La mirada de un base es el mejor termómetro del estado de un equipo. La respuesta que emana de los ojos del organizador primario del juego en un momento clave de un partido tras un error define el tipo de liderazgo instaurado en el seno del vestuario, lo que se permite y lo que no, los roles que rigen el fluir de los acontecimientos. Todo eso acaba condensado en un instante que, con suerte, será captado por la retransmisión, pero que en la mayoría de los casos quedará reducido a los protagonistas de la secuencia, como una cuestión privada en medio de un escenario gigante.
Esos detalles definen el todo, pueden parecer insignificantes o fruto de la pasión o las altas pulsaciones, pero son sintomáticos de algo superior. Chris Paul siempre ha sido alguien muy transparente en cancha, sus expresiones nunca han dejado lugar a duda. De una exaltada queja ante los árbitros por una acción concreta, una reprimenda a un compañero por una decisión errada o el júbilo y la celebración por la consecución de un logro.
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A lo largo de su dilatada carrera en la NBA este tipo de instantes se han dado en numerosas ocasiones y, a la postre, han sido el mejor reflejo de cómo estaba de unido y compactado el vestuario en torno al objetivo final que nunca ha sido otro que ganar. La imagen de Paul como un fiero competidor ha sido en ocasiones confundida como algo negativo para las dinámicas de un grupo por lo asfixiante que puede resultar. El nivel de exigencia que se autoimpone lo traslada al resto del equipo, no pidiendo más a su compañero de lo que él se pediría a sí mismo.
“Tenía un entrenador cuando estaba en Houston que solía decirme que lo más complicado con lo que tendré que lidiar es que, a veces, hay tipos a los que las cosas no les importan tanto como a mí", decía el base el pasado mes de diciembre. "Pero te garantizo que cualquier cosa que diga o haga va a ser con buenas intenciones. No soy perfecto, en absoluto. Pero siempre trato de presionar al siguiente tipo y esperar que él lo haga conmigo del mismo modo".
Durante las últimas 10 temporadas la forma más fácil de ubicar a Phoenix Suns era empezar mirando por el fondo de la clasificación. Tras una brillante era definida por la excelencia de Steve Nash y fomentada por las revolucionarias propuestas de Mike D'Antoni desde el banco, no hubo un relevo generacional a la altura del éxito previo. Más bien lo opuesto. La franquicia entró en una peligrosa y continua reconstrucción por la cual eligieron a un total de 10 jugadores en puestos de lotería del Draft, siendo 4 de ellos entre los cinco primeros del evento. Irónicamente, en uno de los años que más cerca estuvieron de regresar a los Playoffs (2015), la Lotería les brindó un pick relativamente bajo que acabaría convirtiéndose a la postre en su referencia y uno de los más talentosos que hayan vestido jamás la camiseta del conjunto de Arizona: Devin Booker.
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Los intentos por rodear al ex de Kentucky de jóvenes de igual talento al del escolta no resultaron en absoluto satisfactorios, sucediendo de manera simultánea un baile de técnicos por el cual Booker siguió las directrices de 4 entrenadores diferentes en su 4 primeras campañas, donde no superaron nunca el 29% de victorias. No fue hasta la Agencia Libre de 2019 cuando por circunstancias ajenas los Suns se hicieron con Ricky Rubio, el cual se unió a la organización apenas unos días después de que lo hiciera Monty Williams como nuevo coach. Dos movimientos de perfil bajo que llevarían a Phoenix al siguiente nivel, sentando las bases de lo que sucedería más adelante.
Después de quedarse a las puertas de la gloria en Disney World la gerencia realizó una apuesta en firme por el proyecto actual, desprendiéndose de uno de los responsables de la mejoría para confiarlo todo en las manos de un base de 35 años. El rendimiento ofrecido en Oklahoma City Thunder hizo que Chris Paul se revalorizase, enterrando la narrativa sobre su amplio contrato y descartando cualquier tipo de duda acerca de su encaje y coexistencia en planteles aparentemente sin aspiraciones.
"Creo que lo más importante que aprendí el año pasado es que puedes escribir tu propia historia", aseguró Paul sobre lo sucedido en OKC en 2020. "Creo que eso es lo más importante que hizo nuestro equipo. No nos importaron las expectativas del resto".
57 partidos después de que James Jones intercambiase a Ty Jerome, Jalen Lecque, Kelly Oubre Jr., Ricky Rubio y una primera ronda de 2022 por CP3, los Phoenix Suns están a 1,5 encuentros de finalizar esta campaña como el mejor equipo de la Conferencia Oeste, situados en segunda posición en la tabla, algo que no sucedía desde el curso 2006-2007.
Un movimiento que ha cambiado de la noche a la mañana la imagen de la franquicia, ha servido como un acelerador del desarrollo de sus jóvenes talentos y está sirviendo como un elemento clave en el proceso de construcción de una cultura y una identidad nuevas en los Suns.
