El 2020 consume sus últimas horas al mismo tiempo que esta década se desvanece para dar paso a una nueva. Todo ello en un tramo de 366 días que han cambiado la manera con la que miramos al deporte, a la sociedad y, en general, a la vida. Pese a la constante sensación de desasosiego este año también ha servido para poner en valor todo aquello que merece la pena y es bueno. En el caso concreto de la NBA se han vivido momentos en lo deportivo de un valor único, irrepetible en algunos sentidos y que permanecerán en la memoria colectiva de los aficionados durante mucho tiempo.
Este año que comenzó con la victoria de Orlando Magic sobre Washington Wizards en un choque donde comenzó el calvario de lesiones de Jonathan Isaac terminará con un cara a cara de anotadores entre Devin Booker y Donovan Mitchell, la cara y la cruz de este año. Porque si por algo se ha definido este lapso de tiempo ha sido por la permanente montaña rusa de emociones que en el mundo NBA se ha vivido con especial intensidad.
Ha sido un año de récords, individuales y colectivos, donde hemos visto a los Milwaukee Bucks convertirse en el equipo que más rápido conseguía certificar su clasificación para los Playoffs necesitando apenas 56 partidos de la mano de un Giannis Antetokounmpo que alcanzaba su segundo MVP, siendo el primer europeo en alcanzar semejante honor en dos años seguidos. Un 2020 donde LeBron James inscribió su nombre como el tercer máximo anotador histórico, el único en atesorar más de 30.000 puntos, 9.000 asistencias y 2.000 robos y el segundo de mayor edad en hacerse con el MVP de las Finales.
Todo ello al mismo tiempo que el mundo veía establecerse como estrella de pleno derecho a Luka Doncic, quien en su segunda temporada en la liga ha conseguido ser elegido titular de un All-Star y uno de los cinco mejores jugadores de la NBA al ser incluido en el Mejor quinteto de la competición. El año del esloveno merecería una pieza aparte, solo añadir que es ya el séptimo jugador con más triple-dobles con menos de 25 años y el 16º en la lista histórica.
La temporada más larga de la historia de la NBA con 355 días desde la noche de apertura hasta la imagen de los Lakers levantando el que es su 17º campeonato, el 12º desde que residen en Los Ángeles y el 5º de este siglo XXI, con el que empataron a Boston Celtics como las dos franquicias más exitosas de todos los tiempos. Un 2020 donde vimos la caída más acelerada de un equipo como fue el caso de los Golden State Warriors, pasando de las Finales al fondo de la clasificación, privados de Stephen Curry y Klay Thompson pero que miran al futuro con optimismo tras la llegada de James Wiseman.
Un curso en el que el triple ha seguido su imparable avance hacia adelante como síntoma del proceso de cambio que vive el juego pero del cual empieza a atisbarse una solución desde el apartado defensivo con el año en el que más defensas en zona se han realizado desde 2012, representando el 2,2% de las posesiones defensivas, cada vez más cerca del pico alcanzado en 2010 (3%). ¿Cómo responderán los ataques? ¿Será esta la mejor solución para frenar el altísimo nivel individual de los jugadores? Solo el tiempo tendrá la respuesta.
Un 2020 de despedidas
El 2020 daba sus primeros pasos cuando la vida de David Stern se apagaba el día 1 de enero a causa de la hemorragia cerebral sufrida el pasado mes de diciembre. Casi como un anticipo del sombrío año que apenas arrancaba. Durante 30 años la NBA estaría regida por la misma e imponente persona, una figura que no dejó indiferente a nadie y en cuyos contrastes residió la fórmula del éxito de la liga.
Porque sin Stern la NBA nunca podría haber alcanzado aquel apelativo de "la mejor del mundo", con él ésta se abrió al resto del globo, propagó la semilla del básquet por todo el mundo y este le respondió apenas unos años después con un desembarco que iría haciendo de la competición un fenómeno internacional y permeable a todos los estractos de la sociedad. Stern proyectó la NBA hacia el resto del globo hasta convertirse en algo presente en más de 200 países y que habla más de 40 lenguas. Su mayor legado no será de matiz económica o empresarial sino deportiva, pues permitió aflorar la etapa de mayor esplendor del juego dejando a sus artífices ser los protagonistas principales.
Aunque la desgracia de mayor calado sucedió apenas unas semanas después con la trágica muerte de Kobe Bryant, su hija Gianna y los otros siete ocupantes que los acompañaban el 26 de enero en un vuelo de helicóptero en la ciudad de Calabasas. Tan solo unas horas después de que fuese superado por LeBron James en la lista de anotadores en su Philadelphia natal, la vida de Bryant se apagaba a los 41 años, desvaneciéndose en un abrir y cerrar de ojos y dejando tras de sí una carrera repleta de éxitos cuya obra posterior al retiro quedará incompleta por su prematuro adiós.
