Los instantes posteriores a un partido normal de Fase Regular en la NBA siguen casi siempre un guion muy marcado. Después de que la acción en pista haya concluído los operarios del propio estadio comienzan a trabajar. En la mayoría de casos ese pabellón ha de ser utilizado para otros fines al próximo día o bien el equipo local no volverá a jugar hasta varias jornadas después. En el mejor de los casos solo deberán de retirar todos los aparatos electrónicos y de telecomunicación propios de las retransmisiones de TV así como limpiar las gradas.
Una vez que los aficionados, incluyendo los que se suelen demorar más, algunos jugadores que han contado con pocos minutos salen a practicar lanzamientos si no se ha hecho demasiado tarde o bien salen a hablar con algunos amigos e invitados VIPs tras atender a la prensa.
Sin embargo, durante aquel 26 de noviembre de 2021 en el Chase Center de San Francisco unos pocos fueron testigos de una estampa insólita. En medio del banquillo de los Warriors, con todas las butacas vacías a su alrededor se encontraba una figura solitaria y únicamente ataviado con una toalla que le cubría el rostro. A su espalda se encontraban dos trabajadores de la instalación, que departían amistosamente, ajenos a lo que estaba pasando por la mente del hombre que estaba a unos centímetros suyos. Para Klay Thompson aquel era el día 897 desde que su vida había cambiado para siempre y el 411 tras haber encontrado un piso más abajo en su particular espiral física.
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Los Warriors acababan de ganar cómodamente a los Blazers tras una explosión en el segundo cuarto de Stephen Curry, una de tantas, pero para Thompson ese instante fue en el que tomó conciencia de todo aquello de los que se estaba viendo privado. Pues para un competidor nato, alguien que disfruta tanto del juego y que ha sido una figura fundamental en la construcción de la cultura de la franquicia, el no poder compartir cancha, sensaciones ni alegría en un equipo que al fin parecía remontar el vuelo era como cortarle las alas a un pájaro.
La impotencia y las emociones se apoderaron del escolta quien poco más de un año antes estaba avistando el final del túnel tras haber sufrido una rotura del ligamento anterior cruzado de su rodilla izquierda. En un movimiento que había repetido hasta el infinito, recepción, dos botes y un lanzamiento en suspensión, el tendón de Aquiles de su pierna derecha se fracturó. Digerir aquella nueva lesión, ese revés justo cuando quedaban unos pocos meses para finalmente volver no fue sencillo.
"Fue difícil, fue muy, muy difícil. Especialmente la segunda vez", declaró hace tiempo el jugador. "La primera vez, lo acepté. Un partido por el campeonato, cinco Finales consecutivas, cosas que pasan. La segunda vez fue tan inesperado. Fue una semana antes de la temporada. Estuve entrenando muy duro durante un año, año y medio. Fueron los días más oscuros de mi vida. Amo mucho el esto. Es mi fuente, de verdad. Al igual que el océano, el baloncesto ha sido mi fuente desde que era niño. Esa fue una gran prueba para mi salud mental, aprendí mucho sobre cómo mantenerme mentalmente saludable a través de mis rehabilitaciones. Si había un lado positivo, eso era todo".
La sensación de nunca terminar, de no poder concluir y cerrar un tramo de su vida, y al mismo tiempo, de estar tan cerca de hacerlo que casi podía tocarlo con la yema de los dedos fue lo que hizo que Klay se derrumbase en una silla de las miles que había aquella noche de noviembre en el Chase Center. Durante 35 minutos Thompson permaneció allí, a solas con sus pensamientos, atravesando por todas las fases imaginables. Pero como reportó el insider de The Athletic, Marcus Thompson, en el momento que se retiró la toalla de la cara y se levantó, la cara de Klay no daba signos de derrotismo, ni siquiera de melancolía por viejos tiempos pasados, era de alegría.
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Y es que a lo largo del proceso tan complejo que había aprendido a entenderse a sí mismo y a los pensamientos, del tipo que fueran, que cruzasen su mente. En esta ocasión, al contrario que pudiera suceder ante Nuggets o Thunder la temporada anterior, Klay tenía las herramientas para salir del círculo y continuar con paso firme hacia su objetivo. Una meta de la que no solo él era partícipe, sino toda la organización de los Warriors, especialmente Stephen Curry y Draymond Green, quienes se marcaron como cima poner al equipo en el mismo lugar que estaba justo antes de que su compañero y amigo cayera lesionado. Como si fuera el verdadero combustible, la cercana vuelta de Thompson motivó a este par de estrellas para darle sentido a su temporada.
