En los últimos tiempos de la NBA se acentuó algo que en realidad existe hace muchas décadas: estrellas exigiendo traspasos a otros equipos, mayoritariamente por buscar participar en un conjunto más competitivo o por jugar en una ciudad de mayor mercado que les permita incrementar sus ingresos fuera de la cancha.
Pero solamente se consagra una franquicia por año y, por lo tanto, pocos son los jugadores de primera línea que se han consagrado tras haber forzado una mudanza así. Podría decirse que Kawhi Leonard en Toronto Raptors y Kevin Love en Cleveland Cavaliers fueron de hecho los únicos en lograrlo en la última década.
Más allá del proyecto deportivo al que se sumen, estas figuras suelen ponerse en un escenario que les da muchos beneficios pero también resulta incómodo: una postura en la que es fácil señalarlos como los villanos de la película, que abandonan a la franquicia en la que comenzaron sus pasos en la liga: “O me traspasan o me voy como agente libre luego, sin nada a cambio”. Aunque esa franquicia haya tenido su culpa, sin poder crear un ambiente competitivo alrededor de la estrella para tentarla a quedarse.
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Anthony Davis llegó a New Orleans Pelicans (por entonces todavía llamado Hornets) en el Draft del 2012, como la gran esperanza de resurrección de un equipo que había quedado huérfano tras la salida de Chris Paul (al que justamente traspasaron a LA Clippers -luego de que se vete su traspaso a Los Angeles Lakers- por miedo a perderlo en la agencia libre) y que había finalizado último en el Oeste en la temporada anterior.
La era AD dejó logros similares a la era CP3 en New Orleans: siete años, un triunfo en una serie de Playoffs, otra clasificación a postemporada para perder en primera ronda.
Con el base fueron más competitivos en alguna que otra campaña, pero habían sabido rodearlo mejor que a un Davis al que apenas acompañaron con un Eric Gordon luchando contra lesiones, un año de Rajon Rondo o un DeMarcus Cousins al que una lesión también frenó cuando se confiaba en aquella dupla. Jrue Holiday fue el compañero más consistente de Davis en esos tiempos, pero tampoco es que pueda marcar la diferencia como segunda espada para ser contendientes a un título.
Por entonces, Davis igualmente brillaba de forma increíble: promedió 25,4 puntos, 10,9 rebotes, 2,3 asistencias, 1,4 robos y 2,5 tapones en NOLA después de su año de novato, siendo tres veces (2014-2015, 2016-2017 y 2017-2018) elegido en el primer quinteto ideal de la temporada y finalizando dos veces entre los cinco mejores de la votación al MVP.
Un crack total, pero que no terminaba de obtener reconocimiento por la falta de un equipo alrededor suyo para competir en los Playoffs, donde se hacen las súperestrellas. Donde están llenos de historia LeBron James y Los Angeles Lakers, aunque cada uno por su cuenta: el Rey no había podido ir a la postemporada en su primer año en la Conferencia Oeste y también necesitaba compañía.
Con la relación entre Davis y los Pelicans rota, era lógico verlo salir, no de muy buena manera, de la franquicia de Louisiana. Disponible al mejor postor, aunque AD no le diera a nadie la garantía de que no se iría como agente libre al año siguiente, lo que le sucedió a Toronto Raptors con Kawhi Leonard (aunque valió la pena por el título obtenido en su año en Canadá).
Los Lakers, necesitados de acompañar a LeBron y de volver a las primeras páginas tras varios años fuera de los Playoffs, no dudaron. Enviaron a muchos de sus mejores valores jóvenes a New Orleans a cambio de AD: Lonzo Ball, Brandon Ingram, Josh Hart y tres elecciones de primera ronda del Draft se marcharon a los Pelicans al terminar la temporada 2018-2019: todos por un sólo hombre, Davis.
En su primer año en Los Angeles, Davis resignó algo de protagonismo individual a cambio de jugar en un equipo ganador y tener mucha más exposición. Con una producción similar a la anterior (26,1 puntos, 9,3 rebotes, 3,2 asistencias, 2,3 tapones y 1,5 robos por partido) le llegaron más elogios y también más críticas: que no tenía instinto de líder, que no era para los Lakers lo que habían sido otros grandes. Igualmente jugó bárbaro, ayudó a que el equipo termine en la primera posición del Oeste en fase regular y hasta terminó segundo en la votación al mejor jugador defensivo del año.
En sus primeros Playoffs en un contendiente fue donde Davis reafirmó todo lo que es: no estará a la altura de LeBron o Stephen Curry en estrellato, pero su nombre juega en la lista de los James Harden o Giannis Antetokounmpo. Y cumple dentro de la cancha. Sin él no hubiese habido campeonato número 17 para los Lakers.
AD promedió 27,7 puntos, 9,7 rebotes, 3,4 asistencias, 1,4 tapones y 1,2 robos en los 21 partidos que jugó en estos Playoffs, siendo fundamental en ataque y defensa y, en opinión de varios, el merecido MVP de la serie ante Miami Heat que los Lakers se llevaron por 4-2. Ya se había lucido de forma total ante Denver Nuggets por ejemplo, con aquel triple en el último instante para ganar el segundo partido de la serie. "Quiero tomar estos tiros, es parte del legado, quiero estas jugadas grandes (...) para esto me trajeron", declaró aquella vez. AD llegó a Los Angeles queriendo ser campeón y queriendo ser una leyenda.
A los 27 años Davis ya es campeón NBA, campeón olímpico, campeón de la copa del mundo FIBA y campeón universitario: bastantes logros para un chico que en la adolescencia jugaba como base y que nadie pensaba que llegaría a ser profesional hasta que dio un estirón de golpe. Hoy ya es una de las más grandes leyendas que haya dado una cuna de cracks como la ciudad de Chicago, la misma en la que AD prácticamente no disfrutó de Michael Jordan, Scottie Pippen y los Bulls: tenía cinco años cuando terminó la temporada de "The Last Dance" .
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Shaquille O'Neal y Moses Malone lograron su primer título de la NBA a los 28 años de edad, Wilt Chamberlain a los 30, Hakeem Olajuwon a los 31, Kevin Garnett y Dirk Nowitzki a los 32 y David Robinson a los 33, por nombrar a algunos cracks históricos de la zona pintada. Otros como Charles Barkley, Patrick Ewing y Karl Malone se retiraron sin saber lo que es ese sentimiento que Davis vive hoy, todavía con todo un gran futuro por delante.
Futuro que parece ser brillante por su estilo de juego: AD es tan completo que es hecho al molde para el básquet actual que tanta versatilidad pide. Se puede encargar perfectamente de cubrir tanto a guardias como a pivotes en defensa, mientras que puede sumar tanto como rebotes ofensivos y volcadas como con triples en ataque.
Desconocemos cuantos años más jugará LeBron James y si seguirá haciéndolo en los Lakers (tiene contrato hasta 2021) como también si Davis decidirá ejecutar su opción para seguir en el equipo de Hollywood la próxima temporada (todo indica que sí después de este éxito), pero la verdad es que el número 3 tiene todo dado para ser un ídolo de los angelinos en el próximo lustro y dejar su camiseta retirada al lado de tantas glorias, en el techo del Staples Center o del estadio que sea que usen los Lakers dentro de un par de años. AD ya no es más un jugador muy talentoso: se recibió de súperestrella y va en camino a ser leyenda.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.