Hubo un tiempo, hace no mucho, en el que hablar de Ben Simmons significaba hacerlo de uno de los mayores talentos de su generación. La creatividad como pasador que el australiano demostraba en cada ocasión que pisaba una cancha despertaban en el público todo tipo de reacciones y comparativas. En su perfil destacaba una predilección por la dirección que permitía trazar una línea natural de Magic Johnson a LeBron James hasta llegar a él.
No hay nada más peligroso para un deportista que el miedo. El miedo paraliza, siembra la duda, incapacita, hace que lo que antes era habitual y rutinario ahora sea una pesada carga con la que seguir adelante. Ese pánico, que no siempre ha de ser evidente a ojos del que mira desde fuera, se traduce en los deportistas profesionales en una toma de decisiones cuestionable y en una constante incapacidad de impactar en el juego. El control de la situación en este tipo de escenarios es lo más difícil de todo. No solo un jugador ha de ser consciente de su realidad, también querer y poder revertirla. Ben Simmons lleva tanto tiempo dentro de esta peligrosa dinámica negativa que ya ha quedado enterrado por el tiempo aquel jugador agresivo, impredecible y resolutivo que maravilló en su año de novato. El miedo se ha apoderado del australiano hasta causar frustración en su técnico, Jacque Vaughn.
Muchos pensaban que un reinicio fuera del tóxico ambiente de Philadelphia y de los 76ers desbloquearía la mente de Ben. De hecho, el escenario que los Brooklyn Nets presentaban era el soñado para un perfil como él. Rodeado de tiradores de gran acierto y experiencia, así como de un interior móvil y con la posibilidad incluso de ejercer él mismo es rol, todo hacía indicar que este era el momento de despegue para el jugador de 26 años. Nada más lejos de la realidad.
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A estas alturas, con más de 300 partidos a sus espaldas, es imposible determinar qué tipo de jugador es Ben Simmons. Esa indefinición, lejos de ser una virtud, es una carga. Alguien de 2,08 que se mueve con la rapidez de un base, que puede defender las cinco posiciones y cuya capacidad de reacción en semiventaja es fascinante. Pero también se trata de un perfil sin impacto alguno a nivel ofensivo, cuya pulida técnica individual va desvaneciéndose conforme la canasta está más y más cerca. Su característico gancho ha dejado de ser visto como una interesante aplicación de un recurso clásico a una forma de evidenciar todas sus limitaciones.
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Uno de los problemas que acontecen en la NBA con perfiles tan singulares como el de Simmons es que la paciencia se agota pronto cuando los resultados tardan en llegar. Las dificultades para que este encuentre un modo de estar cómodo sobre el parqué, así como del equipo para proveerle de alineaciones que maximicen sus condiciones son tremendas.
La imposibilidad de encontrar o crear un rol específico para el australiano le está llevando a quedarse prácticamente fuera de la rotación de unos Nets que no andan sobrados de efectivos tras los traspasos de sus estrellas. Aunque es cierto que arrastra problemas físicos, sus minutos han ido cayendo en picado semana a semana. Si el pasado 20 de enero estuvo casi 37 minutos sobre el parqué contra Utah Jazz, el 7 de febrero ya fueron 26, luego 19 ante los Bulls, 16 frente a "sus" 76ers y, finalmente, 11 en la derrota a manos de los Knicks.
En ese sentido se expresaba Jacque Vaughn, a caballo entre la honesta frustración y la búsqueda de generar una reacción en su pupilo:
"Tenemos que hacer un trabajo al respecto, simplemente hay que echar un vistazo a cómo lucirían algunas alineaciones", comenzó en su respuesta sobre los pocos minutos de Simmons ante los Knicks. "Si pones a otro grande al lado de Ben, luego tienes que averiguar cómo es el spacing que queda. Luego, si pones a otro creador de juego junto a él, entonces tienes que descifrar cómo se va a mover sin la bola. Y si planteas formatos pequeños tienes que ver si alguien le puede acompañar en el rebote. Los retos están frente a nosotros, debemos afrontarlos y ya veremos qué tal".
Si la cuestión Simmons había quedado en un segundo plano a lo largo de la primera mitad del curso de los Nets debido a que había otras prioridades, ahora que ni Irving ni Durant se encuentran en el equipo la espada de Damócles vuelve a estar sobre su cabeza. Señalado y mientras todos esperan a que se convierta en la piedra filosofal que lidere el futuro de los Nets. La presión constante a la que se ha visto sometido el australiano desde su adolescencia, la cual se intensificó a partir de junio de 2021, parece haber hecho que algo se rompa dentro suyo. Partiendo en dos su carrera desde aquella bandeja errada en el séptimo partido contra los Hawks y resultándole imposible encontrar su camino después.
6 han sido las alineaciones con más de 20 minutos que los Nets han presentado en esta campaña con el base de 26 años presente. Todas salvo una han sido positivas, algunas muy brillantes. Ninguna de ellas es replicable en lo que queda de temporada por la ausencia de los dos astros perdidos. Y encontrar datos positivos en los que Simmons esté presente sin estos dos es más complicado. De hecho, los registros dejan mucho que desear.
El abrupto descenso del jugador de los Nets del estrellato al ostracismo del banquillo tiene cierta explicación. No solo viene de pasar una temporada en blanco, sufriendo una complicada lesión de espalda, sino que a lo largo de esta campaña ha experimentado diferentes problemas en una rodilla que le han limitado físicamente. Pese a esto, resulta indefendible el hecho de que lleve casi tantos rebotes (259) y asistencias (252) que puntos (289) cuando estos se suman de dos en dos. Lo preocupante es que incluso la defensa, su gran pilar, tampoco está ahí. Si en su último curso con Philly dejó a sus rivales en un 41,7% de acierto (2º mejor de la liga), en esta campaña está concediendo el 46,9%.
“Creo que es un poco frustrante tratar de encontrar algo de ritmo y consistencia, pero eso es lo que hay en este momento”, dijo Simmons sobre su situación tras perder ante los Knicks. “Los chicos han estado entrando y saliendo debido a lesiones, traspasos, por lo que ha habido muchas cosas diferentes que influyen en esto. Esperemos que ahora tengamos un tiempo de margen y podamos encontrar algo de ritmo y consistencia”.
Tiempo es lo único a lo que puede aferrarse un Ben Simmons que parece estar en caída libre y sin nada próximo a lo que agarrarse para reducir la velocidad en su descenso. Brooklyn ofrecía un escenario soñado, pero este puede acabar por convertirse en una cárcel para él.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.