Hace casi 10 años, antes de una semifinal de Copa Libertadores, Juan Román Riquelme dejó una de esas frases suyas que se imprimió en la posteridad. Diez años después, la misma parece seguir teniendo sentido.
"Será que seremos menos malos que los demás. Si Boca juega mal, ¿qué queda para los 18 equipos restantes que están detrás?”, se preguntó de forma retórica un Román tan hábil frente a los micrófonos como con la pelota bajo la suela.
La vara con que se mide en el fútbol argentino tiene longitudes de las más diversas. Muchos que minimizan cualquier éxito doméstico de Boca (también de River) una vez consumado "porque cómo no van a ganar con los planteles y la diferencia económica que tienen".
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A Boca le bajan el precio de sus éxitos por penales, como si fueran otro deporte. En esta fase final le hizo un global de 5-0 a Defensa y a Tigre, dos equipos que no habían hecho sino cosechar elogios a lo largo de toda la campaña. Uno de ellos venía de eliminar como visitante al que es casi por unanimidad, y desde hace años, el mejor del país: River Plate.
¿Serán hoy menos equipo ante los ojos de la crítica especializada? ¿A partir de esta consagración volverán a ser esos "equipos del ascenso" o mantendrán el respeto que se habían ganado? Prestar atención a eso servirá para volver a ponerle medida a la vara.
Está claro que, para lo que tiene, Boca podría jugar mucho más "lindo". También está claro, y es más que evidente, que con jugar como juega le ha alcanzado para salir campeón una y otra vez. Incluso fronteras afuera ha estado cerca de ganar una Libertadores: su presencia en semifinales y finales es moneda corriente.
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En esta Copa de la Liga el equipo de Battaglia le ganó como visitante a Estudiantes y a River, dos de los mejores del certamen, y eliminó a los mencionados Racing y Defensa para ganarle la final a Tigre. Fue el equipo con menos goles en contra en promedio: le hicieron solo 11 en 17 partidos.
En este certamen pudo contar con su personal al completo, a diferencia de una Libertadores en la que tuvo múltiples jugadores suspendidos. Dos de ellos, su dupla central titular.
La defensa, a la vista, cumplió con creces. El mediocampo y su gestación de fútbol fueron in crescendo a medida que se recuperó Pol Fernández, cuando Alan Varela se asentó en el círculo central, cuando Oscar Romero tomó rodaje luego de llegar al club con un puñadito de minutos en los últimos meses.
En el ataque, Villa fue desequilibrio permanente, Benedetto y Vázquez, garantía de gol y hubo pinceladas ilusionantes de Salvio.
Quizá Boca no juega tan mal como parece. Y si juega tan mal como se cree, eso implica que los demás tal vez deban hacer un llamado a la reflexión para entender por qué el equipo auriazul sigue ganando.