La escena se ha repetido durante muchas otras ocasiones durante los largos días de offseason. Sin partidos que disputar, la única acción que se produce en la NBA ocurre en los despachos. Llamadas, reuniones, mensajes de texto, los smartphone echan humo y no es para menos, pues en las manos de los ejecutivos, agentes y jugadores está su futuro. En estas, a un aficionado cualquiera le llega una notificación de Twitter del insider de turno con un mensaje: Jalen Brunson a los New York Knicks. La reacción al instante de este no es otra que de sorpresa, primero por las cantidades que se manejan (104 millones de dólares en cuatro temporadas), segundo por cambiar los prometedores Mavericks por los siempre dudosos inquilinos del Madison Square Garden.
En el momento que Adrian Wojnarowski tuiteó la noticia las redes se encendieron alarmadas por la decisión de Brunson y los Knicks. Este era un jugador que venía de romperla en los Playoffs, siendo el complemento perfecto de Luka Doncic con 21,6 puntos y un 46,6% de acierto, pero las dudas eran legítimas. A sus 25 años y con cuatro temporadas a sus espaldas había vivido a la sombra de una de las grandes estrellas y consumidores de balón de la liga, sin verse nunca en la situación de ser el líder y cargar con esa responsabilidad.
Era mucho dinero para una apuesta tan poco segura y el mercado al que iba a ir era, probablemente, el más duro a nivel mediático de toda la geografía NBA. Pero los Knicks habían hecho un análisis exaustivo de sus problemas y el diagnóstico no era otro que la necesidad de encontrar un base, no uno cualquiera, alguien capaz de ofrecer seguridad y constancia, sin grandes picos. Brunson era su hombre. En las dos campañas previas tan solo otro point guard en la liga había registrado un porcentaje de pérdidas menor en su mismo rango de uso (Terry Rozier, 8,3%), estableciéndose el producto de Villanova como el segundo más seguro con apenas un 10,2%. Todo ello con el mejor porcentaje de tiro real (true shooting %) entre los que encajaban en los parámetros, lanzando al 59,7%.
Puede que Jalen Brunson no tuviera el lustre de las estrellas de primer nivel que cabría esperar de una metrópolis como Nueva York, pero esto va de ganar partidos, no de lucirse. Más cuando al frente del equipo está Tom Thibodeau. Los Knicks necesitaban a alguien así y Brunson sentía que debía volar lejos del nido de los Mavs, quienes tuvieron la opción de ofrecerle una cantidad semejante, pero no lo hicieron cuando tuvieron su oportunidad.
En el breve tiempo que el base de 25 años lleva en los Knicks se ha convertido en su líder de facto y en su termómetro. La intensidad que le aplica al juego, la entrega y la determinación que ha demostrado justifica el movimiento sin lugar a dudas. Puede que los resultados del equipo no estén siendo igual de buenos, pero está claro que desde la Gran Manzana definitivamente quieren hacer bien las cosas y buscan construir algo que vaya más allá de una incursión en los Playoffs. Ahí es donde Brunson gana peso.
El nativo de Nueva Jersey forma parte de un selecto grupo de jugadores que se definen por su corrección. Al contrario que otros, como su compañero Julius Randle, Brunson es alguien sumamente constante y funciona como un reloj. Sus picos y sus puntos bajos apenas se diferencian, y si lo hacen suele ser porque algún problema físico le merma. Es lo que tiene haberse formado en la universidad bajo la tutela de Jay Wright y de que su padre, Rick, fuese profesional durante casi 10 temporadas.
Si las dudas generalizadas durante la Agencia Libre acerca de si sería capaz de trasladar su nivel de los Playoffs a un escenario más grande eran comunes, el joven las ha acallado de un plumazo.
Sobran palabras en este punto, que hablen los números:
- Playoffs 2022: 21,6 puntos con un 50,4% en tiros de dos, 34,7% en triples, 3,7 asistencias, 1,1 pérdidas y 0,8 robos en 34,9 minutos
- Fase Regular 2022-2023: 21,8 puntos en 55,0% en tiros de dos, 32,2% en triples, 6,7 asistencias, 1,7 pérdidas y 1,1 robos en 33,2 minutos
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Caer de pie en el Madison no es fácil. Muchos son los que han empezado a recibir abucheos a las primeras de cambio y se han encontrado protagonizando titulares (negativos) a las pocas semanas. Brunson no, todo lo contrario. Como si se tratase de un hijo pródigo (aunque adoptivo), los Knicks han dado con la figura perfecta para potenciar lo que tienen.
“Me encanta la forma en que puede controlar y administrar un partido. Para mí, esa es la función número uno de un base. Cuando juegas de esa manera, el juego es fácil para todos”, contaba Tom Thibodeau sobre su nuevo pupilo. “Pero requiere mucha energía y sacrificio. No se trata solo de jugar rápido y no quieres hacer tiros imprudentes, sino que debes moverte sin la pelota y con ritmo".
"Se trata de una presencia alentadora. Es tremendo", continuó. "Desde el momento en que firmó se pasaba todos los días en el gimnasio. No es un chico que se quede en palabras. Simplemente hace todo lo que debe y, cuando salta a la cancha, está listo para ejecutar".
En las diferentes métricas avanzadas destinadas a comprobar el impacto de uno u otro jugador sobre el global de su equipo, Brunson se ha logrado colar en este arranque junto a algunas de las mayores estrellas de la liga. Es el 14º en valor ante el reemplazo (VORP) con un +1,0, superando a otros como Jaylen Brown o Paul George; ocupa el 17º puesto en victorias sobre reemplazo (WAR), con un +2,3, por delante de Giannis Antetokounmpo o Trae Young sin ir más lejos.
De hecho, de continuar esta tendencia, Jalen Brunson se convertiría en el primer jugador en la historia de los Knicks en promediar más de 20 puntos, 6 asistencias y perder menos de 2 balones por noche. Casi nada tratándose de una franquicia como esta.
En una NBA en la que tiende a girar cada vez más alrededor del heliocentrismo el estilo old-school de Brunson brilla por su rareza. Ni un pase fuera de tiempo, ni una tiro mal seleccionado, ningún ataque sin un proceso previo de análisis de la situación. Su forma de juego reconcilia al aficionado con la tradición, lo ortodoxo, pues sigue los pasos lógicos e identifica da acción como una distinta. El amor de la figura de los Knicks por la media distancia (40% de acierto) contrasta con la norma extendida en la actualidad, haciendo de él un jugador, en cierto modo, de culto.
Puede que no sea la figura más llamativa o atractiva para los aficionados, pero es el jugador que los New York Knicks necesitaban y lo ha demostrado sin hacer apenas ruido.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.