Las lágrimas de los jugadores fueron las del público. En las tribunas del Polideportivo Islas Malvinas de Mar del Plata, en las del estadio de Quimsa de Santiago del Estero, delante de una compu o un celular en algún otro rincón del mundo. Argentina se quedó afuera del Mundial de básquet 2023 y de los Juegos Olímpicos París 2024 sin siquiera poder clasificarse, se ausentó de la cita ecuménica por primera vez desde 1982 y sufre el momento más doloroso de su riquísima historia moderna. No pudo, ni más ni menos, defender el subcampeonato del planeta ni volver a ilusionarse con una gesta inolvidable en la cita de los anillos.
Para cualquiera que recuerde que en el último Mundial se perdió la final del campeonato luego de eliminar a varios de los países más poderosos con un básquet que enamoró a propios y extraños y partidos que quedaron entre los mejores del país en todos los tiempos, es una sorpresa inexplicable.
Para los que conocen el ambiente, no.
La situación, más allá del fracaso en una Eliminatoria en la que jugadores y staff tuvieron una innegable cuota de responsabilidad, y de otro paso en falso en el Pre-Repechaje Olímpico, es bajo la superficie muchísimo más complicada.
¿Por qué Argentina no juega el Mundial de básquet 2023 ni los Juegos Olímpicos 2024? Crónica de una muerte anunciada
El descenso de un camino que llevó a la gloria
Hace poco más de 20 años, la Selección Argentina comenzaba a dar los primeros pasos que la llevarían, eventualmente, a lo más alto que cualquier nación puede llegar en el mundo del básquet: el oro olímpico. Fue la concreción de una hazaña que había comenzado a trabajarse dos décadas antes (aunque sin semejante objetivo) con la creación de una Liga Nacional que amplió los horizontes de la disciplina, elevó el nivel de competitividad y, eventualmente, permitió que surgieran varios de los mejores jugadores de toda la historia albiceleste.
Por entonces la Liga, aunque con algunas variaciones, se jugaba con 16 equipos y era a grandes rasgos como la actual Liga ACB, con partidos que se disputaban en el lapso de un fin de semana. Vale recordar que la mencionada ACB es la Liga de España, país dueño de cuatro títulos del Eurobasket, tres medallas olímpicas (aunque ninguna de oro) y dos títulos del Mundo en los últimos 17 años. No parece casualidad que sistemas similares hayan obtenido resultados semejantes.
Sin embargo, con múltiples variaciones y especialmente desde 2013, el campeonato más importante de Argentina comenzó un declive que no se ha detenido. No casualmente desde que se suspendieran los descensos, una decisión que, está más que comprobado, no hace más que perjudicar la exigencia y, con ello, la competitividad.
Con esa primera reestructuración siguieron otras que el ambiente bien conoce, como el aumento en la cantidad de equipos, completados con jugadores que de otro modo no podrían jugar en Primera División; los intentos de calendarios NBA con equipos que juegan tanto y en tantos días que ni sus hinchas lo saben (y eso conduce a estadios vacíos); un sistema de televisación en el que la empresa dueña de los derechos pisotea a la competencia sin que se haga nada por evitarlo, un modus para las distintas categorías vía streaming que en ocasiones directamente no se puede ver y aleja hasta a los propios consumidores y hasta una plataforma de estadísticas que presenta errores permanentes e inconcebibles... Todo empeorado, además, por una economía nacional castigada que ni siquiera permite contratar extranjeros de jerarquía.
Un cóctel del mal infalible. ¿Qué chico podría crecer, en este contexto, con el sueño de ser jugador de básquet en Argentina? Ya no existe una Liga con ídolos como Marcelo Milanesio o Pichi Campana, no se vislumbra una final en el mismísimo Luna Park repleto.
Y lo de los jugadores empieza a notarse: basta pensar en Facundo Campazzo y Nicolás Laprovittola, dos de los que en su momento irrumpieron y se adueñaron de sus lugares como jóvenes. Ya tienen 31 y 33 años, respectivamente, y no han asomado aún en la Selección sus "herederos", al menos con la fuerza y la rebeldía con que lo hicieran ellos. La razón es lógica: el sistema que llevó a que surgieran los más grandes talentos de la historia del país está deshecho.
No mirar el espejo
En 2007, cuando el básquet argentino ya era campeón olímpico y subcampeón mundial y se encaminaba a lo que sería una segunda medalla en los Juegos (bronce en Beijing 2008), el seleccionado argentino de rugby, Los Pumas, obtuvo un histórico tercer puesto en el Mundial de ese deporte.
Vaya un detalle contextual: el rugby en Argentina era una disciplina que hasta 1999 jamás había superado la primera ronda del máximo torneo de países, a diferencia de un básquet que ya en 1950 había sido campeón mundial. Y es (lo sigue siendo), en este suelo, una disciplina amateur.
