El próximo sábado 11 de septiembre se llevará a cabo una nueva ceremonia del Salón de la Fama Naismith, en el que la Clase 2021 quedará inmortalizada en el exclusivo club de los mejores de todos los tiempos. Dicha clase incluye muchísimos nombres reconocidos como los de Paul Pierce, Chris Webber, Chris Bosh o Ben Wallace... pero también otros que en la actualidad no se encuentran tan presentes en el imaginario colectivo de los seguidores NBA.
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Entre esos nombres que quedan algo opacados a la sombra de otras leyendas destaca el de Bob Dandridge. Quien tras ser considerado uno de los grandes ausentes del Salón de la Fama durante muchísimos años, finalmente tendrá su justo reconcimiento, gracias a la distinción del Comité de Veteranos. Claro que para Dandridge eso de quedar opacado por otras figuras de la competencia no es algo nuevo: así transcurrió toda su carrera en la liga. Un pick 45° del Draft de 1969, surgido de la pequeña Norfolk State (Kyle O'Quinn es su único otro NBA con cierto recorrido), Dandridge llegará al Hall of Fame por un camino alternativo y mucho más alejado de las luces. Aunque no por eso, menos meritorio.
El nacido en Virginia fue un alero de 1,98 de estatura que destacaba por su velocidad para atacar el aro, su inteligencia en el juego colectivo y sobre todo, su capacidad defensiva. Aún cuando nunca pasó de los 21,5 puntos de promedio, su aporte fue clave en varios equipos de primer nivel, como la pieza complementaria ideal para un grupo de súperestrellas como Kareem Abdul-Jabbar, Oscar Robertson, Elvin Hayes o Wes Unseld.
De hecho, muchas veces se ha comparado a Dandridge como una versión original del Kawhi Leonard de San Antonio. Y aunque a diferencia de Kawhi nunca tuvo la chance de tener las llaves de un equipo en su poder, al siempre compartir plantel con otras grandes figuras, su legado no pasa tanto por los promedios anotadores sino por su impacto netamente ganador para las dos franquicias a las que representó: Milwaukee Bucks y Washington Bullets.
Dandridge llegó a Milwaukee en 1969, como parte de la misma clase de novatos que dejó a los Bucks con Lew Alcindor (Kareem, posteriormente). Y tras alcanzar las Finales del Este en ese primer año, el joven plantel dirigido por Larry Costello encontró en la 1970-1971 a su líder veterano: el arribo de Oscar Robertson terminó de conformar un Big 3 espectacular, que le daría a los Bucks inmediatamente su primer título NBA en 1971 (4-0 sobre los Bullets).
Si bien Abdul-Jabbar y Robertson son hoy recordados con justicia como los líderes de ese campeonato, lo de Dandridge también resultó fundamental. En apenas su segunda campaña, el alero no solo promedió 18,4 puntos y 8 rebotes con un 51% de campo en la Fase Regular, sino que luego elevó su nivel en los Playoffs (19,2 puntos y 9,6 rebotes). Incluyendo unas Finales espectaculares ante Baltimore, en las que promedió 20,3 puntos, 9,8 rebotes y un 52% de campo, además de anular a un alero de gran poder anotador como Jack Marin, a quien dejó en solo un 40% de cancha.
Dandridge y Milwaukee siguieron haciendo ruido durante toda la primera parte de esos años 70, regresando a las Finales en 1974, ya con el alero como segunda espada detrás de Kareem (Robertson seguía en el equipo, pero con un impacto menor). Los Bucks pelearon hasta el final en esa definición ante los Boston Celtics de Dave Cowens y John Havlicek, pero se vieron superados por 4-3. Pronto Kareem se marcharía a los Lakers y el equipo de Wisconsin no volvería a unas Finales por 47 años... hasta que Giannis, Holiday y Middleton terminaron con esa racha algunos meses atrás.
Dandridge siguió en los Bucks hasta 1977, momento en el que dio el salto a los Washington Bullets como agente libre. ¿Qué se encontró allí? Un equipo que desde la llegada de Wes Unseld en 1968, había alcanzado los Playoffs en cada una de sus campañas, pero siempre quedándose cortos del objetivo final: habían perdido dos Finales y otras siete veces en las Semis de Conferencia. Ni siquiera el arribo de otro interior monumental como Elvin Hayes en 1973 había conseguido darles el impulso necesario.
Pero todo cambiaría con la llegada de Dandridge para la 1977-1978. El alero sería la pieza que acabaría por completar el rompecabezas.
Dandridge se adaptó de inmediato al juego de Baltimore (19,3 puntos de promedio) pero una vez más, se guardaría lo mejor para una postemporada magistral: anotó 20 puntos en la 1° Ronda ante Atlanta (2-0), promedió 20,4 tantos en las Semis del Este ante San Antonio (4-2) y luego le ganó el mano a mano a nada menos que Julius Erving en la definicion de la Conferencia, promediando 22,8 puntos con un 51% de campo contra 21,5 con un 48% del Dr. J. Los Bullets vencieron a los 76ers por 4-2 y alcanzaron las Finales ante Seattle, donde Dandridge siguió haciendo de las suyas.
El alero anuló a su contraparte rival (dejó a John Johnson en 7,7 puntos y un 38% de campo) y además promedió 20,4 puntos, 7 rebotes y 4,1 asistencias, un robo y un tapón. Y como si fuera poco, anotó una volcada en los segundos finales para asegurar el campeonato en el decisivo séptimo partido (105-99). Aunque el MVP de la serie fue para Unseld, muchos creen que el mismo debió haber ido para Bobby D... incluyendo a los periodistas encargados de la transmisión de ese encuentro.
Dandridge tuvo un papel todavía más destacado al año siguiente, promediando 23,1 puntos y 7,4 rebotes en una postemporada en la que Washington regresó a las Finales ante Seattle, para esta vez verse superados por 4-1 (lideró a su equipo en anotación con 21,8 tantos de media). A partir de allí llegarían dos temporadas más en Washington y una última de regreso en Milwaukee, para finalmente anunciar su retiro en 1982.
Como vemos, aún habiendo sido tercera figura detrás de Kareem y Robertson primero y de Unseld y Hayes más tarde, el legado de Dandridge es absolutamente innegable. Sobre todo en lo que refiere al juego en postemporada. A punto tal, que los 450 puntos que totalizó en las Finales durante los años 70 son la cifra más elevada para esa década (incluso por arriba de Kareem), mientras que sus 1967 tantos en Playoffs durante esos años apenas quedan detrás de los 2382 conseguidos por Abdul-Jabbar.
Una estrella que no solo destacaba anotando y desde el plano individual, sino que sabía encajar al lado de grandes figuras, elevar su nivel en los momentos más importantes de cada campaña y hacer el trabajo sucio muchas veces reservado para piezas de menor renombre. Su lugar en Springfield está más que merecido.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.