La imitación es el gesto más básico de aprendizaje. Trasladar lo que el ojo ve a un esfuerzo muscular, una actitud o una expresión acaban configurando poco a poco la personalidad y el psique de uno mismo. Como una casa construída piedra a piedra los jugadores de básquetbol van añadiendo ladrillos a su edificación. Algunos asientan rápido unos cimientos en base a lo que creen que pueden ser, otros tardan años en descubrirlo y otros tantos crecen en base a lo que quieren ser o a quién quieren parecerse.
La influencia es uno de los aspectos más difíciles de medir en este deporte pues todo está interconectado y al mismo tiempo sigue su propia línea independiente. ¿Es el skyhook un elemento de propia creación de Kareem Abdul-Jabbar? ¿Y el crossover de Allen Iverson? ¿Qué decir del pase sin mirar de Magic Johnson? La creatividad pura en el básquetbol es un terreno entrelazado y líquido, en el que las barreras no están claras. Todos los momentos vividos en una cancha y tras el televisor van dotando a la memoria de un poso de recursos de los que echar mano casi de manera inconsciente.
Para DeMar DeRozan esa memoria está ocupada en buena medida por Kobe Bryant. Porque no hubo un jugador que marcase más su día a día en su progresión como jugador que la leyenda de Los Angeles Lakers. Cada gesto, finta, movimiento o lenguaje corporal se adhirieron a su juego por pura imitación, casi devoción, pasando a convertirse en su jugador de cabecera como si de un libro se tratase. La conexión de DeRozan con Bryant parecía orquestada con antelación para que así sucediese. Con 21 años Kobe se convirtió en un auténtico fenómeno en todos los sentidos, ocupando un lugar relevante en uno de los principales mercados de la NBA y encaminándose al que sería el primero de sus tres títulos consecutivos con los Lakers. No muy lejos de allí, a unos 17 kilómetros, un niño de 11 años comenzaba su andadura en el equipo de su instituto donde poco después se convertiría en uno de los jugadores más llamativos de toda la región.
A pesar de todas las piedras que se interpusieron en el camino de DeRozan desde edad temprana, este trataba de ver todos los partidos de Bryant, casi como una obsesión, tratando de emular todo aquello que estuviese en su mano y así seguir aprendiendo. Como ya hiciese Bryant no mucho tiempo atrás con otra leyenda, el nativo de Compton devoraría cada minuto de metraje, echando hacia adelante y hacia atrás el vídeo para quedarse con los matices que hacían diferente al #8 de los Lakers. La soledad frente a la pantalla, repitiendo milimétricamente todos los movimientos en su habitación y más tarde en el playground forjaron a fuego en la mente y juego de DeRozan unos principios que quedarían grabados para siempre en su fuero interno.
Pronto los caminos de ambos se cruzarían, y lo hicieron en un escenario tan típico como repetido hasta la saciedad: un campus. A diferencia de otros eventos de este tipo donde el factor social o de márketing no van de la mano de la seriedad en el entrenamiento, el evento al que acudió DeMar tenía como objetivo reunir a los 25 mejores escoltas del país con Bryant como nexo, conociéndose allí y entablando sus primeras conversaciones. "Desde entonces, la relación fue creciendo, jugué contra él en ligas de verano un año tras otro y fue desarrollándose", reconoció el actual jugador de los Bulls en 2015. En aquel momento, Kobe estaba en la cresta de la ola, tenía ya 3 anillos en su haber, incontables acuerdos comerciales y una reputación de super-estrella de la NBA que mantener, por otro lado, estaba a años luz de alcanzar su punto álgido de madurez en todos los sentidos. De hecho, estaba en el extremo opuesto a ello.
Pero en aquel adolescente vio algo, algún aspecto que le hacía diferente del resto y que merecía ser reconocido. O más bien asesorado.
