El haber entrado al Salón de la Fama como el primer jugador no drafteado de la historia de ese exclusivo club, no es lo único que distingue la presencia de Ben Wallace como parte de la clase 2021 que tendrá su merecido reconocimiento este próximo sábado. Además, el pivote se transforma en uno de los pocos jugadores en formar parte del Hall of Fame habiendo sido reconocido por lo hecho en el costado defensivo.
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Obviamente aquí no hacemos referencia solo a ser un gran defensor. Porque de esos hay muchísimos, desde Bill Russell hasta el mismo Michael Jordan. Pero mientras que la mayoría de los presentes en Springfield combinaba esa capacidad defensiva con otras virtudes enormes del otro lado del campo, hay un puñado de figuras que solo dominaban en el aro propio. Y entre ellos, Wallace es el caso más extremo.
Y es que hablamos de un jugador que apenas promedió 5,7 puntos y 1,3 asistencias en sus 16 años NBA, con un bajo 47% de campo (para un jugador que apenas lanzaba en las cercanías al aro) y un flojísimo 41% en tiros libres. Big Ben se transformará así en el jugador del Salón de la Fama con menor promedio anotador, pasando a Chuck Cooper (6,7 unidades), quien fue reconocido especialmente por haber sido el primer afroamericano drafteado por un equipo NBA.
Pero claro, mientras que en ataque Wallace era un jugador más o incluso una carga para sus equipos, defensivamente fue de los más determinantes de todos los tiempos. Intimidante como pocos en la pintura, capaz de batallar de tú a tú con mastodontes del calibre de Shaquille O'Neal a pura fuerza bruta y sacrificado para el trabajo sucio como identidad más reconocible de su juego.
Se retiró con 9,6 rebotes, 1,3 robos y 2 tapones de promedio de carrera en 29,5 minutos, lideró la NBA en dos ocasiones en rebotes, una en tapones, cuatro en defensive win shares y dos en defensive box plus-minus. Su rating defensivo es el quinto mejor de todos los tiempos y corona todas esas estadísticas con varias distinciones y premios individuales: cuatro All-Stars, cinco quintetos All-NBA, seis quintetos All-Defensive, un título con los Pistons y lo más importante de todo: cuatro Mejor Defensor del Año. Solo uno de dos jugadores en haber conseguido ese premio en cuatro ocasiones (ya hablaremos del otro).
El caso más parecido al de Wallace en el Hall of Fame es sin dudas el de Dennis Rodman. Otro de los que jamás destacó por su capacidad ofensiva (7,3 puntos y 1,8 asistencias de carrera), ni buenos porcentajes de tiro (58% desde la línea de libres). De hecho, sacando el caso especial mencionado de Chuck Cooper y el de un Buddy Jeannette que fue reconocido por sus años previos a la BAA/NBA, Rodman y Wallace son los dos promedios anotadores más bajos del Salón de la Fama.
Claro que los méritos defensivos de Rodman son tan importantes como los Wallace. Hablamos de un jugador que lideró durante siete campañas seguidas la liga en rebotes, que fue elegido a ocho quintetos All-Defensive y que se llevó dos DPOY, además de participar de dos All-Star y formar parte de dos All-NBA. Y de ganar cinco campeonatos, por supuesto.
Aún con sus excentricidades y su falta de peso en ataque, Rodman se mantenía como una pieza fundamental de grandes equipos por su capacidad de impacto en el campo propio. Desde ese alero veloz y de gran marca perimetral en los años con Detroit, al Gusano más físico y mañoso de las temporadas con los Bulls. Un jugador único, en varios sentidos.
Otro de los grandes especialistas que aparecen en el Hall of Fame es Dikembe Mutombo. Quien al igual que los dos casos anteriores, también dejó la NBA con promedios anotadores de un solo dígito: 9,8 puntos con apenas una asistencia por partido. Sin embargo, no hace falta aclarar que el congoleño fue de los grandes muros infranqueables de todos los tiempos, marcando una era con su habilidad para proteger el aro... y luego hacérselo saber a los atacantes rechazados.
Mutombo se retiró con un promedio de nada menos que 2,8 tapones por partido, el séptimo más elevado de la historia (segundo en cuanto a total). El pivote lideró la NBA en ese rubro durante tres temporadas consecutivas en Denver y luego sumó otras dos como el mejor rebotero de la liga. Cuando se retiró, lo hizo con ocho All-Stars, seis All-Defensive, tres All-NBA y cuatro DPOY (el único junto a Wallace con esa cifra) en su poder. Y si bien es cierto que llegó a tener sus momentos de mayor contribución anotadora (16,6 puntos como novato fue su marca más alta), no hay dudas de que su lugar en el Salón de la Fama se explica por su producción en defensa.
El cuarto nombre de la lista también es un pivote, aunque en su caso debemos retroceder varias décadas. Nos referimos a Wes Unseld quien brilló principalmente en los años 70, siempre jugando para los Bullets y dejando una enorme huella en la competencia a pesar de jamás haber sido un anotador: solo 10,8 puntos de promedio en 36,4 minutos por encuentro. A diferencia de los otros tres mencionados, Unseld sí brillaba como pasador (3,9 asistencias) pero su principal contribución para aquellos equipos de Baltimore (y luego Washington) pasaba por su fortaleza física y control rebotero.
Unseld promedió en doble dígito de rebotes en 12 de sus 13 temporadas NBA y se retiró con una media de 14 por encuentro, la sexta marca más elevada de todos los tiempos. El oriundo de Louisville posee el séptimo rating defensivo más bajo de la historia, mientras que figura 22° en cuanto a defensive win shares. En su caso, no destacaba a la hora de los tapones y quizá por ello no haya recibido reconocimientos individuales desde lo defensivo, aunque sí los tuvo en el plano general: cinco All-Stars, un MVP, un MVP de Finales, un Rookie del Año y un All-NBA.
Llegamos así a Maurice Cheeks, quien si bien se diferencia del resto por haber sido base y no pivote, comparte una característica con Unseld: no solo era un gran defensor, sino también un excelente asistidor. Pero claro, mientras otros grandes pasadores no han llegado al Salón de la Fama, Cheeks sí lo ha conseguido gracias a su aporte del otro lado del campo.
Su marca registrada eran los robos de balón. Promedió por encima de los dos recuperos en sus primeras 10 temporadas NBA (todas ellas con Philadelphia) y aparece en el Top 10 histórico tanto desde el total (6°) como desde el promedio por partido (10°). Cheeks siempre fue más pasador (6,7 asistencias) que anotador (11,1 puntos) pero su defensa le permitió transformarse en un ícono de los Sixers en los años 80, siendo elegido a cuatro All-Stars y a cinco quintetos All-Defensive.
El último caso es el de KC Jones, sucesor de Bob Cousy en la base de Boston durante la década del 60 y figura clave de aquella dinastía de los Celtics, con la que ganó ocho títulos en nueve años. Jones no tenía el talento pasador de Cousy y nunca promedió más de 9,2 puntos en una temporada (7,4 para su carrera) pero su marca agresiva en el perímetro fue decisiva como complemento ideal para la intimidación interior de Bill Russell.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.