¿Qué hizo la Unión Argentina de Rugby apenas un año después de ganar el bronce en Francia? Elaboró un plan a largo plazo que permitió, por ejemplo, que diez años más tarde una franquicia local llegara a la final del Súper Rugby, un torneo que por equipos que vendría a ser como la NBA de la pelota ovalada.
El mismo consistió en capacitar a los clubes por medio de entrenamientos abiertos y clínicas elaborados desde la propia UAR y empezar a trabajar en un seguimiento pormenorizado de jugadores menores de 15 años, que no tenían hasta entonces ningún otro entrenamiento que el recibido en sus clubes.
La UAR puso en marcha cinco academias distribuidas en puntos estratégicos del país que preparan a los jóvenes con entrenamientos, preparación física, nutrición, medicina (incluye una obra social), estudios con posibilidades de recibir becas universitarias y, lógicamente, la oportunidad de jugar en los seleccionados de las distintas categorías. Además, se abrieron "Centros de rugby" para captar también a jóvenes que luego puedan insertarse en las academias. Esto se puso en marcha, se repite, un año después del resonante golpe de Los Pumas en el escenario internacional. En 2015, apenas dos Mundiales después del cimbronazo, se llegó de nuevo a semifinales.
La Confederación Argentina de Básquet, por su parte, puso en marcha el Método CABB, que pretendía elaborar un lineamiento orientador en las categorías formativas.
El mismo, nacido en reuniones entre distintos actores de la pata deportiva de la Confederación, se presentó en 2017, es decir ¡15 años después de la final de Indianápolis!
Hoy, menos de seis años más tarde de la presentación del método, Silvio Santander, ex Director Nacional Formativo, quien redactó la mayor parte del proyecto, fue parte de los procesos de Selecciones, asistente de Sergio Hernández en el Mundial 2019 y era el preferido de los jugadores para reemplazarlo en el cargo, ya ni siquiera trabaja en la CAB, alejado al tiempo que se fue Oveja del Seleccionado no solo por la finalización de su contrato, sino también por su discrepancia con la dirigencia actual de la Confederación.
Por las mismas razones tampoco siguen otros actores íntimamente ligados a la puesta en marcha de ese plan: Maximiliano Seigorman, otro de los integrantes de aquel staff y entrenador de distintas juveniles en los últimos años; Sebastián Uranga, quien fuera director deportivo; y en 2022 se fueron definitivamente Facundo Petracci, quien fue director de la Escuela Nacional de Entrenadores durante casi una década y Coordinador Ejecutivo de la CAB durante la gestión de Federico Susbielles, y Juan Ignacio Sebastia, jefe de equipo de los últimos tiempos.
Incluso con ese manual y el esfuerzo de quienes hoy ya no están, parece demasiado poco. Y aunque es cierto que el rugby tiene otro tipo de sustentos, bien vale preguntarse cómo el básquet no fue capaz de generar algo remotamente parecido siendo un deporte muchísimo más practicado y popular.
De la inacción a la implosión
Aquella década y media de inacción (con la excepción del Plan Altura que intenta captar jóvenes de una envergadura considerable para fortalecer el juego interno, deuda histórica del país por razones biotípicas obvias) ni siquiera fue lo peor: quien fuera presidente de la Confederación desde 2008 hasta 2014 (Germán Vaccaro) terminó procesado y se declaró culpable de administración infiel luego de que los mismísimos jugadores empezaran a detectar irregularidades y todo terminara en la Justicia.
Con la intervención llegaron determinados cambios y un saneamiento que permitió volver a los primeros planos (el subcampeonato mundial 2019 es claro ejemplo) pero la oportunidad, más allá de la puesta en marcha de aquel Método CABB, fue desaprovechada con creces.
Hoy, más allá de que dejó su posición en la entidad para irse a ocupar el puesto de presidente de FIBA Américas (en su lugar quedó Sergio Gatti, otrora dirigente federativo de la provincia de Neuquén), las quejas tienen en el centro de la escena a Fabián Borro, titular de la CABB de fines de 2019 a fines 2023 y extitular de la Asociación de Clubes (la entidad que maneja la Liga Nacional). Tiene sentido: mucho de lo que sucede hoy es una consecuencia de lo que ha sucedido en las bases del campeonato previamente enunciadas y que ocurrieron bajo su órbita y responsabilidad, así como la sangría enumerada líneas más arriba.
En su elección para conducir al seleccionado, confió en un hombre al que difícilmente se lo podía discutir por pergaminos previos, aunque privilegió su parecer por sobre las preferencias de un plantel que venía de jugar la final del mundo y ni siquiera pareció considerar el estilo: el Che García, un técnico de inmensa capacidad (la diferencia que hizo con un novato prometedor pero novato al fin como Pablo Prigioni en los últimos minutos del partido vs. República Dominicana lo evidenció), demostró en reiteradas ocasiones estar más presto a sacar el jugo de equipos que pueden prescindir del protagonismo y jugar un básquet mucho más pragmático y lento que el que suelen practicar estos jugadores de la Selección.