Desde ese momento, Bryant acogió bajo su ala con cierta distancia a DeRozan, ofreciéndole la oportunidad de entrenar con él de vez en cuando, sirviendo como mentor en cierto modo durante su etapa de instituto y aprendiendo todos los detalles que hicieron al escolta una leyenda del juego. La meta del joven de Compton era emular y seguir todos los pasos de su ídolo, algo que logró convirtiéndose en un fenómeno en High School con el objetivo de dar el salto directamente desde ahí a la NBA, algo que para cuando tuvo edad ya estaba prohibido. Pero por el camino fue enriqueciendo su juego a base de imitar lo que veía y reforzando ese aprendizaje a base preguntas a su mentor y maestro que darían forma definitivamente a su juego. "Vi cada cosa que hizo Kobe, cada partido, cada movimiento. Me hizo un estudiante del juego", comentó el escolta en Sports Illustrated en 2017.
"Es una locura. El conocimiento que me dio cada vez que tuve la oportunidad de estar cerca de él, especialmente a una edad temprana, trasladándolo a la liga, fue definitivamente un honor. Traté de escucharle lo máximo posible, de absorber todo lo que pudiese durante todo el tiempo", destacó el jugador en TSN.
Nada dura para siempre, pero nadie esperaba que el final de Kobe Bryant fuese a terminar de aquel modo en la mañana del 26 de enero de 2020. Todo cambió a partir de ese instante, convirtiendo al escolta en un mito inalcanzable y una figura adherida a perpetuidad al olimpo de la NBA.
Durante mucho tiempo, DeMar DeRozan ha estado rindiendo a un nivel excelente en los márgenes de la liga. La NBA ofrece un escenario inmejorable a nivel expositivo, permitiendo a los mejores brillar independientemente de su emplazamiento geográfico. En el caso del escolta, su paso de Toronto a San Antonio coincidió con el ascenso de los Raptors y la caída en lo competitivo de los Spurs. No así con su evolución individual, la cual entró en una fase de maduración altísima, permitiéndole abandonar la etiqueta de especialista anotador que venía atormentándole desde hacía ya tiempo. Bajo la tutela de Gregg Popovich, el veterano fue expandiendo su visión, abrazando un rol muy diferente a lo que venía realizando en el pasado, abriéndose a nuevos horizontes. En definitiva, haciéndose un jugador mucho más completo.
En lugar de ser una versión más completa, ampliando su rango de tiro como parecía haber delineado entre 2016 y 2018, DeRozan pasó por un proceso de introspección que le llevó a ser honesto consigo mismo y a abrazar el jugador que verdaderamente quería ser. No es que rechazase frontalmente el lanzamiento exterior, es que estaba tratando de poner todos sus esfuerzos en maximizar aquello en lo que era verdaderamente diferencial como es el juego desde la media distancia.
Desde la mal llamada zona muerta, DeRozan ha acabado por convertirse en un jugador de absoluto culto, una pieza de museo en un momento en el que el rango de tiro se expande a pasos agigantados y los equipos buscan concentrar sus intentos en dos espacios tan polarizados como distantes. Nadie ha intentado más lanzamientos desde la media distancia entre la 2018-2019 y la 2020-2021 que el escolta de 32 años, con un total de 1254 lanzamientos, prácticamente el 40% de sus tiros de campo. Y lo que le hace verdaderamente especial es la efectividad con la que lo realizó además de su evidente evolución:
- 2018-2019: 40,5%
- 2019-2020: 45,9%
- 2020-2021: 47,1%
- 2021-2022: 47,4%
Es aquí donde reside el nexo de unión entre los dos escoltas, quienes lograron elevar el tiro desde la media distancia a la categoría de arte, porque ser capaz de controlar las variables que intervienen en las medianías del aro, absorber el contacto del rival para sacar ventaja y modular la velocidad desde el drible no es tarea sencilla. Menos cuando eres una de las principales figuras del equipo y toda la defensa va a prestarte su atención plena.
La pérdida de Kobe ha intensificado el proceso de maduración de DeRozan como jugador hasta el punto de hacer de este un calco en muchos sentidos del mito de los Lakers. En este tiempo, el californiano ha mejorado notablemente su juego de pies, no solo al poste, sino a nivel coordinativo y de apoyos, lo que le ha permitido ser más ágil y móvil, así como poder cuadrar mejor sus pasos a la hora de prepararse para la suspensión. Además, su selección de tiro se ha depurado, lo cual no hace extraño que entre la 2018-2019 y la actualidad haya sumado un total de 42 partidos con más de 20 puntos y un 60% de acierto cuando en todo el periodo anterior (9 temporadas) acumulase 47.
