El gran problema de los Philadelphia 76ers en su caída ante los Indiana Pacers pasó por lo defensivo. Después de todo, recibieron 127 puntos, mientras que en ataque fueron capaces de anotar 121. Sin embargo, cuando profundizamos en lo que hizo el equipo de Brett Brown en su debut oficial en el campus de Disney, encontramos con señales que también deberían preocupar a sus seguidores en ofensiva.
La primera alarma importante para los Sixers tiene que ver con las pocas novedades de su ataque, a pesar de los meses de parate. Lejos de verse la transformación que se podía esperar ante los cambios de nombre y posición, Philadelphia evidenció todos los problemas que lo han acompañado durante la 2019-2020 y en algunos casos, hasta los potenció.
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El spacing del equipo siguió siendo malo, hubo poco protagonismo del tiro de tres para las normas actuales (68 dobles vs 25 triples) y sobre todo, hubo desconexiones y una falta de fluidez que se ha repetido noche a noche en esta campaña: los de Brown totalizaron 20 asistencias contra 21 pérdidas.
Si acabaron con 121 puntos fue por una simple razón: la flaca rotación interior de los Pacers, sobre todo luego de que Myles Turner se cargara rápidamente de faltas personales. Esto obligó a Indiana a jugar muchos minutos con JaKarr Sampson y TJ Leaf como pivotes, no solo dándole vía libre a Joel Embiid (41 puntos), sino también otorgándole segundas, terceras y hasta cuartas oportunidades a los 76ers (bajaron 20 rebotes ofensivos).
La sensación es que ese dominio físico que le permitió a Philadelphia terminar con una buena producción anotadora, será muy difícil de repetir ante cualquier otro equipo con el que se enfrenten en Disney. Y por eso, proyectando a futuro, hay un factor que no se puede dejar de lado: la total falta de creación desde el pick and roll en el ataque Sixer.
Que los 76ers son uno de los peores equipos de la liga en esa acción específica lo sabemos todos. Apenas el 13% de las posesiones de Philadelphia llegan con el portabalón tomando un lanzamiento tras una cortina directa. Se trata de la segunda cifra más baja de la competencia (Houston registra un 10%) y también se encuentran 29° en intentos por partido mediante esa jugada: 11,4.
Sin embargo, lo de este sábado ante Indiana escaló a niveles insospechados y francamente, difíciles de imaginar en la NBA del 2020. Y es que los Sixers no convirtieron ni un solo lanzamiento tras una cortina directa. Y más preocupante aún: solo tomaron tres disparos. Uno de Ben Simmons, otro de Josh Richardson y uno más de Alec Burks. Tres sobre 93 lanzamientos en el juego y de nuevo, cero puntos obtenidos.
El dato es particularmente llamativo, si tenemos en cuenta que Brown decidió sumar a un base a la alineación y mover a Simmons a la posición del cuatro. Pero lejos de que Shake Milton ofrezca soluciones en ese jeugo en parejas, se lo vio completamente desentendido del ataque, tomando solo un disparo al aro (un triple a pie firme) en 19 minutos. Milton no anotó, mientras que su compañero de media-cancha titular, Josh Richardson, solo sumó 4 unidades.
Sacar 4 puntos totales de tu base y escolta titular es una ventaja demasiado grande, especialmente en una NBA actual ultra dependiente de los perimetrales. Parte de la responsabilidad cae en los jugadores, pero lo cierto es que el esquema de Brown tampoco favorece a los miembros de esos puestos en particular.
Con mucha frecuencia vimos a los 76ers recurrir al mismo tipo de acción: el base (Milton o Simmons) subiendo la bola hasta pasada la mitad de cancha, para luego dar un pase de entrada a un jugador de espaldas en el poste alto. Y de allí, atacar desde el drible, buscar a algún tirador abierto o incluso asistir a otro compañero posteado, en una jugada que le daría pesadillas a cualquier entrenador que tenga al spacing como prioridad.
Para entender mejor de lo que estamos hablando, vale la pena repasar exactamente cómo fue que Philadelphia tomó sus 93 disparos al aro ante Indiana.
- 24 de ellos llegaron en situaciones de spot-up (un jugador que recibe estacionado, ya sea para tirar o atacar al cierre de tiro del defensor).
- 17 disparos llegaron inmediatamente después de tomar un rebote ofensivo.
- 15 llegaron en situaciones de poste bajo.
- 9 fueron en jugadas de aclarados.
- 7 de transición.
- 6 en las caídas de los grandes tras el pick.
- 5 tras cortes sin la bola y otros 5 con las llamadas off-screens (cortinas indirectas).
- 3 fueron con los mencionados portabalones en el pick and roll.
- 2 fueron producto de un mano en mano.
El 3 de 93 desde el pick and roll baja a un 3% el protagonismo de ese recurso. Más de un cuarto por debajo del 13% habitual de los Sixers, que como ya marcamos, es de por si muy bajo. Y hay más: en las otras nueve áreas mencionadas, Philadelphia fue capaz de anotar al menos un disparo. La del pick and roll fue la única en la que se fueron en cero.
En promedio, los equipos alrededor de la NBA toman 16,2 lanzamientos por partido tras una cortina al balón y solo 3,9 disparos en acciones de poste bajo. Ante los Pacers, Philadelphia invirtió esas cifras: 3 y 15 respectivamente. Y aunque no sufrió excesivamente en ese aspecto, gracias a su ventaja física, un plan semejante parece dejarlo bastante mal parado de cara a sus chances de revertir una 2019-2020 decepcionante. Los Sixers tienen mucho trabajo por hacer en ambos costados del campo.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.