Los primeros pasos de la BAA hasta su definitivo asentamiento en 1949 con la fusión con la NBL que dio lugar a la NBA fueron años de incertidumbre, de precariedad económica y de lucha continua por hacer del básquetbol un negocio fructífero, evolucionando desde un pasatiempo a un deporte profesional y viable. La década de los 40 fue un momento de cambio y como toda coyuntura de este tipo siempre resulta inestable, con pocas certezas y donde la realidad muta constantemente.
La razón del éxito de la BAA respecto a la NBL fue el asentamiento de sus equipos o franquicias en ciudades grandes, lo que les permitió acceder a un mayor mercado y, en consecuencia, tener mayores ingresos. No fue casualidad que 3 de los principales conjuntos fundadores estuviesen en Nueva York, Boston, Washington y Philadelphia. Sin embargo, antes de que los conjuntos de zonas industriales y más pequeñas que componían la NBL como Minneapolis Lakers, Syracuse Nationals o Rochester Royals, hubo otras franquicias de núcleos poblacionales relativamente grandes pero que todavía estaban lejos de poder tener a los mejores jugadores.
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Antes de que Abe Pollin comprase la franquicia de los Chicago Zephyrs/Packers en 1964 para devolver el básquetbol profesional a la zona de Maryland hubo un equipo que se lanzó a la conquista de la recién nacida BAA. Los Baltimore Bullets originales, de los que tomaría el testigo el mencionado Pollin a mediados de la década de 1960, poseen una historia muy particular, la cual en cierto sentido les hace únicos. Y no es para menos, pues aquel conjunto que solo disputó 7 temporadas completas entre 1947 y 1954 tiene el dudoso honor de ser la única franquicia en haber conseguido un campeonato y haber desaparecido.
Los Bullets, como tantos otros conjuntos de la primera mitad del siglo XX, fueron equipos ambulantes a los que se les conocía como barnstorming. Estos grupos de jugadores recorrían las ciudades más cercanas semana tras semana para acabar reuniendo un salario complementario a sus empleos principales. Los equipos programaban varios partidos para una misma velada, algo que era posible gracias a que las canchas de juego eran más pequeñas (un tercio de las dimensiones actuales), el ritmo era menor, había más interrupciones y en prácticamente 50 minutos podía haber concluido el choque. Esto hacía posible que pudiesen disputar hasta 3 encuentros en una misma tarde, pudiendo regresar de madrugada a sus hogares justo para el inicio de su jornada laboral.
Con el tiempo, el equipo fue mejorando y haciéndose cada vez más fuerte en su región, combinando el barnstorming con la participación en una de las ligas más destacadas del momento como era la ABL, en la cual compitieron entre 1945 y 1947. Allí, los de Maryland se convirtieron rápidamente en el principal oponente al campeonato a los Philadelphia SPHAs, una de las organizaciones históricas del básquetbol norteamericano, pioneras en el profesionalismo y que en esos momentos vivía su ocaso. En 1946 lograron alzarse con el campeonato de la ABL sobre los SPHAs y al año siguiente se colaron nuevamente en las Finales, pero se negaron a jugarlas ya que las fechas coincidían con la celebración del World Basketball Tournament, torneo profesional de gran renombre en la época. Allí perdieron contra los Tri-Cities Blackhawks, siendo su 4ª derrota en 35 partidos disputados en aquel año.
Fue en ese momento en el que se les presentó la oportunidad de unirse a la BAA para su segunda temporada de vida. Con un equipo que combinaba a la perfección veteranía y juventud gracias a figuras como Buddy Jeannette (entrenador-jugador), Kleggie Hermsen, Chick Reiser o Paul Hoffman, los Bullets rápidamente se asentaron en la competición. "Hicimos historia, pero no mucha gente se emocionó", dijo el dueño de la franquicia, Jack Embry en 1947. En su primera fase regular, no exenta de problemas, lograron finalizar con un balance de 28-20, segundos en la división Oeste, y ganando el desempate para entrar en Playoffs contra los Chicago Stags.