La imagen de Bryant como un jugador que forzaba sus lanzamientos hasta que finalmente entraban, ganando solo a través de su modo de juego ha impedido en muchas ocasiones apreciar en su totalidad su juego y el impacto que este pudo tener en las generaciones siguientes. Algo que el propio DeMar ha tenido siempre muy presente.
"Creo que mucha gente no entiende a Kobe. Miran a Kobe como si fuera un [improperio]. Él no es. Es solo uno de esos tipos que quieren todo lo que tiene el básquetbol. Ha sacrificado mucho para hacer eso. Creo que muchas veces la gente no aprecia ese lado de él. En mi experiencia con él, es un gran tipo. La gente no se dará cuenta de eso hasta que él esté fuera del juego", dijo el jugador en 2015.
"Tiene ese instinto asesino, ese valor que no se ve con demasiada frecuencia. Exige ese estándar cada vez que sale a la cancha y es difícil encontrar tipos así, que tengan esa presencia dominante en su mirada. Tienes que darle crédito a alguien así porque eso simplemente no sucede de la noche a la mañana, viene con la ética de trabajo y alguien que es realmente apasionado y que quiere todo lo que el deporte ofrece".
El movimiento de DeMar DeRozan a Chicago Bulls ha permitido al californiano volver a la primera plana de la escena pública de la mano de un equipo que ha renacido junto a un elenco de altísimo nivel. La cantidad de cosas que el escolta viene realizando bajo las órdenes de Billy Donovan no distan mucho de lo que venía haciendo en los últimos años, pero el contexto sí, el cual importa y ahora está sirviendo para valorar al escolta del modo que siempre mereció.
En lo que llevamos de campaña 2021-2022, el jugador de los Bulls está siendo el que más lanzamientos ha intentado desde la media distancia con relativa diferencia respecto al segundo, Kevin Durant, y logrando una efectividad altísima teniendo en cuenta el tipo de lanzamiento que es. Ahora mismo, DeRozan está promediando 3,8 conversiones en 8,1 intentos para un acierto del 47,4%. De continuar en este ritmo, el escolta se convertiría en el primer jugador desde él mismo en 2017 en lanzar tanto desde esa zona, con la diferencia de que en aquella ocasión el porcentaje fue del 41,2%.
Mejores temporadas desde la media distancia desde 2014
Temporada | Jugador | Tiros de media distancia | Porcentaje |
2016-2017 | DeMar DeRozan | 4,2 de 10,1 | 41,2% |
2016-2017 | Carmelo Anthony | 4,1 de 9,0 | 45,2% |
2015-2016 | Carmelo Anthony | 3,7 de 8,4 | 44,5% |
2014-2015 | LaMarcus Aldridge | 4,6 de 11,1 | 41,5% |
2014-2015 | Carmelo Anthony | 3,9 de 9,2 | 42,5% |
2013-2014 | LaMarcus Aldridge | 5,5 de 13,0 | 42,2% |
2013-2014 | Carmelo Anthony | 4,4 de 9,9 | 44,3% |
2013-2014 | Dirk Nowitzki | 4,5 de 8,9 | 50,4% |
*Mínimo de 8 intentos
Su evolución individual y definitivo asentamiento como una replica casi perfecta de lo que pretendía ser Bryant en lo que a anotación en suspensión se refiere ha dado pie a exhibiciones a la media distancia por parte de DeRozan como esta reciente ante los Nets:
No se trata de lo que anota sino más bien el cómo lo hace, demostrando madurez, control y también mucho trabajo. Horas y horas de lanzamientos con la sola compañía del balón y el aro hasta perfeccionar definitivamente el movimiento tras el que iba detrás.
Con el paso de los años, cada consejo que su mentor le dio adquiere ahora su sentido completo y sintiéndose definitivamente libre para expresarse tal y como ha sido siempre. DeRozan no pretende ser Kobe Bryant, al menos ya no. Pero la imagen y legado de la leyenda de los Lakers perdura y vive en aquellos que le rinden tributo de este modo.
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.