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El adiós de Bryant generó un impacto sin precedentes en el deporte profesional, solo igualado por desgraciados sucesos del calibre de Drazen Petrovic, Ayrton Senna o Len Bias. Un fallecimiento que dejó estampas de una potencia emocional enorme, con los integrantes de los equipos que tuvieron que jugar en las horas y días posteriores al suceso guardando homenaje al mito en las primeras dos posesiones de cada partido. El mundo del deporte mostró su mejor cara, uniéndose en torno a una figura generacional, de una personalidad contagiosa y a un competidor feroz, aquel que persiguió la grandeza hasta convertirse en una obsesión que llegó a conformar un modo de pensar y de vida, la Mamba Mentality.
Por desgracia, Bryant y Stern no serían las únicas personalidades del mundo NBA que nos dejarían en este fatídico 2020, sucediéndoles referentes del pasado como Tommy Heinsohn y KC Jones, figuras clave en el éxito de Boston en el siglo pasado y que forman parte del panteón Celtic como dos de las caras más reconocibles de la franquicia del leprechaun. También se fueron otros como Wes Unseld, uno de los jugadores más infravalorados de todos los tiempos, un trabajador incansable y el único en ganar MVP y Rookie del año a la vez (1969); Jerry Sloan, leyenda de los bancos y figura reverenciada en Utah Jazz como pieza fundamental en la edad de oro del equipo; o Clifford Robinson, mítico jugador de los Portland Trail Blazers y aguerrido competidor.
Un 2020 atípico
Este será un periodo recordado por el año de la pandemia con la NBA como protagonista de nuevo, en uno de los momentos más representativos de lo que acabaría convirtiéndose en la nueva normalidad. El 11 de marzo en lo que apuntaba a ser una jornada más de Fase Regular, Oklahoma City Thunder y Utah Jazz protagonizaron una escena para la historia.
En las horas previas del mismo Rudy Gobert había sido apartado de la dinámica del equipo por su estado de salud, y a unos instantes del salto inicial uno de los responsables de Utah comunicó a los colegiados que el francés había dado positivo en coronavius y debía detenerse el choque.
El positivo de Gobert, que en adelante sería conocido como el paciente 0, hizo que se iniciara una cadena de acontecimientos que derivó en el anuncio de la suspensión de la competición por la crisis sanitaria. La NBA fue la primera liga del mundo en detenerse completamente para preservar la salud de sus jugadores, trabajadores y aficionados, haciendo que muchas otras competiciones siguiesen su ejemplo en los días venideros.
Y se hizo la oscuridad.
El básquet se frenó en seco, pero no la comunidad que lo integra. Jugadores de todos los equipos asumieron su papel dentro de sus respectivos mercados y ciudades realizando una intensa labor caritativa y social para ayudar en la medida de lo posible a quien lo necesitase. Zion Williamson pagó el salario de los trabajadores del Smothie King Center de New Orleans al igual que Joel Embiid con los del Wells Fargo Center. Otros como Rudy Gobert compraron material sanitario, Al Horford de igual modo en República Dominicana y así un sinfín de caras reconocibles de la competición.
Un 2020 irrepetible
Las nuevas condiciones del mundo obligaron a cambiar las reglas del juego. Los aficionados pasarían a quedarse detrás del televisor y los estadios quedarían en adelante huérfanos. El impacto y el peligro del COVID acechaba generando la posibilidad que por primera vez en más de 70 años de historia la NBA no coronase campeón alguno, quedando la 2019-2020 como una temporada vacía y sin dueño. Así, liga y sindicato de jugadores pusieron manos a la obra para diseñar un plan de acción desde varias perspectivas que hiciese posible un escenario sanitario favorable para que la competición reanudase su actividad.
El destino elegido sería el idílico parque temático de Walt Disney World, en Orlando (Florida), un complejo mostruoso con las dimensiones e instalaciones perfectas para trasladar ahí el espectáculo, protegiendo a trabajadores, equipos y oficiales de la liga en un recinto cerrado que acabó convirtiéndose en una burbuja para fortuna de todos.
