La irrupción de Lonzo Ball en las conversaciones dentro del mundo NBA le auguraban al californiano una carrera destacada con Los Angeles Lakers. Un espectacular paso por preparatoria en Chino Hills para dar el siguiente paso en UCLA, donde crecería especialmente en su segundo año. Un primer año que le permitió escalar hasta el pick 2 en el Draft de 2017, solo por detrás de Markelle Fultz.
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Los cantos de sirena y la siempre circundante presencia de su padre Lavar le hacían portar un hype y unas expectativas que, tanto el propio contexto de los Lakers como su inconsistencia física, le han llevado a poner fin a su paso en la franquicia de oro y púrpura.
Según informó Adrian Wojnarowski de ESPN, Los Angeles Lakers habrían llegado a un acuerdo para traspasar a Anthony Davis a cambio de cuatro picks de primera selección y Josh Hart, Brandon Ingram y el propio Ball. Un movimiento astuto de los Pelicans para centrar su proyecto en el futuro y tener piezas sobre las que reconstruir y evitar que la salida de Davis acabe comprometiendo el corto plazo de New Orleans.
Todo ello supone un nuevo comienzo para Ball, un nuevo horizonte donde comenzar. En definitiva, dar rienda suelta a un talento desbocado que no ha encontrado forma y cauce en las soleadas playas de Los Ángeles. Siempre atosigado por la prensa, la llegada de LeBron James le ponía al mando del definido como young core de los Lakers y responsable de armar el ataque frenético que se intuía que serían capaces de jugar en 2019.
Las lesiones de Ball
Las características físicas y técnicas de Lonzo nos aseguraban espectáculo y una adaptación casi inmediata junto a James. Rápido de pies, una lectura de la transición formidable y una conjunción pase-velocidad con la que pocos pueden soñar dentro del baloncesto actual. La realidad superó a las expectativas y, en definitiva, las destruyó.
El 19 de enero Lonzo Ball caía lesionado del tobillo: el principio del fin. Una lesión más en el tobillo que se unía a la operación de rodilla a la que se sometió en el verano de 2018 y que le dejó en el dique seco durante todo el periodo estival. "Fue duro perderme el verano porque pensaba que iba a ser un gran momento para mi", decía al New York Times en verano. "Realicé un buen primer año, pero siento que podría haberlo hecho mejor, e iba a utilizar el verano para trabajar en mejorar, pero no pude hacer nada".
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La llegada de James, unida a su estado físico, impidieron el desarrollo constante de su talento, un factor que se ha convertido con el tiempo en una de sus losas: la inconsistencia. Sus manos y visión de juego no han ido acompañadas que le haya permitido de forma continuada demostrar porqué fue elegido en el pick 2 y porqué tanto hype. En definitiva, sus problemas de rodillas durante el primer año han venido derivados de lo que hemos visto en esta temporada, una carencia en el fortalecimiento de sus tobillos, derivando en malos apoyos e inestabilidad.
Los tobillos son la parte más importante en el desarrollo físico de un jugador de baloncesto, soportando una enorme carga de trabajo a lo largo de una temporada y que precisan una resistencia enorme para aguantar el constante juego de cambios de dirección y pesos que este deporte necesita. Ball no ha recibido la preparación física necesaria y la prevención de lesiones que un jugador de élite requiere para rendir al máximo.
Un futuro lleno de expectativas
Una vez más, Ball llega a un equipo en el que ya hay un base que aspira a ser titular, en este caso Jrue Holiday. Un jugador de élite y que es el referente de los Pelicans en todos los sentidos, del que Lonzo puede aprender, ya en un contexto más calmado y un mercado menos agresivo que Los Ángeles.
Alvin Gentry ha acostumbrado a lo largo de los dos últimos años a acompañar a Jrue Holiday de otro base, formando una dupla que ha variado entre Rajon Rondo y Elfrid Payton. Una idea de juego que ha permitido a los Pelicans mantener a Holiday fresco en defensa y desprenderse del manejo del balón en la mayor parte de las ocasiones. La velocidad a la que juega Ball puede darnos una idea de cómo Gentry puede utilizar a Lonzo.
De elegir los Pelicans a Zion Williamson como todo parece, ambos pueden conformar una pareja aterradora en transición y a campo abierto, dando rienda suelta a la mejor versión de Ball y explotando las virtudes de un Williamson que, por lo visto hasta ahora, no parece tener freno. Además, el contexto es ideal: lejos de los grandes focos, apartado del aura de LeBron James y con la oportunidad de crecer a su estilo.
El futuro de Lonzo Ball puede estar lleno de incógnitas, sí, pero al mismo tiempo invita al optimismo vistas sus dos primeras temporadas. El 2020 dictará sentencia sobre la carrera de Ball, al que todavía no hemos visto en plenitud de facultades, pero esas pequeñas píldoras de talento que ha dejado sobre la pista del Staples Center son, sin duda, maravillosas.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.