definitivamente en una espiral de la que difícilmente podría escapar. Apartado de la dinámica de los Houston Rockets tras solamente 10 partidos y ser cortado por Chicago Bulls tras un intercambio de figuritas en el trade deadline, el gran anotador que una vez llegó a ser una de las caras más reconocibles de la NBA se quedó sin sitio. Su estilo lento, su tendencia a acaparar el balón en acciones interminables y unos promedios cayendo en picada desde 2015 parecían indicar la puerta de salida a Melo.
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La vida da muchas vueltas, más en la NBA, y las circunstancias en las que se encontraban los Portland Trail Blazers, asolados por las lesiones y sin reemplazos de los que echar mano, les llevaron a apostar por una cara conocida. El 19 de noviembre de 2019 Anthony firmaba un contrato de un año parcialmente garantizado con el equipo de Oregon. Ambas partes se necesitaban. Una precisaba de flexibilidad en las rotaciones y de un jugador que jugase como ala pivote; y la otra tan solo necesitaba una oportunidad.
49 partidos después de su debut contra New Orleans Pelicans es imposible negar que Anthony se ha vuelto a ganar un puesto en la mejor liga del mundo. Ha dejado claro que es capaz de adaptarse a las necesidades del equipo, rompiendo la narrativa que tiempo atrás le acompañó y siendo una pieza fundamental para unos Blazers que afrontan la reanudación de la competición con la posibilidad tangible de alcanzar los Playoffs tras una temporada que ha sido una verdadera montaña rusa.
En los últimos días, coincidiendo con la llegada del equipo de Terry Stotts a Walt Disney World, lugar donde se va a desarrollar la lucha por el anillo, fueron muchos aquellos que se sorprendieron con el asombroso cambio físico mostrado por Carmelo Anthony. Más fino, ligero y musculado, el jugador de 36 años parece haber recuperado una forma física más propia de sus mejores años.
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La razón de esta transformación reside en la recuperación de Zach Collins y Jusuf Nurkic para el juego interior, lo que permite a Stotts poder alinear a Anthony en su posición natural de alero y plantear alineaciones más tradicionales.
"Una vez que el entrenador me dijo la posición, que volvería al tres, me desafié a mí mismo a bajar a ese peso en el que me siento cómodo jugando de tres", dijo Anthony a los medios recientemente. "Fue un gran motivación para mí, volver a ese peso exacto o alrededor de 104-106. No he estado en ese peso desde el principio de mi carrera".
Es una incógnita ahora mismo saber si realmente ese cambio físico va a tener un traslado directo al juego de Melo, especialmente en defensa, frente a emparejamientos mucho más jóvenes y frescos que él. Pero la realidad es que, independientemente del peso, en esta última temporada en Portland Trail Blazers, Anthony ha conseguido revitalizar su figura como jugador y, lo más importante, modelar su juego a las necesidades de su equipo.
Así ha cambiado su juego
Durante mucho tiempo se criticó que Carmelo Anthony no fuese capaz de adoptar un rol secundario en el sistema ofensivo de sus respectivos equipos. Dejando a un lado la corta experiencia de los Rockets, la realidad en Oklahoma City Thunder (2017-2018) y las últimas dos temporadas en New York Knicks (2016 y 2017) dejaban claro que su mejor época como anotador de volumen había ya pasado. El cambio era necesario. La NBA estaba inmersa en un progresivo abandono de las distancias medias, aquellas que tiempo atrás tanto dominó, y urgía que pudiese reconvertirse más en un ejecutor que en un primer espada.
El largo periodo de inactividad ayudó a Anthony a recapacitar sobre su carrera y la oferta en los Blazers tenía una importancia capital para su presente y su legado como jugador. En Portland tendría que pasar más tiempo como ala pivote que como alero, algo que ya había experimentado en OKC y cuyo resultado fue insatisfactorio tanto para el equipo como para él mismo.
Según Basketball Reference, Melo jugó el 90% del tiempo que estuvo en cancha como ala pivote mientras estuvo en el Thunder. Este dato hay que mirarlo con lupa pues esas alineaciones estaban compartidas por tres exteriores además del nativo de Baltimore: Andre Roberson, Russell Westbrook y Paul George. En contraste, en la presente temporada Anthony ha jugado el 86% de sus minutos en esa posición y esta vez sí ha sido con funciones completas de cuatro: defendiendo al mismo emparejamiento y con un rol ofensivo típico de esta posición.
Esto se ve claramente en las zonas que más ha ocupado Anthony a la hora de atacar y, especialmente, donde ha invertido sus esfuerzos para anotar. Si en 2018 sus lanzamientos se repartían prácticamente a partes iguales entre la media distancia, la pintura y los aledaños del triple, ahora en Portland eso ha cambiado considerablemente. Carmelo Anthony ha dedicado más de un cuarto de sus tiros a la zona restringida y el resto los ha repartido de manera equitativa entre los laterales en línea de fondo (21%) y los triples desde el codo (15%).
Como resultado ha pasado de un 40% de acierto en tiros de campo en 2018 a un incremento del 2% en este curso con el menor volumen de lanzamientos exteriores desde 2012, año del lockout, lo que se ha traducido en el cuarto mejor registro de acierto desde el triple de su carrera (37%).
Es digno de mención que llegado a este punto de su carrera, Anthony haya sido capaz de reconvertirse, perder uso ofensivo y peso dentro del sistema para asumir unas labores mucho más ingratas como colocar pantallas, espaciar el campo y moverse sin balón. La segunda juventud de Melo va a tener su recompensa en forma de alero, para recuperar su posición natural y al fin poder demostrar al mundo porqué es el segundo máximo anotador en activo de la NBA.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.