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En ese sentido, la NBA construyó un horizonte de esperanza en medio del caos, un oasis que operaba completamente ajeno al resto del mundo y que, al contrario que en otros casos, fue un verdadero éxito. Más de tres meses de competición dentro de las fronteras de Disney en una experiencia, esperemos, única, de la cual destacar que no hubo un solo caso positivo del virus. Solo eso. La mayor meta de la reanudación era sacar adelante el curso como fuese, pero la perfecta estructura y el protocolo sanitario tuvieron como consecuencia que nadie que allí entró tuviese el virus ni se contagiase. En definitiva, un éxito.
“Sabíamos al entrar en la burbuja que había muchas cosas que podían salir mal, y se requería una enorme cantidad de buena suerte para finalmente concluir la temporada sin ningún caso positivo, no solo sin ningún caso positivo, sino también llegar a coronar un campeón", dijo Adam Silver, Comisionado de la NBA.
172 partidos en 102 días, ningún positivo y un campeón. La burbuja de Disney será recordada en el futuro como una obra de ingeniería en todos los sentidos como un ejemplo de perfecta organización, control y prevención de riesgos.
Un 2020 de protesta
Este año será recordado como el momento en que buena parte de la sociedad norteamericana dijo "basta". Basta a una situación insostenible de racismo estructural, de injusticia social y, en muchos casos, de brutalidad policial. Todo comenzaría en mayo con la muerte de George Floyd por culpa de un oficial de policía en Minneapolis que desató una oleada de protestas en todo Estados Unidos sin precedentes por la severidad de las imágenes. Como en otras ocasiones, los jugadores de la NBA mostraron su compromiso y sensibilidad con la causa, saliendo a la calle para clamar contra lo que ellos consideraban algo insostenible y que era preciso un cambio. Figuras como Jaylen Brown, Malcolm Brogdon, Tobias Harris, Kyrie Irving y una lista interminable de estrellas salieron a decir que "enough is enough" (Ya es suficiente).
Así, la NBA -muy sensible a este tipo de causas desde hace ya mucho tiempo- se puso en marcha para tratar de aportar lo que estuviese en su mano para garantizar que los jugadores y técnicos se expresasen libremente, aprobando una serie de mensajes que ocuparían un lugar relevante en las camisetas de juego, así como colocar el mensaje "Black Lives Matter" (Las vidas de los negros importan) en la cancha de juego de Disney.
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Las medidas de la liga, aunque necesarias y progresistas dado el contexto, se quedaron cortas, más teniendo en cuenta que las situaciones de violencia racial no cesaron. El siguiente escollo que tendría que afrontar la oficina de la liga sucedería a raíz del tiroteo contra Jacob Blake en Wisconsin que motivó a los Milwaukee Bucks a negarse a salir a jugar el quinto partido de su serie ante Orlando Magic y, en consecuencia, que todos los Playoffs se detuviesen generando una situación sin precedentes.
Los jugadores solo querían poner de manifiesto que eran necesarias medidas que garantizasen un cambio real y tangible, estableciendo la línea de acción a través de incentivar la participación democrática en las siguientes elecciones, así como la visibilización y concientización al respecto de ciertos problemas existentes en la sociedad estadounidense, que en realidad afectan a todo el mundo de uno u otro modo. Así, liga y sindicato aprobaron un paquete de medidas de tipo económico y social que sirvieron para contribuir a un cambio progresivo en la sociedad y que permitieron encontrar un punto de unión para reanudar una vez más la competición. Entre ella, la creación de la NBA Foundation.
Un 2021 de esperanza
El 2020 llega a su fin y toca mirar a un 2021 al que solo se le pide que sea el principio de algo nuevo desde el que construir un horizonte de esperanza para volver a la normalidad. La esperada vacuna contra el virus está ya lista y el proceso para inmunizar a buena parte de la población será el camino que permita edificar un contexto positivo. La NBA afronta el que es, probablemente, uno de sus años más críticos en una temporada donde deberá maniobrar para que la pandemia no afecte en sobremanera el curso natural de la competición. Una competición que ha comenzado con los estadios vacíos y los equipos inmersos en una Fase Regular de 72 partidos que se extenderá hasta bien entrado julio con la celebración de las Finales.
El 2021 ha de ser el año del reencuentro donde figuras como Kevin Durant, Kyrie Irving o Stephen Curry recuperen su condición de superestrellas que las lesiones les impidieron demostrar sobre el parqué, también el año donde proyectos jóvenes puedan consumarse -como los Atlanta Hawks o los Phoenix Suns-, así como de la redención para equipos que en 2020 no cumplieron las expectativas, véase LA Clippers y Philadelphia 76ers.
El 2021 llama a la puerta de la NBA y es el momento de dejar atrás el pasado y abrazar lo que viene.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.