Para peor, todo implosionó y García se fue en un cierre de común acuerdo que hubiese sido despido en plenas Eliminatorias, en las que también sucedieron desajustes como la falta de inversión para que jugadores pudieran venir a representar al equipo, empleados de primera línea que desaparecieron de la órbita por falta de pago y logísticas criticadísimas puertas adentro.
Ni siquiera otros intentos dieron frutos: por razones que fuentes consultadas prefieren mantener debajo del radar, quedaron truncos lo que habían sido en su momento anuncios rimbombantes, como la asunción de Pepe Sánchez como director del "Programa Educativo en Alto Rendimiento" o el del otrora preparador físico Manuel Álvarez como "Jefe del Departamento Físico y el Director de la Escuela de especialización de Preparación Física".
¿Y ahora?
Insultado por el público en el Polideportivo de Mar del Plata, Borro vivó una de sus última experiencias al frente de la Confederación Argentina. No porque la situación vaya a cargárselo, sino porque en la última renovación de autoridades de FIBA Américas (algo así como la Conmebol del básquet), celebrada en la Asamblea de Zona de los pasados 12 y 13 de mayo, fue ungido como el directivo número 1 de la región en reemplazo de la estadounidense Carol Callan. Borro será también miembro de la Junta Central de FIBA por los próximos 4 años.
Esto desemboca en una situación sumamente particular: a su salida debería asumir el vicepresidente 1° Miguel Chami, un directivo que en su Federación (la de Buenos Aires) fue separado de su cargo por la vía judicial y mediante una intervención luego de que la Dirección de Personerías Jurídicas considerase que la Federación había incurrido en "irregularidades administrativas e ineficiencia", entre ellas la reelección del propio Chami. Este, a su vez, hace ya varios meses disparó contra el mismísimo Borro en declaraciones al medio juninense La Verdad Online y lo acusó de que "ahora no atiende el teléfono".
Ah, el vice 2°, Mario Ontivero, fue destituido en 2022 de su cargo como presidente de la Federación cordobesa por las propias asociaciones que conforman la misma. Se hizo poco antes de que cambiara el estatuto que les quitó tales poderes a las asociaciones.
Precisamente la reforma del estatuto fue una de las cosas que se desaprovecharon en la gestión previa. Susbielles podría haberlo retocado con su sola firma en su condición de interventor, pero no quiso pasar por encima del resto de los dirigentes y aguardó a ser confirmado por la Asamblea como presidente para presentarle a la misma el proyecto de reforma: los directivos se lo rechazaron. Es parte de una situación no menos curiosa: muchos de los dirigentes provinciales (en muchos casos con nula preparación administrativa) que en las reuniones se preocupaban más por sacarse fotos con los jugadores de la Generación Dorada que por gestionar, a la hora de votar que los basquetbolistas (y los árbitros) tuvieran voz y voto como proponía la reforma de 2015-16 contestaron con un rotundo no.
Esa reforma finalmente llegó en 2020, con una paradoja: varios dirigentes terminaron renunciando porque consideraron que las Asociaciones (son las que, en conjunto, conforman la Federación de cada provincia) habían perdido poder para elegir a sus representantes provinciales, potestad en la que ahora -lo dicho- tienen más peso los propios clubes. Todo en el marco de más "tira y afloje" entre directivos, que incluso han llegado a terminar en sanciones y expulsiones como la que sufrió la Federación de Santa Fe.
En esa pequeña muestra de tribuna que son las redes sociales, muchísimos usuarios pidieron por una "vuelta" de Luis Scola o Emanuel Ginóbili para hacerse cargo de la conducción del básquet, algo que simplemente no podría suceder a menos que se convirtieran en dirigentes de un club en lo inmediato. El tan mentado estatuto indica en su artículo 44 que "para ser integrante de la Comisión Directiva se requiere (entre otras cosas) ser integrante del órgano de gobierno de una afiliada por un lapso comprobable no menor a cuatro (4) años". Y nadie se imagina a alguno de ellos convirtiéndose en dirigente de Liga. De hecho, el propio Scola manifestó hace un tiempo: "Ahora mismo no tengo ese interés, no está en los planes. Crear un partido y ganar las elecciones sería ser parte de un sistema que pienso que hay que cambiar".
Así las cosas, a menos que se presente una alternativa dirigencial que hasta ahora no ha aparecido (los opositores y quienes se han alejado de la actual conducción no han mostrado ni manifestado una intención de candidatura para las elecciones de fin de año) el básquet argentino seguirá en las mismas manos que hasta ahora.
Ya como subcampeones del mundo, el camino era intrincado; Argentina, por ejemplo, se quedó sin proveedor de indumentaria en pleno camino a los Juegos Olímpicos de Tokio, tuvo deudas con los basquetbolistas y debió negociar una gira previa a la cita de los anillos en la que se le condonaron múltiples gastos de otro modo imposibles de afrontar. Ahora, ese recorrido será mucho más duro con la ausencia en la cita mundialista por primera vez en más de 40 años y en la cita olímpica por primera vez en 23.
Artículo actualizado, publicado originalmente en febrero de 2023.