Escribía Antonio Gramsci que "una verdad da sus frutos cuando se hace un esfuerzo para ganarla" y Joel Embiid lleva dejándose el alma sobre una cancha para tratar de conseguir su ansiado y anhelado MVP desde hace ya tres temporadas. Al gigante camerunés le ha tocado compartir momento histórico con uno de los mejores pasadores de todos los tiempos y un desajuste ofensivo andante como es Nikola Jokic. A través del impacto del serbio pueden entenderse buena parte de los cambios que se han producido en la última década en el juego, mientras que la estrella de los 76ers ha visto cómo reiteradamente sus exhibiciones y números quedaban aparcados en un segundo plano.
Tan cierto resulta afirmar que Jokic ha merecido sus dos MVPs y que es un digno favorito al galardón de este año, como decir que Embiid debería haberse llevado el trofeo en algún punto de estos tres últimos años. Entre lo bueno y lo malo todo el mundo sabe distinguir, pero en el estrecho filo que resulta la excelencia el suelo es más resbaladizo. ¿En qué puntos hay que poner más énfasis? ¿Hasta dónde hay que hacer uso de las estadísticas avanzadas para justificar un argumento? ¿Y hasta dónde es preciso simplificar el discurso? La dicotomía entre Embiid y Jokic ha capitalizado el debate en los círculos NBA de un tiempo a esta parte. Prensa, aficionados y usuarios en redes sociales comparten argumentos a favor y en contra de uno u otro candidato en un debate sin fin ni consenso. El único punto de verdadero valor en esta discusión es aquel el cual valora a ambos como aquello que verdaderamente son: dos figuras únicas de trascendencia histórica.
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Mientras el serbio camina con paso firme hacia su tercer trofeo consecutivo, Embiid se mueve en los márgenes con constancia y determinación. Hay algo de épico en el intento del africano por conseguir el MVP. Como una lucha imposible, el interior ha abrazado la relativa imposibilidad de alcanzar esa cumbre individual. Lejos de tirar la toalla, buscar culpables o desprestigiar a su rival para encumbrarse, Embiid ha decidido que "morirá" sobre el parqué.
En sus declaraciones asegura no estar centrado en tratar de hacerse con el galardón. "Solo trato de concentrarme en las cosas correctas. Gana partidos, dominar en lo que hago y pase lo que pase. Obviamente, ¿quién no querría ganar uno?", decía recientemente en la retransmisión de TNT. Sin embargo, habla más por lo que no dice que por lo que sí. "No lo sé. No es para mí la pregunta", respondía con una sonrisa socarrona ante la cuestión de Chris Haynes sobre quién era el favorito al MVP. En su reacción residía la clave, pues era un mensaje para los encargados de elegir al ganador, a los votantes, los cuales parecen tener ya decidido su voto antes de que el tiempo haya expirado. Como si tratase de declarar algo así como "¿qué más tengo que hacer?".
Han pasado 51 años desde la última vez que un center ganó dos años seguidos el título de máximo anotador. Por entonces Kareem Abdul-Jabbar era la referencia, el sinónimo de dominio en la pintura, en un momento en el que juego era bien distinto, como comparar la ingeniería de un satélite de entonces con la actualidad. Brillantes en su contexto, pero opuestos en la forma de llevarlo a cabo y la sofisticación de sus herramientas. Joel Embiid tiene un promedio de 33,4 puntos por noche con una precisión del 57,1% de dos, 36% de tres y 85,4% en libres, a lo que suma un rendimiento atrás no menos reseñable.
Un solo dato para ilustrar lo excepcional de lo que está realizando la estrella de los 76ers: desde que se instauró el triple en 1979 ningún otro center ha promediado más de 33 puntos.
Embiid podría ser el primero.
El africano persigue una utopía, algo imposible. Tratar de contestar a un Joker que ha elevado a los Nuggets del 58,5% de victorias al 68,7% como líderes del Oeste a ritmo de triple-doble haría falta de una mezcla de estadísticas, narrativa y ese aura que poseen todos aquellos jugadores especiales.
Pero, siendo consisos, ¿qué es lo que necesitaría Joel Embiid para hacer cambiar la dirección del río y que el MVP acabe en su vitrina de trofeos?
