El básquet es un juego de gigantes dominado por jugadores pequeños. Los manejadores de menor tamaño sobre el parqué han acostumbrado a ser los ejes fundacionales del sistema ofensivo en prácticamente todas las fases de la época moderna de este deporte. Una mejor coordinación, el correcto control del balón y rapidez han sido algunas de las razones por las que estos arquetipos físicos han ocupado un rol tan importante en el desarrollo de los acontecimientos, incluso sin necesidad de acumular grandes estadísticas.
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El hándicap físico ha obligado a no pocos manejadores a tener que encontrar modos de reducir la diferencia con respecto a sus competidores, buscar nuevas técnicas y recursos que les hagan seguir siendo igualmente válidos pese a que no puedan absorber el mismo nivel de impacto que otros compañeros de profesión.
En las últimas dos décadas se ha producido un incipiente movimiento que ha concentrado los tiros de campo en dos zonas muy diferenciadas, a saber, la pintura y el triple. Esto ha favorecido que los manejadores dispongan de un mayor espacio para la creación con balón, dando rienda suelta a la división y al lanzamiento exterior tras drible. Por otro lado, ha dejado deshabitada la media distancia y las zonas intermedias en favor de los aledaños del aro, receptores de finalizaciones, bandejas y rebotes.
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Anotar de dos puntos sigue siendo la principal fuente que nutre los marcadores de los equipos, ¿pero qué pasa cuando el principal productor ofensivo de un plantel no supera los 81 kilos y el 1,85 metro de estatura? El impacto que deben soportar en una hipotética incursión hacia el aro puede persuadir a más de uno de atacar la pintura por el continuo contacto contra cuerpos más imponentes que el suyo, obligando a estos a centrar sus esfuerzos en la larga distancia, especialmente en suspensión.
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La solución para corregir esta desventaja reside en un gesto técnico nada fácil de dominar, conocido como flotadora. Esta acción, la cual se basa en finalizar a cierta distancia del aro generando una amplia parábola con el balón que permita superar a los rivales sin que estos puedan taponarla, está convirtiéndose en la seña de identidad de Trae Young.
Nadie durante la temporada 2020-2021 ha realizado más flotadoras que el jugador de los Hawks, el cual ha anotado 159 de sus 325 intentos según NBA Stats, lo cual supone un 48% de acierto y representa un 35% de sus tiros de dos puntos a lo largo de esta campaña. Young ha promediado 4,0 flotadoras por noche, lo cual según Kirk Goldsberry lo coloca a la cabeza de toda la liga en ese sentido, seguido de Colin Sexton (3,1), Ja Morant (3,0), Darius Garland (2,6) y Luka Doncic (2,5).
La razón de esta insistencia en este gesto técnico parte de la mencionada diferenciación física, pero también de una lectura táctica del juego. La base del sistema de los Hawks se basa en el bloqueo directo, el cual es defendido en la mayor parte de las ocasiones por el interior en flat, es decir, este se hunde y contiene la posible penetración para proteger el aro. A esto cabe sumar que la mayor parte de las defensas que ha recibido de su par en estas situaciones han sido pasando por encima la pantalla, evitando de este modo que tire cómodo, lo cual favorece la penetración al tener a su emparejamiento detrás.
De este modo, a Young se le abren dos caminos posibles en el pick & roll: la asistencia y las flotadoras. Y si algo quedó claro en el Juego 1 ante los New York Knicks es que el base puede ser devastador ejecutando ambas acciones. 16 de sus 30 puntos vinieron de flotadoras, distribuidos en 8 de 12 intentos, incluyendo el tiro que otorgó la victoria a los Atlanta Hawks prácticamente sobre la bocina.
Running back @TheTraeYoung's game winner this time featuring @RealVoiceofHawk 🙌 #BelieveAtlanta pic.twitter.com/oKJP5KKoAb
— Atlanta Hawks (@ATLHawks) May 25, 2021
El jugador está resultando casi tan devastador desde la larga distancia como en penetración, eliminando la diferencia física respecto a sus competidores y haciendo muchísimo daño en la conservadora defensa de los Knicks de Thibodeau. Ajustar sobre el papel de Young en el ataque de Atlanta va a resultar clave en el desarrollo de la eliminatoria (continuará este miércoles), forzando a los neoyorquinos a ser mucho más agresivos en su marcaje al manejador, impidiéndole que salga liberado de las divisiones o de los bloqueos directos como ocurrió en el primer duelo.
La inteligencia de un jugador se mide por el uso y la ejecución de sus recursos en la medida de lo posible ante lo que plantea el rival. Los Knicks se han caracterizado por ser un gran conjunto defensivo que tiende a conceder poco acierto exterior y a proteger muy bien la zona restringida, invitando al uso de las distancias intermedias como puedan ser estos lanzamientos de Young.
El principal defensor de la estrella de Atlanta fue Derrick Rose, quien invirtió 23 posesiones en marcarlo, y sobre el que anotó 14 de sus 30 puntos en 6 de 13 intentos. "Si miras el partido, no estuvimos sobre él. Lo dejamos ir y dictar el juego", dijo D-Rose. "Tenemos que asegurarnos de jugar un poco más duro. El último partido tratamos de vivir de que fallase las flotadoras. Tomó grandes decisiones con el balón. Defender a cualquier jugador así es difícil, su coeficiente intelectual para el juego está por las nubes. Todos sus compañeros confían en él para hacer jugadas y darles el balón en determinados momentos".
Curiosamente, durante la Fase Regular fue Elfrid Payton quien más se emparejó con Young durante 3 partidos y 56 posesiones, dejándole en apenas un 33% de efectividad (6 de 15 en T2 y 1 de 7 en T3). ¿Modificará Thibs el plan para contener al manejador a cambio de perder fluidez en ataque?
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.