La reciente incorporación del joven Connie Simmons acabó resultando vital en aquellos Playoffs pues lideró al equipo con 26,3 puntos de media en los cuartos de final ante los New York Knicks, fue clave en las semifinales de nuevo ante Chicago y terminó como máximo anotador en las Finales ante Philadelphia Warriors con 15,2 tantos. De haber existido el premio al MVP de las Finales habría sido con toda seguridad para el pivote de 22 años. Los Bullets se confirmaron como el equipo más fiable y competitivo en aquella fase por el título, destronando a los experimentados Warriors que venían de ganar el campeonato el año anterior y en sus filas estaba nada menos que Joe Fulks, principal reclamo de la liga en ese momento.
"Éramos un equipo en el verdadero sentido de la palabra", dijo Paul Hoffman al Baltimore Sun. "Jeannette era un gran líder y no te dejaba renunciar. Hizo que todos jugaran mejor".
Ese éxito no fue más que un espejismo, como un canto de cisne. En los años venideros los Baltimore Bullets iniciaron su declive hasta su irremediable desaparición.
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Aunque las instalaciones en aquella época no eran gran cosa, el Baltimore Coliseum dejaba mucho que desear. Sus 4000 localidades resultaban excesivas para la atención que podía generar el equipo, además, era un lugar sombrío, con vestuarios pequeños y un suelo duro, más de lo habitual. Por otro lado, la organización, aunque con bastante recorrido, no había logrado tener una cierta estabilidad económica, lo que les colocaban muy por detrás de otras franquicias. Mientras que cuando jugaban de locales las diferencias no eran muy notables, estas se hacían más evidentes cuando viajaban, es decir, en la mitad de sus partidos. Y es que el preparador físico del equipo, Harry Blaustein (apodado Heinie), solo podía estar en los encuentros disputados en Baltimore pues tenía su propia carrera como boxeador, por lo que en esas circunstancias hacían uso de algún trainer local o bien los jugadores se trataban y vendaban por su cuenta. Ni hablar de las equipaciones, las cuales eran responsabilidad de los jugadores que las lavaban en las duchas de los hoteles en el mejor de los casos.
Las penurias económicas del equipo, que en alguna ocasión tuvo que escabullirse rápidamente de un hotel para no tener que pagar la cuenta acabaron por trasladarse a pista.
Tras un 1949 prometedor con un 48,3% de victorias y una derrota en Playoffs vino el vacío. En las cinco campañas siguientes no superaron el 36% de triunfos, lo cual llevó a un baile de entrenadores que se sucedieron sin éxito alguno. Walt Budko fue el primero en sustituir a Jeannette, seguido de Fred Scolari quien tendría más éxito como jugador, seguidamente de Chick Reiser (entrenador-jugador) y Clair Bee.
Aunque el final oficial de los Bullets sucedió con el término de la campaña 1953-1954 donde registraron un 16-56 de marca, estos llegaron a iniciar el curso siguiente, haciéndolo con un 3-11 de balance. El 27 de noviembre de 1954 los jugadores se plantaron ante el despropósito salarial, pues la gestión en manos de Bee, entrenador y dueño al mismo tiempo, había sido nefasta desde el momento que se produjo la venta de la franquicia en 1950. Un negocio que solo acabó beneficiando a Jack Embry, propietario original, que compró por 7.500 dólares y vendió por 35.000.
El agónico final de los Baltimore Bullets originales es el mejor ejemplo de la situación tan frágil que vivía la NBA en sus primeros años de existencia. Una competición que fue creciendo año a año, sostenida por las figuras de George Mikan, Bob Cousy o Paul Arizin y que vio cómo otras franquicias como los Washington Capitals (1946-51), Chicago Stags (1946-50), St. Louis Bombers (1946-50), Indianapolis Olympians (1949-53) o Providence Steamrollers (1946-49) se desvanecían. No obstante, los Bullets fueron la última organización que sucumbió y desapareció.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.