El VAR (Video Assistant Referee, de acuerdo a la sigla en inglés) llegó al fútbol con la promesa de convertirlo en un deporte "más justo". Para muchos, efectivamente es así. Para otros es, por el contrario, la "legitimación del robo". Existente desde hace menos de seis años, y con una aplicación a nivel mundial muchísimo más joven, bastaron tres fechas desde su debut en el fútbol argentino para que certificara que no es ni una cosa ni la otra, y que quizá allí radique su mayor pecado: el de colaborar muy poco para que el fútbol mejorase al tiempo que, sin lugar a dudas, perjudicó el espectáculo.
Hay una concepción muy sencilla que tiene que ver con la puesta en marcha del VAR. Hasta mediados de los 90, podría decirse incluso hasta los primeros años de los 2000, si bien ya había múltiples cámaras para las transmisiones televisivas el acceso de cualquier mortal a las imágenes estaba reducido, justamente, a quedarse en casa. No existía la posibilidad de ir a la cancha y, desde la propia tribuna, ver que un penal cobrado en contra estaba mal señalado.
Todo eso cambió desde que se hizo posible ver casi de inmediato las repeticiones (o directamente, el partido en streaming) desde las gradas.
En cierta forma, el VAR llegó para que el árbitro, que a esa altura era de los pocos tipos en un estadio que no podían ver de nuevo las jugadas, pudiera acceder a las repeticiones. "Santo remedio", habrán pensado sus impulsores, amparados en el éxito que esta herramienta tuvo en deportes como el rugby. La promesa de un fútbol más limpio que nunca se veía por sí misma seductora.
Y nada más lejos.
Más | Boca vs. Lanús: resultado, goles, mejores jugadas y reacciones del empate en La Bombonera por la Copa de la Liga
Al menos eso quedó claro con lo sucedido en la fecha 10 de la Copa de la Liga Profesional argentina. Colaboró, por supuesto, el hecho de que los dos involucrados en las jugadas más discutidas fueran nada más y nada menos que Boca y River, los dos equipos más importantes del país.
Hubo dos jugadas puntuales que marcaron los destinos de ambos gigantes. En la Bombonera, un penal que no se le otorgó al local ante Lanús y que lo privó de una potencial victoria. En la cancha de Banfield, en contrapartida, un penal que se le dio al visitante y le permitió igualar un partido que para entonces perdía y que luego terminaría ganando.
Antes de continuar, vale repasar lo que dice la última versión (2021) de la regla 12 del International Football Association Board respecto a "tocar el balón con la mano".
"No todos los contactos del balón con la mano o el brazo constituyen infracción.
Cometerá infracción el jugador que toque el balón con la mano o el brazo cuando la mano o el brazo se posicionen de manera antinatural y consigan que el cuerpo ocupe más espacio. Se considerará que un jugador ha conseguido que su cuerpo ocupe más espacio de manera antinatural cuando la posición de su mano o brazo no sea consecuencia del movimiento de su cuerpo en esa acción concreta o no se pueda justificar por dicho movimiento. Al colocar su mano o brazo en dicha posición, el jugador se arriesga a que el balón golpee esa parte de su cuerpo y esto suponga una infracción".
Repasado esto, está claro que cada situación deberá ser juzgada por el árbitro y correrá por cuenta de su interpretación. Lo mismo ocurrirá, claro, para quienes estén a cargo del VAR.
Si se pone especial énfasis en lo destacado previamente en negrita, queda de manifiesto que antes que la mal llamada "ampliación de volumen" hay que interpretar los movimientos y qué tan "normal" es la posición de un brazo o una mano respecto a ese movimiento del jugador.
Desde esa óptica, es entendible que para Facundo Tello y para el VAR en la Bombonera no haya sido penal el de Ángel González, quien se da vuelta ante el centro de Sebastián Villa e incluso intenta sacar la mano, en un movimiento que no parece estar fuera de lo común.
El árbitro dice que NO hubo mano del defensor de Lanús; el VAR decidió que no era penal. pic.twitter.com/luSQnQkn46
— Boca Juniors - La12Tuittera (@la12tuittera) April 17, 2022
Lo que sorprende, en tal caso, que en el otro estadio, donde dirigió Pablo Echavarría, se juzgó precisamente lo contrario.
Es cierto: mientras González tiene el acto reflejo de sacar e intentar esconder la mano, Franco Quinteros, el hombre de Banfield, estira su brazo, que termina contactando con la pelota. Pero aquí entra en juego el mismo concepto: la posición de su mano es consecuencia del movimiento del cuerpo; cualquiera que haya jugado alguna vez al fútbol y haya intentado cabecear en una situación similar sabe que no podría hacerse tal gesto con el brazo atado al torso.
La gran polémica de la noche: Quinteros falló en el cabezazo y terminó tocando la pelota con la mano. El árbitro fue llamado por el VAR, la chequeó y terminó cobrando penal para River. ¿Qué te parece? pic.twitter.com/JRB9AnCtHe
— SportsCenter (@SC_ESPN) April 18, 2022
Más | Banfield vs. River: resultado, mejores jugadas y reacciones de la victoria Millonaria con polémica y un golazo
En definitiva, lo que ocurrió en cada caso fue que cada árbitro y sus respectivos colaboradores en el VOR (siglas en inglés de Video Operation Room, Sala de Operaciones de Video) tuvieron distintas interpretaciones de acciones similares. Tal como pasaba en el fútbol a.V. (antes del VAR) y tal como seguirá pasando después.
Es por ello que el VAR no sirve demasiado (por no decir que es inútil) en tanto contemple acciones que sigan dependiendo de la interpretación, porque la interpretación de los árbitros, que son humanos, seguirá estando sujeta a posibles errores.
El único caso en el que una sanción puede ser certeramente acertada es aquel que no admite interpretaciones, como los offsides resueltos con esas líneas milimétricas (aunque también levanten sospechas).
Mientras en el resto de las decisiones arbitrales el fútbol siga expuesto al error, ¿tiene realmente sentido convertir el juego en lo que lo han convertido?