Cuando Vitaly Potapenko anotó la última canasta del equipo local a pocos segundos del final en la mente de ningún aficionado cabía pensar que los Sacramento Kings no volverían a pisar los Playoffs en los siguientes casi 20 años. Por el camino una odisea sin rumbo aparente, un eterno viaje por lo más profundo de la Conferencia Oeste, hundidos en la nada misma y sin ver la luz al final del túnel.
Decir que las 16 temporadas que ha vivido la capital californiana terminando su campaña a las primeras de cambio ha sido un fracaso sería quedarse corto. Un equipo puede no tener éxito, carecer del personal adecuado o bien que el nivel competitivo sea muy alto. Sin embargo, la decadencia de los Kings fue tal que llegaron a convertirse incluso en el hazmerreír para muchos fans de la NBA. Un sambenito con el cual cargaban sus integrantes, un destino al cual muchos agentes no querían enviar a sus jugadores y en donde pasaron hasta 11 entrenadores diferentes.
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Hablar de Sacramento Kings supone hacerlo de la franquicia en activo con más historia y años de recorrido del ecosistema del básquet profesional en Estados Unidos. Su origen data de 1923, hace justo 100 años, emplazados en la remota Rochester (Nueva York) donde bajo el nombre de Seagram's empezaron a recorrer el país jugando. Así hasta llegar a la NBL y de ahí a la BAA y posteriormente la NBA. Con cambios de nombre mediante, así como de emplazamiento, esta organización ha sobrevivido a todos los reveses que uno pueda imaginar, pero ninguno más duro y desmotivador que la última década y media de vida en California.
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que en Sacramento se vivió un partido de Playoffs que, de todos los que disputaron un minuto en aquella edición de 2006, solo quedan en activo LeBron James y Udonis Haslem. Algunos incluso son entrenadores en la liga o fuera de ella (Jason Kidd, Chauncey Billups, Saras Jasikevicius, etc).
Esta es la historia de la caída y el ascenso de Sacramento Kings para volver a los Playoffs.
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Un proyecto agotado en un duro Oeste
Rick Adelman es la figura más importante de la historia de la franquicia desde que se trasladó a Sacramento en 1986. El mítico entrenador construyó una cultura que cerca estuvo de poner fin a la dinastía de los Lakers a principios del siglo XXI. Un equipo alegre, rápido y revolucionario en cierto modo por su manera de entender el ataque. No obstante, la salida de Chris Webber rumbo a los 76ers con el objetivo de buscar un anillo así como la decepcionante llegada de Kenny Thomas y Shareef Abdur-Rahim llevaron al proyecto a un agotamiento natural.
Un fin de ciclo que no significó una desconexión por parte de sus aficionados, los cuales abarrotaban las gradas del estadio noche tras noche, incluso a pesar del reducido aforo del extinto ARCO Arena.
En aquel punto una cierta reconfiguración de la plantilla no parecía algo negativo. Al fin y al cabo tenían todas sus rondas de Draft, activos de los que sacar tajada en futuribles traspasos y unos dueños con ganas de gastar dinero. Pero cuando se busca reconstruir hay que tener una idea y Geoff Petrie carecía de ella, al igual que su gente de confianza.
Una odisea interminable
Los años que siguieron al último partido de Playoffs fueron un reflejo de lo que iba a suceder en la siguiente década. Pésimas elecciones de Draft en puestos de lotería (Spencer Hawes, Jason Thompson), inacción desde los despachos y malos traspasos fueron la tónica. Incluso los brotes verdes que supusieron las elecciones de Tyreke Evans (Rookie del año en 2010) o DeMarcus Cousins resultaron insuficientes.
Se generó así un círculo vicioso. La propiedad no quería invertir dinero en un equipo perdedor y sin una inversión en condiciones los planteles no podían competir contra rivales con más recursos. Una inversión económica que no solo tenía que ver con jugadores, también con entrenadores, personal de las oficinas, scouts y todo lo necesario para tener un mínimo éxito en la NBA contemporánea.
Incluso con la venta a Vivek Ranadivé en 2013 muchos de estos problemas continuaron, amplificados por el hecho de poner al frente de las operaciones a alguien que no dominaba las normas ni el convenio colectivo como Vlade Divac. Algo que evidenció en 2015 con un traspaso que acabaría convirtiéndose en Jayson Tatum y Romeo Langford.
No sería hasta la llegada de Monte McNair cuando Sacramento comenzaría a ver la luz al final del túnel.
La importancia de confiar en un proyecto
Los Sacramento Kings que empezaron el training camp en diciembre de 2020 poco o nada tiene que ver con el plantel que próximamente se estrenará en Playoffs. Tan solo un núcleo duro permanece desde entonces, compuesto por De'Aaron Fox, Harrison Barnes, Richaun Holmes y Terence Davis.
Todo ha cambiado desde entonces. Algunos llegaron y se fueron, otros fueron cesados y, entremedias, dudas, muchas.
¿Será Fox el jugador que necesita este proyecto? ¿No sería mejor mover a Barnes y conseguir algún joven? ¿Y si Haliburton es la solución?
Para alcanzar cotas altas e inexploradas hace falta dos cosas: experiencia y liderazgo. Dos virtudes que no abundaban en aquellos Kings, quienes pese a su brillantez en ataque siempre se les hacía larga la temporada. McNair sabía bien cómo edificar un equipo ganador, pues había sido alguien clave en la construcción de los Houston Rockets más exitosos de la última década bajo las órdenes de Daryl Morey. Para este todo nacía del ataque y la velocidad y, justamente, tenían al base más eléctrico de toda la liga. Ahora era cuestión del GM encontrar a las piezas necesarias para maximizar a Fox.
Primero llegó Domantas Sabonis en una operación un tanto polémica al traer al lituano a cambio de Haliburton y Hield. "Los comentarios eran horribles", dijo el ex del Unicaja en ESPN respecto a lo que tuvo que leer tras su traspaso. Todos dudaban, incluído quien firma este artículo, aunque había razones para creer en su potencial junto a Fox.
El segundo en desembarcar en Sacramento fue Mike Brown, quien pese a haber sido fundamental en el éxito de la dinastía de Golden State Warriors, no había dispuesto de una oportunidad tras el fracaso de los Lakers en 2013. Brown, experimentado, con mentalidad defensiva y uno de los más brillantes de toda la liga en su ámbito impuso una serie de normas a cumplir y un estándar altísimo. En definitiva, el técnico no había venido a los Kings a cobrar un salario solamente: quería ser quien rompiese la racha.
Y vaya si lo ha hecho.
Al cierre de esta pieza los Kings de Brown van camino de firmar el mejor ratio ofensivo de la historia (118,9), lo que equivale a ser el mejor ataque de todos los tiempos en términos de eficiencia.
"No diría que no puedo creer que estemos aquí ahora, pero a veces pienso: Vaya, hemos recorrido un largo camino", reconocía De'Aaron Fox recientemente. "Pasaron muchas cosas. Muchas no funcionaron. Pero siempre supe que nos llevaría tiempo ganar".
Domantas Sabonis acababa de cumplir 10 años y Fox tenía 8 cuando los Sacramento Kings jugaron su último partido de Playoffs. 17 temporadas después han sellado su presencia en la postemporada con un equipo que ya es historia.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.