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No perderse ningún partido
La principal losa que pesa sobre Joel Embiid es su durabilidad. Siempre sobreviene una lesión, un percance, un golpe, un minúsculo detalle, el cual le obliga a ausentarse durante cierto tiempo. Desde que fue elegido en el Draft de 2014 el africano se ha perdido el 47,1% de los partidos que los 76ers han disputado, incluyendo dos temporadas en blanco. Reduciendo la muestra, el interior ha jugado tan solo el 66,7% de los duelos que sucedieron a su debut en 2016.
Esta y no otra ha sido la principal narrativa que ha acompañado a Embiid en estas tres últimas Fases Regulares, incluso pese a haber estado presente en el 78% de los partidos de los 76ers en ese tiempo.
En esta campaña, el camerunés ha jugado el 80% de los compromisos por el 88% de Jokic, lo que en otras palabras significa haber estado ausente en 13 duelos de Philadelphia en el caso de Embiid. Por poner en contexto, si no se perdiese una sola noche de aquí al cierre de la Fase Regular, el interior habría jugado casi los mismos partidos que el año en el que Allen Iverson fue MVP (71) o más recientemente James Harden (72).
La disponibilidad es uno de los grandes activos de este periodo histórico y Embiid nunca ha jugado más de 26 partidos sin causar baja.
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Elevar a los 76ers a la cima del Este
El MVP es el menos individual de todos los galardones a jugadores que se reparten cada Fase Regular en la NBA. La excelencia no puede entenderse sin el éxito colectivo y para conquistar este premio es condición de posibilidad que el equipo sea una máquina de ganar partidos. Las excepciones a esta regla no escrita son contadas (Jokic en 2022, sin ir más lejos) y siempre aducen a una línea estadística majestuosa.
La diferencia entre el porcentaje de victorias de Denver, primero del Oeste, y de Philadelphia, tercero del Este, es de tan solo del 2%. Algo que equivale a 1,5 partidos de distancia por ser más claro. Lo que ocurre es que la cumbre del Este tiene una mayor competitividad que el otro lado del cuadro, con los Bucks asentados en el 72,7% de triunfos y los Celtics en el 68,7%.
El problema para Embiid es que los Sixers tienen uno de los calendarios más complicados y exigentes de toda la NBA. Con 15 jornadas por delante deberán medirse a Cavs, Warriors, Suns, Nuggets y Bucks fuera de casa y ante Mavs, Celtics y Heat como locales, entre otros. La complejidad para llevar a cabo esto es mayúscula, pero de hacerlo bien sería un argumento de peso para reforzar su candidatura.
Cambiar la narrativa
Sucede en la NBA una cosa muy curiosa. Por un lado está lo que ha sucedido objetivamente y, por otro, lo que se dice que ha ocurrido. Esto último no es otra cosa que el marco de pensamiento dominante, el cual determina cómo se construye la realidad pues el lenguaje y la comunicación configuran el presente y no al revés. El deporte ofrece una ventana magnífica para entender esto dentro de la lógica de los medios y cómo van cambiando los aires en el transcurso mismo de una temporada.
A los 76ers les quedan, como se decía antes, 15 partidos para terminar la Fase Regular. De esos hay unos cuantos muy interesantes, pero en especial destaca uno que podría cambiarlo todo para Embiid. Uno que se jugará el 27 de marzo a 1609 metros de altura en la ciudad de Denver.
El choque de los dos candidatos al MVP puede definir la resolución del galardón de este año. Es decir, si Embiid consiguiera una actuación sublime, sobrepasando a Jokic a todos los niveles y, además, lo realizase de manera épica la narrativa indudablemente cambiaría. Con 7 partidos por disputarse y en plena ebullición de la temporada, el africano recibiría el impulso necesario.
Y es que como se suele decir, un buen final puede servir para cambiarlo todo.
Volviendo al inicio de este artículo, a Embiid ya no le basta con dejar grandes números, estadísticas insólitas o un balance positivo. No, al jugador de los 76ers le falta ese extra que evidencie que lo merece, que se ha ganado a pulso el honor y que para hacerlo ha superado una temporada insólita de un monstruo ofensivo como Nikola Jokic. En definitiva, que el esfuerzo supere los márgenes de la verdad objetiva.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.