Cuando una franquicia da con la tecla, reune a los jugadores adecuados y tiene una pizca de suerte al resto de la liga solo le queda esperar a que esa etapa de dominio sea breve y rápida. Los Golden State Warriors fueron el equipo que definió la segunda mitad de la década pasada. Un grupo tan talentoso como irrepetible, cambiando el juego y condicionando la construcción de los rosters de sus oponentes.
En el momento en el que se dieron estas circunstancias hubo dos reacciones en la NBA. Por un lado hubo quienes apretaron el botón de reconstrucción, en busca de adelantar plazos para que su línea de desarrollo no coincidiera con la de los californianos. Por otro, los contendientes trataron de adaptarse a la nueva realidad con conjuntos más homogéneos y abiertos que plantase cara a los Warriors. Pero hubo una tercera vía, una tan única que solo una mente en concreto estaba dispuesta a llevar a cabo hasta las últimas consecuencias: los Houston Rockets de Daryl Morey.
Contó Mike D'Antoni en el podcast de JJ Redick el pasado mes de abril que al iniciar cada temporada tenían claro que estaban construidos única y exclusivamente para vencer a los Warriors. Cada fichaje, cada decisión táctica, cada estrategia defensiva, todo tenía como objetivo tumbar a Golden State en Playoffs. Su identidad se construyó en base a un otro que era el Goliath de su era, siendo los Rockets una suerte de David de laboratorio.
La frase que reza que la historia la escriben los ganadores adquiere un mayor significado y valor en el mundo del deporte. Un ecosistema que guarda cierta estima al subcampeón, pero que olvida sistemáticamente a quiénes tuvieron verdadero peso en el éxito de quienes pasaron a la posteridad. Aquellos Rockets de Morey fueron el rival que más tuvo contra las cuerdas a un conjunto formado por Kevin Durant, Stephen Curry y Klay Thompson.
"Se podía ver en sus ojos, los teníamos. Los teníamos contra las cuerdas", lamentó D'Antoni en The Old man and the Three al recordar las series de 2018 contra los Warriors.
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El modo en el que aquellos Rockets del Moreyball se construyeron, más allá de su anhelo de tumbar al gigante de su era, tenía una base científica. Alrededor de un sol del que emanaba todo giraba su ataque. James Harden era el alpha y omega, todo tenía su sello, nacía y moría en función de su rendimiento y tan solo la aparición de Chris Paul y Russell Westbrook modificó ligeramente el guion. Más allá de La Barba un elenco de secundarios y ejecutores dispuestos a cumplir con su esquemática función ofensiva. Al mencionar a este proyecto se tiende a obviar la relevancia que tuvo la defensa y es precisamente lo que realizaron atrás lo que les permitía mantener una propuesta tan revolucionaria en la práctica en el otro costado. Cambios automatizados, formatos pequeños, versátiles y con jugadores muy concretos. Solo los parámetros estadísticos que Daryl Morey y su equipo de analytics saben realmente qué vacíos llenaban jugadores como Gerald Green, Luc Mbah a Moute o Austin Rivers.
Años después de aquello la esencia de aquel alocado plan todavía pervive. Y lo hace en el otro extremo del país, en Philadelphia. Los Sixers son los herederos de ese proyecto, el cual se traduce en nombres con un pasado notable en la franquicia de Texas como James Harden, PJ Tucker, Danuel House y Montrezl Harrell. Todo ello con Daryl Morey moviendo los hilos desde las oficinas.
El actual Presidente de operaciones de los 76ers tiene el encargo y el reto de convertir a una de las franquicias históricas de la liga en ganadora de nuevo. Más de 20 años después de la última ocasión que pisaron las Finales de Conferencia y casi 40 de su último anillo, Morey ha reunido para la ocasión a un elenco de viejos conocidos de Houston.
"No hay nadie como Daryl Morey”, dijo Tucker en octubre a The Ringer. “Su mente, la forma en que piensa sobre ciertas cosas. Puede que sea algo que nadie presta atención, pero te convencerá de que creas que lo que dice tiene sentido”.
Este ejecutivo es autor de una de las reflexiones más célebres respecto a cómo de estrecho es el margen entre ser campeón y quedarse corto. Morey desarrolló lo que se conoce como la teoría del 5% por la cual defendía que si tienes ese porcentaje "de probabilidades ganar el título, y tu equipo se incluye en esa cantidad muy pequeña, debes concentrarte en ganar el anillo", contó en 2012.
Con todo este bagaje en mente se entiende que los 76ers hayan puesto todo encima de la mesa para tratar de conseguir el anhelado campeonato. Una apuesta que, por el momento, parece difícil de ver cumplida mientras el equipo marcha con un balance de 12-11 entre lesiones de sus estrellas, tramos de irregularidad y un particular proceso de aclimatación grupal.
Aunque desde fuera uno pueda mirar los nombres que componen el plantel y pensar que Morey está tratando de replicar el éxito del modelo de Houston la realidad no puede ser más distinta. Los Sixers son un equipo cuyo estilo podría encajar a la perfección a comienzos de siglo en el que el juego al poste bajo y la media distancia tiene un peso notable. De hecho, desde que llegó al cargo Morey, Philly es la quinta franquicia que menos triples ha lanzado en estas tres últimas temporadas. Sin ir más lejos, su media por noche es de 31,5 cuando en sus tres campañas finales en los Rockets la cifra era de 44,2 siendo los que más lanzaron.
En su breve periodo al frente de la gerencia el ejecutivo ha probado que su modelo de construcción de equipos no era único ni rígido, más bien líquido. Los 76ers han lanzado una media de 13,1 tiros de media distancia en las últimas tres campañas con un éxito del 43,7% y nombres como Tobias Harris, Joel Embiid o Tyrese Maxey liderando la carga ofensiva. De hecho, no es extraño que James Harden esté en máximos de carrera tanto en intentos como en acierto.
La pregunta de rigor aquí sería, ¿ha sido una decisión del jugador ante su declive físico o una apuesta de la gerencia?
El caso es que, a diferencia de lo que ocurrió en Texas, ahora el Moreyball 2.0 se parece más a un conjunto de la vieja escuela. Y es que cuando la tendencia general apunta en una dirección encontrar el modo de salirse del camino, de construir tu propio trayecto y que este tenga sentido es el mejor atajo al éxito. Philadelphia 76ers están tratando de hacer justamente esto, focalizando su forma de juego en el poste bajo, ralentizando el ritmo y con una distribución de lanzamientos contracultural.
Todo ello obra del hombre que dijeron que había arruinado el básquet debido a la implementación de las estadísticas avanzadas.
"Cuando las personas se enfadan por la dirección en la que las estadísticas han tomado en la liga simplemente lo están con la gravedad [ofensiva]. Están enfadados con las reglas. Porque las analytics no son buenas o malas. Simplemente son”, reconoció Morey en una entrevista en The Ringer. “Te dirá qué dirección te lleva a un área de mayor probabilidad de ganar. Eso puede hacer que el juego sea más o menos interesante. A los datos no les importa. Es como estar enojado con la evolución. Solo ocurre. Las analytics simplemente están haciendo lo que todos han hecho siempre: usar datos para hacer todo de manera más eficiente”.
Los Philadelphia 76ers son la nueva obra de Daryl Morey, quien ha puesto en marcha una actualización de su particular Moreyball de un modo radicalmente distinto al que le llevó a lo alto en Houston Rockets. Lo que está por ver es si los resultados de su análisis serán más o menos correctos.
Como siempre, el juego dictará sentencia.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.