El paso del tiempo genera amnesia, especialmente en el deporte. Si el sujeto en concreto tuvo un gran éxito en un momento concreto, pasadas varias hojas del calendario todo el mundo le recordará con cierta nostalgia, que no es otra cosa que cariño. Por el contrario, si el protagonista no tuvo a la fortuna de su lado, su pasado servirá como una afilada arma que portar cuando sea necesario.
A estas alturas reconocer que no se ha sido del todo justos con Ben Simmons debería ser un hecho aceptado por la gran mayoría.
Al igual que ocurrió en otros momentos de la historia de la NBA donde los gigantes dominaban el juego, en la actualidad las expectativas con alguien que supera los 2,06, cuyo juego es más parecido al de un pequeño y es, en definitiva, un base, son extremadamente altas. Y con grandes esperanzas puestas en figuras como estas, cuando no se alcanzan las imaginarias metas puestas en ellos la reacción no puede ser otra que la animadversión colectiva.
Suscríbete a NBA League Pass para ver todos los partidos: Estados Unidos | Resto del mundo
De Ben Simmons se esperaba que fuera el tercer eslabón de una cadena empezada por Magic Johnson y secundada por LeBron James, como la continuación lógica de un jugador que aparece una vez cada 25 años. Fuese por el contexto deportivo, por su desarrollo, por sus circunstancias personales o bien por incapacidad, el australiano todavía no ha llegado al punto que la opinión pública le estableció. Por el camino Simmons atravesó el periodo más oscuro de su vida a nivel personal y deportivo, como espléndidamente relató en The Old Man and the Three, además de experimentar una dolorosísima lesión de disco que le requirió cirugía. Todo ello mientras alrededor suyo los rumores de traspaso, las informaciones interesadas respecto a su personalidad o compromiso ocupaban horas de televisión, radio y titulares.
Más de un año después de su fatídica actuación en el séptimo partido contra Atlanta Hawks en los Playoffs de 2021 Ben Simmons se encuentra justo en el mismo punto en el que estaba ahí. No obstante, las diferencias son abismales. Ahora los Brooklyn Nets se han preocupado por darle el contexto adecuado para que pueda exprimir sus virtudes y camuflar sus deficiencias, en lugar de tratar de convertir la piedra en oro como ocurrió en Philadelphia.
¿Y cómo lo ha llevado a cabo? A través de la defensa y el juego en transición. Es decir, volviendo a los básicos y aquellos puntos que hicieron de Ben Simmons uno de los mayores talentos de su generación. Y es que pocos comprenden mejor cómo aprovechar al máximo una ofensiva en llegada, anticipan cuáles serán las trayectorias sin balón de quienes le acompañan y proyectan tan bien el pase de entrada al contraataque.
La llegada de Simmons al equipo neoyorquino fue tan celebrada porque venía a solucionar el endémico problema de la era Durant-Kyrie: la defensa. Un conjunto sin armas suficientes ni estructura para encontrar el equilibrio entre ambas fases del juego y que esperaba encontrar en el australiano un ansiado revulsivo. El joven ha tardado más de un mes en estar en plenas condiciones físicas y aclimatado al ritmo competitivo, pero ahora que tiene la confianza y los galones suficientes se está viendo que el traspaso mereció la pena.
El trabajo del jugador de los Nets no es fácil pues tan pronto se empareja con manejadores de menos de 1,96 como con interiores de gran tamaño y muy pesados. El australiano combina fantásticamente estas funciones pues con los pequeños les aplica presión sobre la subida de balón y ante los grandes se aprovecha de su diferencia en la rapidez de manos.
Quizá el mejor ejemplo de que el Ben Simmons previo a la lesión ha vuelto es esta acción contra los Pacers:
Se empareja con Tyrese Haliburton y le fuerza gracias a su defensa, actividad de pies y manos, a tomar un lanzamiento incómodo que falla. Acto seguido toma la iniciativa en ataque para finalizar en cuestión de cuatro segundos con una bandeja tras reverso.
No obstante, más allá de sus highlights puros, hay otras secuencias que, pese a terminar en fallo del compañero, reflejan su fantástico estado de forma. Entre ellas destaca esta:
Desde que definitivamente volviese a la actividad debido a unos problemas en la rodilla izquierda, Ben Simmons viene promediando 15,5 puntos con un extraordinario 82% en tiros de campo, 6,8 rebotes, 5,8 asistencias, 1,3 robos y 1,2 tapones.
Guarismos muy similares a los que tuvo en Philadelphia 76ers a excepción del acierto de cara al aro, pero con una diferencia sustancial: la percepción general respecto de su rendimiento. Si en los Sixers cuando conseguía estadísticas muy parecidas se argumentaba que no era suficiente, ahora parece ser todo lo contrario, y tratarse de un excepcional momento de forma. Sin embargo, este es el mismo Ben Simmons que vestía el #20 en Philly, lo que ha cambiado es todo lo que le rodea: contexto, compañeros, afición, etc.
Sus intervenciones atrás son clarividentes y permiten a Brooklyn sumar puntos rápidos cuando los banquillos comienzan a moverse. Además, aprovecha el hecho de compartir cancha con lanzadores en movimiento como Patty Mills, Seth Curry o Joe Harris.
En el mencionado lapso de 6 partidos el australiano está produciendo 15 puntos a través de sus 5,8 asistencias, a lo que hay que añadir 11,5 pases de canasta potenciales y sus 3,1 screen assists.
Ben Simmons no ha cambiado nada en este tiempo. Sigue siendo el mismo. Y no hay nada negativo en eso, pues tal y como es ahora se trata de un jugador diferencial en defensa y transición, que cuando tiene el día logra decantar la balanza a su favor en otras áreas del juego. Lo único que ha variado ha sido el objetivo con el que se le observa pues de quien ya no se espera nada nunca decepciona.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.