"Empatizamos con él. Pero tenemos que estar allí. Continuar empujándole y llevándole a la línea de meta", expresó Dray en noviembre.
"Nadie entenderá lo que ha pasado lejos del juego tanto tiempo", añadió Steph. "Y muestra cuánto le importa este juego. Es raro en estos días tener a alguien tan puro como Klay y que siente todo lo que el juego le aporta".
Más allá de todo el trabajo físico y de fisioterapia que Thompson tuvo que pasar para que su cuerpo pudiera volver a estar en disposición de competir, fue casi tan importante o más todo lo que hizo fuera de las canchas. Su entorno, sus momentos de relajación y abstracción, de reflexión y las conversaciones que mantuvo lo que le hicieron alguien más fuerte desde otro punto de vista. Nombres como Dominique Wilkins, que sabe bien lo que significa romperse el Aquiles, ejercieron una influencia notable en Klay. Su historia y ejemplo ayudaron al jugador a entender y encontrar apoyo en alguien que entendía a la perfección por lo que él mismo estaba pasando. Junto a esta leyenda, el escolta de los Warriors buscó consejo en compañeros y amigos de la liga como Kevin Durant, Rudy Gay o incluso Grant Hill, cuya brillante carrera se vio truncada por dos graves lesiones.
Este último, ahora analista de TV y responsable de la Selección estadounidense, le envió dos mensajes de texto con el objetivo de guiarle y darle armas para seguir adelante. "No te sientas frustrado con donde estás, pero tampoco satisfecho", rezaba el primero. "Tienes que ver muchos partidos tuyos", expresó el segundo.
Durant, por su parte, le recomendó no dar el paso definitivo a volver hasta que él mismo se sintiera completamente recuperado, lo cual no hace referencia al plano físico, sino a cómo de confiado se sentía respecto a su juego y a la presión añadida por volver del entorno. Mientras que Rudy Gay le replicó las palabras que Kobe Bryant le dedicó cuando él mismo cayó lesionado del Aquiles en 2017: "Sabes lo que te dicen los médicos, pero solo sabes lo que tu cuerpo puede hacer", dijo a NBA.com.
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Así fue como Klay Thompson encontró la mezcla perfecta para encauzar una recuperación que rozó los 1000 días y que cerca estuvo de apagar la luz de uno de los jugadores más especiales que puedan verse sobre una cancha. El escolta no solo aprendió a escuchar a su cuerpo, a modular los tiempos y las expectativas en definitiva, sino a gestionarse a sí mismo, a saber que para poder atravesar un periodo como este es preciso abrazar los altibajos y entenderlos.
"Ahí es cuando has de tener una persona alrededor tuyo como un modelo de conducta, alguien que ha pasado por esas cosas y que ha pasado por diferentes situaciones, que te pueda dar buenos consejos en cualquier cosa que estés lidiando", dijo Derek Anderson, Consejero de bienestar de los jugadores de NBPA, recientemente en entrevista con The Sporting News. "La clave siempre es que tengas a alguien a quien puedas pedir ayuda y hablar. Todo afecta a tu carrera".
El regreso a las canchas en esta temporada por parte de Klay Thompson no puede evaluarse más que como un éxito. Puede que sus porcentajes no hayan todavía alcanzado a los que era capaz de firmar antes de sus dos lesiones, pero eso tiene que ver más con que este es un jugador diferente.
Si en su última campaña completa (2018-2019) el 46,1% de sus tiros de campo eran acciones de catch & shoot (recepción y tiro) y el 32% eran lanzamientos en suspensión, en su curso de regreso ambas situaciones se han igualado hasta el punto de representar un 41,8% y un 40,7% respectivamente. Y es que el tiempo que ha estado fuera ha servido para que Klay perfeccione su juego y busque nuevas áreas en las que ser útil. Este será un proceso paulatino pero constante por el cual seguir siendo una figura de absoluta relevancia en el esquema ofensivo de Steve Kerr. De ser un lanzador capaz de producir altos números con un volumen de toques bajísimo a destaparse como un elegante tirador tras bote y desde la media distancia, algo que será vital para este último tramo de carrera que le espera.
Casi como una perversa paradoja del destino, 1099 días después de que su carrera quedase partida en dos para siempre, Klay Thompson regresó al mismo escenario en el que todo cambió. En esta ocasión el desenlace fue diferente, no solo por el rival, ni por la ausencia de lesión, sino porque al fin obtuvo su éxito. El jueves 16 de junio el escolta californiano cerró un círculo, uno cuyo final llegó un momento que pareció no conocer conclusión, y que le permitió encontrar la redención. Una liberación total que vino de la mano de un campeonato para la historia.