"No tengo tiempo suficiente para hablar de todo lo que ha hecho", reconoció Monty Williams recientemente para ESPN sobre la importancia de Paul en el desarrollo de los acontecimientos. "Ha traído una mentalidad ganadora. Todos nuestros jugadores quieren ganar. Pero cuando ves a alguien que lo ha estado haciendo desde la distancia y luego puedes verlo cómo lo hace junto a ti. Esto va desde su dieta hasta la rutina de ejercicios que tiene todos los días, o durante un partido cuando puede estar en todo tipo de situaciones y soportar el peso y el nivel de nuestro equipo, es genial verlo".
Todos los equipos aspirantes necesitan una figura veterana, alguien que sirva de guía y referencia en el largo trayecto de la temporada. En la mayoría de los casos esa pieza apenas tiene incidencia en la cancha por su avanzada edad, como puedan ser los ejemplos de Udonis Haslem en Miami Heat o Jared Dudley en Los Angeles Lakers. Son aquellos que sí están todavía capacitados para mantenerse entre la élite de la competición los que acaban marcando la diferencia allí donde están, ampliando la ventana de oportunidad de sus equipos y alargando todavía más su legado.
Esto se aprecia en pequeños detalles nuevamente. Acercarse a alguien que lleva poco tiempo en la liga como profesional en medio de un tiempo muerto e instruirle a base de consejos forjados en la experiencia, organizar al grupo en medio de un tiro libre sobre los emparejamientos defensivos o corregir sobre un error a otros para ayudar al crecimiento general. Con Paul hace falta poner toda la atención en aquellos momentos en los que el partido se detiene para observar cómo conduce, asesesora y guía a cada uno de los integrantes del plantel sobre cada instante del juego.
"Presta atención a los detalles. Aborda el juego de la manera correcta. Ve las cosas pequeñas y piensa en el futuro", reconocía Deandre Ayton en esa misma pieza de ESPN. "No piensa como un jugador de básquet normal, sino que piensa en el futuro y sabe cuáles son las tendencias de los equipos y cómo podemos mejorar, de qué otra manera podemos modificar un ataque o una defensa".
La experiencia es un grado y en la NBA disponer de un considerable bagaje en la espalda sirve, entre otras cosas, para adelantarse a los movimientos del rival, como en una partida de ajedrez. En una competición como esta en la que hay un continuo flujo de partidos, los equipos tienden a repetirse y reutilizar muchas secuencias y jugadas que acaban por convertirlos en predecibles. Disponer de un ojo crítico y veloz que detecte prácticamente al instante lo que estos traman termina por marcar la diferencia y, en un contexto de Playoffs, que tu base titular desempeñe esa función tiene un valor incalculable.
En Chris Paul ha habido una evolución evidente como líder a lo largo de su trayectoria. De la pasión desmedida que le caracterizó en los New Orleans Hornets, donde junto a un elenco de veteranos estuvo cerca de derrocar a los vigentes campeones en 2007, pasó a ser un líder más abrasivo en LA Clippers, como si sintiese que el tiempo se le escapaba a cada temporada que finalizaba.
"Fue como un shock. Lo que tuve que aprender sobre él es que es muy directo, pero es solo para el mejoramiento del equipo. No es para avergonzarte", recordaba Jamal Crawford sobre compartir equipo con CP3. "Hace todo para que el equipo pueda tener éxito. No tiene agendas. No oculta nada. Lo comprendí todo a los 10 partidos juntos, no es cómo lo dice, es el mensaje. Siempre está hablando, siempre comunicándose. Por eso, creo que fue genial para mí, personalmente. No puedo hablar por todos los demás".
A punto de cumplir 36 años y tras 15 temporadas Paul ha encontrado en los Suns su último reto: convertir a Devin Booker en una estrella. Y de paso luchar por objetivos grandes como puedan ser los Playoffs. El escolta ha encontrado bajo el amparo del veterano alguien a quien acudir, a quien preguntar y de quien aprender, todo ello con el cometido de enriquecer su juego para conseguir extraer la mejor versión de sí mismo. "Me siento inspirado todos los días. Se lo digo a Chris todos los días. No es algo que voy a dar por sentado", contó Booker. "Escojo su cerebro. Lo escucho, de cerca. Observo cómo se mueve, e incluso cuando no está hablando o liderándonos, solo observo cómo se ocupa de sus asuntos. Tengo mucho respeto por él y no solo por mi, sino en toda la liga y en todo el mundo".
Tras haber superado a Magic Johnson como el quinto máximo asistente de la historia de la NBA recientemente, Chris Paul va camino de su enésima presencia en los Playoffs, ampliando un legado que no parece conocer un final próximo y haciendo de allí por donde pasa un equipo más competitivo, con más hambre y deseo de ganar. Y eso no tiene precio.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.