PARÍS — A lo largo de la historia del deporte estadounidense pocos equipos, de cualquier disciplina, han conseguido despertar un interés tan grande como para convertirse en un fenómeno global como los Chicago Bulls de Michael Jordan. En una era en que la televisión era la única ventana al resto del mundo de la población, el mítico número 23 rompió la barrera que restringía la NBA a Norteamérica como ningún otro antes que él. Jordan fue (y sigue siendo) una sensación, hasta el punto de ser difícil distinguir dónde empezaba el jugador y acababa el producto de mercadotecnia.
La NBA conocía bien la relevancia del escolta y trató de aprovecharla hasta que el nombre de Michael Jordan y la imagen de los Chicago Bulls llegasen a cualquier rincón del planeta.
En el punto álgido del fenómeno Jordan, la liga optó por llevar al conjunto dirigido por Phil Jackson de gira por Europa, concretamente al torneo entre equipos que más expectación despertaba en el Viejo Continente. De la mano de McDonald's, el socio patrocinador más importante de la NBA en aquel momento, en 1987 echó a andar el McDonald's Championship que en los últimos años del siglo XX unió a FIBA con la liga estadounidense. Lo que nació como un intento de acercar a Arvydas Sabonis a la NBA acabó siendo una tradición de cada pretemporada, donde los campeones o mejores conjuntos de las principales ligas y torneos se medían contra sus homólogos al otro lado del charco.
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Así, en 1997, meses después de que los Bulls de Jordan lograsen su quinto anillo (el segundo seguido) estos se presentaban en París para medirse al FC Barcelona de España (campeón ACB), Atenas de Córdoba, Argentina (campeón Liga Sudamericana de Clubes), Paris Basket Racing (campeón de la LNB francesa), Benetton Treviso (campeón de la Serie A italiana) y el Olympiakos griego (campeón Copa de Europa). En otras palabras, lo mejor de lo mejor fuera de Estados Unidos.
En las filas de este último conjunto, el Olympiakos, se encontraba un jugador cuya carrera había despegado recientemente y se había convertido en uno de los mejores del panorama europeo. Su nombre, Arturas Karnisovas.
Criado bajo el amparo deportivo de su padre, Mykolas, el futuro vicepresidente ejecutivo de operaciones de los Chicago Bulls fue desarrollándose hasta formar parte de la generación más brillante que ha conocido Lituania en este deporte. Gracias a los contactos de su progenitor pudo disfrutar de oportunidades que otros, en esa zona de la extinta Unión Soviética, no pudieron, como tener acceso de cintas VCR de partidos de las Finales entre Lakers y Celtics en la década de los 80 o vivir de cerca la visita de los Hawks al "segundo mundo" en 1987.
Cuando se le presentó la oportunidad (y las altas instancias gubernamentales se lo permitieron) dio el salto a la NCAA en la Universidad de Seton Hall pese a no saber nada de inglés. De hecho, su carta de solicitud a la universidad la escribió en griego. Esa experiencia en Estados Unidos enriqueció su juego y le hizo dar dos pasos hacia adelante en comparación a otros en su misma franja de edad, pasando rápidamente a uno de los mejores clubes de los noventa, como era el Barça, y de ahí al otro grande, el Olympiakos.
Los Bulls se presentaban en octubre de 1997 en la capital francesa como un equipo distraído. Los problemas entre Scottie Pippen y la gerencia acerca de su renovación, la imprevisibilidad de Dennis Rodman (quien no estuvo en el torneo) y el aura celestial que acompañaba a Jordan hacían de aquel un momento delicado para sacar el máximo del grupo a nivel competitivo. Y a pesar de todo, ni la encerrona que el PSG de Bozidar Maljkovic fue suficiente para evitar que estos pisaran la final.
Allí les esperaban los griegos, que por medio de un tiro ganador de Karnisovas en el último suspiro dio la victoria a los del Pireo sobre el Atenas de Córdoba.
"Ojalá los aficionados estén muy contentos a pesar del poco tiempo que estuve en cancha".
Esta frase de Michael Jordan al término de la final, ganada por 104 a 78, resume a la perfección el dominio de un equipo que se presentó en el partido sin Scottie Pippen ni Dennis Rodman. Los más de 300 dólares estadounidenses de la época que algunos pagaron por ver en aquel duelo en el Palais Omnisports al mito de los Bulls merecieron la pena. Con 27 puntos, MJ fue la figura pero quien sorprendió fue Karnisovas, que se coronó como el máximo anotador de los griegos con 19 tantos.
Como alero apenas se emparejó con Jordan, uniendo sus caminos en acciones aisladas fruto del juego, siendo su principal marca Toni Kukoc. No obstante, Karnisovas tuvo que sufrir ser protagonista involuntario de varios highlights obra de MJ, incluyendo un aro pasado con falta y otras genialidades del mito.
"Cuando recuerdo los momentos en los que jugué contra Michael Jordan mi memoria viaja al partido ante los Chicago Bulls cuando estaba en Olympiakos", recordó Karnisovas en 2020. "Fue una experiencia increíble si se tiene en cuenta que iban a por su sexto campeonato".
El destino ha querido que, casi 26 años después de aquella tarde a los pies del Sena, Arturas Karnisovas regrese a París, esta vez como miembro de los Chicago Bulls y como uno de los ejecutivos más valorados de toda la NBA. El escenario será el mismo, aunque con diferente nombre, y su genial tiro en suspensión ahora no podrá ayudar a los de Billy Donovan a sumar una necesaria victoria ante Detroit Pistons.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.